miércoles, 1 de agosto de 2012

El quinto piso.


El quinto piso.
Aarón.

Aquí estoy, de pié
recordando como sucedió todo.
Era una mañana de
sábado sin ninguna diferencia digna de mencionar, un día como cualquiera que
empieza con el sol en el horizonte. La misma tediosa rutina carente de
emociones, amenazaba con destruir segundo a segundo la felicidad y el sentido
de mi vida; cosa que acompañaba a una curva bien definida en mis labios que
parecía lo único que no cambiaba al pasar de las horas, adornando con broche de
oro lo que ya era evidente: era una persona que no tenía nada especial ni
diferente, excepto el que no tenía nada especial ni diferente, talento que me
distinguía del resto de la población del mundo.
Levanté mi mano con
poca energía para callar el molesto sonido del reloj despertador marcando las
7:00 AM, el cual estaba colocado junto a mi cama y entre pensamientos cortados,
me levanté para dirigirme a la sala donde la noche anterior dejé la ropa que
usaría este día; mi departamento era pequeño, solo constaba con un área
relativamente grande donde se encontraban la cocina y algunos sillones viejos,
el cuarto tenía un pasillo a la izquierda que tenía 3 puertas, la primera, del
lado derecho, era un cuarto destinado a la lavandería, y era en extremo
pequeño, la segunda puerta daba lugar a un baño y la tercera, del lado
izquierdo, conducía a el cuarto donde tenía un pequeño balcón con vista al
traspatio del edificio y a la enorme ciudad. Mientras me ponía lentamente la
camisa y los pantalones, mis sentidos poco a poco despertaban, mas a los pocos
segundos mi atención se disparó y fue robada por el estruendoso ruido de algún
artículo de cristal estrellándose contra el suelo, ligeramente tapado por el
grosor de una de las paredes de ese viejo y sucio departamento en el quinto
piso al que con tremendo placer llamaba “dulce hogar”. Aquél sonido provenía del
departamento de al lado, y fue acompañado en coro por una voz hermosa, delicada
y bella irónicamente maldiciendo en voz alta, y una sonrisa de simpatía y ternura
en mi rostro rompió con ese enorme matiz gris y triste que rodeaba mi vida,
cosa que duró solo por un segundo, puesto que la realidad no dejaba de gritar
dentro de mi cabeza cínicamente con tal de que no fuera a olvidarme de ella,
así que no solo ausente de entusiasmo, sino que armado con una ligera decepción
terminé de vestirme para ir a preparar una taza de café mientras pensaba en
ella.
Después de un
apurado e improvisado desayuno tomé mis artículos personales y salí de mi
departamento con prisa, divagando sobre las posibles consecuencias de arrojar
por la ventana al ruidoso y sucio perro de la vieja vecina con características
similares que vivía al final de pasillo, solo para encontrarme a punto de
chocar con esa delicada figura, tan hermosa y frágil que pareciera que se
rompería…
-¡Ah! Lo siento, no
te vi, ¿estás bien? –dijo con una voz dulce la hermosa chica del departamento
de al lado después de tropezar conmigo. Ella cargaba una bolsa rasgada con
trozos de vidrió transparente dentro y que goteaba un líquido color marrón.
-Sí,
muchas gracias, tú, ¿estás bien?
-Sí,
lo siento, no estaba prestando mucha atención.
-Yo
tampoco –dije mirando la bolsa que tenía ella en la mano, la cual estaba a
punto de desmoronarse en el piso.
-¿Necesitas
ayuda con eso? -pregunté
-Por
favor –contestó
-tengo
una caja en mi departamento que estaba a punto de tirar, iré por ella.

Abrí
la puerta y tomé la caja con unos cuantos papeles y revistas que estaba cerca,
luego, le ofrecí poner la bolsa dentro.

-Muchas
gracias –dijo ella
-No
es nada
-¿Vas
saliendo para el trabajo?
-Así
es, que emoción –contesté en un tono sarcástico mientras caminábamos hacia el
elevador del edificio, pero extrañamente me invadió una fuerte sensación de
comodidad y felicidad, si podemos llamar así a una sensación propia de mi
persona
-¡Gracias
por ayudarme! –exclamó
Un
instante después, justo al llegar cerca del elevador, su rostro cambió de
amistoso, a uno de dolor mientras rápidamente colocaba su mano en su boca. Ella
se dio la vuelta y caminó rápidamente hacia su departamento inclinada ligeramente
hacia adelante y con la otra mano a la mitad del abdomen; a pesar de que no
pude tener una conversación decente con ella, cosa que últimamente no resultaba
fuera de lo común, no podía evitar notar que la sensación no desaparecía, algo
similar siempre me rodea estando cerca de ella, consecuencia de haber estado
enamorado de ella tanto tiempo. Mas era un sentimiento que ni yo mismo quería
aceptar, por un hecho que era obvio; aquellos ojos enrojecidos, el cabello
despeinado con trozos de un extraño material amarillo sin un origen determinado
y el incuestionable olor a alcohol y tabaco hablaban mas de ella que sus
labios, y es preciso confesar que me causaba una repulsión incontrolable, mas
aún en esa facha tan antiestética, ella no perdía lo que era bello por naturaleza,
como esos enormes ojos color miel que cuando no estaban enrojecidos, brillaban
en el centro de una simpática mirada que te provocaba seguridad y confianza, perfecta
figura, hermoso y brillante cabello ligeramente quebrado color castaño claro,
que rozaba sus hombros blancos, una perfecta y suave piel, finos y delgados
labios rojos y una pequeña nariz redonda que convertían a Victoria en una de
las más hermosas chicas que alguna vez me haya dirigido la palabra, era un
contraste de cierta forma bizarro, era sin duda, un disoluto ángel. Pero claro,
yo no podría gustarle a ella, no era en definitiva el tipo de hombre que ella
quería, razón por la cual mis sentimientos permanecieron en secreto.
Mientras
bajaba por el elevador con la pesada caja solté un enorme suspiro, al tiempo
que recordaba aquella ocasión hace 3 años, en la que mi madre y su compulsiva obsesión
por la limpieza, sumada a una larga y difícil relación, me obligaron a tomar la
decisión de vivir lejos y de manera independiente; el día en el que llegué a
este departamento y por supuesto, el día en el que conocí a Victoria, fue el
mismo en el que todo comenzó a salir mal.
Victoria.

Recuerdo a alguien
repitiendo mí nombre…
-¡Victoria!,
¿Victoria, estás bien?
Recuerdo que la
música a todo volumen resultaba sofocante, el intenso aroma del humo de cientos
de cigarros hacía imposible el respirar, el suelo se movía bajo mis pies y todo
parecía estar muy lejos; caminé equilibrándome con una mano en la pared hacia
el baño de damas, el cual estaba a unos pocos pasos de donde me encontraba,
empujé la puerta y lentamente, caminé quedando frente al espejo, estaba tan
sucio que solo distinguía mi silueta y los colores de mi vestido, me acerqué al
primer cubículo que divisé, impulsé la puerta y me fue indiferente observar la
espalda desnuda de la mujer de cabellos rubios que allí se encontraba, sentada
de piernas abiertas sobre un hombre con una botella de cerveza en la mano.
Caminé unos pocos pasos más, abrí la puerta del siguiente cubículo y caí de
rodillas ante el excusado en su interior; tosí hasta expulsar más de un litro
de vodka con refresco de cola, sumado a algo que parecía mi desayuno.
La iluminación era
muy escasa, una tenue luz verde alumbraba el baño de suelo y paredes de
concreto, los entrepaños estaban rayadas con varias frases de caligrafía
deforme, la tubería plateada que se encajaba en el muro, brillaba reflejando mi
cara mientras me encontraba de cuclillas vomitando y con un mareo tremendo, mi
cabello y mi vestido se habían manchado y comenzaba a sentirme repentinamente
somnolienta, decidí que era hora de levantarme e irme a casa, el pequeño reloj
plateado en mi muñeca marcaba ya las tres de la mañana, y no tenía idea de cómo
podría conducir hasta mi departamento en ese estado; a los pocos pasos después
de haber salido del baño todo se puso oscuro y apenas pude sentir el suelo
golpear mi brazo derecho.
Desperté en la cama
de mi departamento, acostada mirando hacía la pared con una ropa distinta al
vestido que había usado la noche anterior, volví la mirada hacia el otro lado,
a la almohada que se encontraba junto a la que sostenía mi cabeza, y miré un
papel amarillo sobre ella.

Victoria:
Llámame a mi celular cuando despiertes.
Te quiere: Amanda.

Amanda, mi amiga, se
encontraba en aquel club en busca de un puesto como camarera y descansando del
trabajo que ya tenía, el cual sin lugar a dudas hacia sin ganas y, más bien con
un tremendo desagrado, únicamente por necesidad de pagar la renta de su pequeña
casa y tener algo que comer; ella debió de haberme conducido hasta aquí.
Me levanté con el
único objetivo de encontrar algún medicamento efectivo para disminuir el agudo
dolor de cabeza que tenía, y agradecí que las cortinas de la ventana de mi
balcón estuvieran cerradas, pues la luz del sol me hubiera resultado
insoportable; recordé que tenía una caja de pastillas que cumplirían esa
función en la alacena y me propuse a alcanzarlas rápidamente para poder volver
a la cama, pues no estaba predispuesta a moverme mucho ese día.
Caminé hacia mi
pequeña cocina y elevé mi brazo derecho para abrir la gaveta que estaba en la
parte más alta de un gran mueble, el cual tenía entre otras cosas, botellas, cajas
de cereal, galletas etc. y accidentalmente empujé una de las botellas de
cristal que contenía whiskey; esta se partió en pedazos al chocar contra el
suelo. El sonido resultó extremadamente desagradable para mis oídos y en
realidad me sentía del peor humor como para lidiar con ese tipo de molestias.
-¡Ah, botella de
porquería!
Después de gritarle
al charco de alcohol, alcancé la caja de pastillas, levanté la tapa de cartón,
saqué el blíster que solo contenía una de ellas y me la eché a la boca, después
serví un poco de agua en un vaso que estaba cerca y le di un pequeño trago,
luego alcancé la escoba y barrí los
restos de vidrio que estaban en el suelo. No tenía ánimo en absoluto para
realizar esa tarea, pero sabía que si no limpiaba ese desastre, más tarde lo
olvidaría y podría lastimarme, pues solía caminar sin zapatos por el
departamento.
Recogí la basura,
sintiéndome fatal y preguntándome como es que llegué a tener tanta dependencia,
pero por más que pensaba en eso, nunca encontraba un por qué, simplemente pasó.
Puse los vidrios en una bolsa, después
vi mi celular sobre la barra que usaba para desayunar y marqué el número de
Amanda, el cual recordaba a la perfección, pues la llamaba constantemente y
tuve que alejar un poco el teléfono de mi oído para que el sonido no me
molestara. Ella con amistosa voz me respondió:

-¿Hola?
-¿Amanda?
-¡Victoria!
¿Cómo estás?, Que buen golpe te pusiste anoche.
-Ni
me lo digas, pero supongo que tú me trajiste a mi departamento- dije después de
aclararme la garganta.
-Así
es, te cambié el vestido porque estaba muy sucio, dejé tus llaves sobre tu
mesa.
-Te
lo agradezco mucho, no sé qué pasaría si no tuviera a una amiga como tú, y
recuerda que puedes venir a vivir conmigo cuando lo desees- dije recordándole
mi propuesta de compartir el departamento mientras pasaba por ese momento
difícil y reflejando mi sincera gratitud.
-No
es nada Victoria, solo intenta tener más cuidado.
-Lo
tendré.
-Muy
bien, descansa, has de sentirte terrible.
-Y
no te equivocas, una vez más, gracias.
Colgué el teléfono,
tomé mis llaves y tomé de mala gana la bolsa de plástico para poder arrojarla
en el contenedor que albergaba todos los desperdicios del edificio, los cuales
después eran recolectados por un camión; así que salí por la puerta aún con el
feo dolor de cabeza, y tropecé con Arón, el vecino del departamento de junto,
quien salió de su respectivo hogar, limpio y bien vestido con una camisa blanca
y pantalones de vestir, él tiene el cabello oscuro y rizado, ojos café obscuro
y labios finos, es delgado y además tiene una barba muy corta, en realidad era
bien parecido. Es alto, como de 1:80 y en realidad al tropezar con el parecía
que ni siquiera lo sintió, pero de inmediato me disculpé, pues sabía que yo
estaba sucia y no quería causar ningún incidente. El se ofreció amablemente a
ayudarme con la bolsa, la cual se rasgó con los vidrios rotos, tomó una caja de
su departamento, luego colocó la bolsa dentro y la cargó hasta que llegamos al
elevador.
Hice un intento por
ser amistosa disimulando mi malestar físico, con la intención de que Aarón no
fuera a pensar que me aprovechaba de sus atenciones e intenté iniciar una
conversación con él, pero muy inoportunas llegaron unas repentinas náuseas y
solo pude gritarle las gracias por la ayuda justo antes de salir disparada a mi
departamento no solo sintiéndome enferma, sino extremadamente apenada por
igual.


La cruda verdad.

Victoria era una
chica hermosa, pero no solo su belleza me conquistaba, resulta que teníamos
muchas cosas en común, a pesar de la inmensa diferencia de conducta y por
supuesto que de aroma, no obstante, ella era un desastre total, no pasó un día
desde hace 4 meses sin que la viera ebria, con resaca, con la ropa de otro
hombre impregnada de quien sabe que sustancias diferentes o simplemente no la
veía en lo absoluto. Con cierta frecuencia llevaba personas a su departamento,
pero nunca hacían ruido para después de las 3 o 4 de la mañana, pues no pasaban
nunca la noche ahí, a menos claro que fueran un ente masculino, fornido y/o con
mucho dinero. Pero con frecuencia la escuchaba llorando, deseando que su
situación fuera totalmente diferente.
El día en que la
conocí, el elevador del edificio se encontraba averiado y tuve que usar las
escaleras para subir varias cajas que traía desde casa de mi madre, ella estuvo
a punto de caerse, lo cual hubiera resultado mortal, pues estas escaleras son
muy altas; ella iba bajando y yo subiendo, cuando dio un paso demasiado largo y
perdió el escalón, así que pude detenerla del brazo y evitar que terminara casi
5 metros más cerca del infierno, aunque las cosas que llevaba cargando no
tuvieron la misma suerte, claro que solo era una caja que en su mayoría tenía
discos viejos que ya estaban muy pasados de moda y en mal estado. La mirada que
tenía de inmediato me dejó sin palabras, ella se sonrojó y me dijo sonriendo:
-Que susto, te lo
agradezco mucho.
-No es nada…- dije
sin dejar de mirarla con tanto asombro. Usaba una delgada blusa con tirantes de
rayas horizontales rojas con blancas, unos jeans color negro y botas altas con
tacones cortos. La luz del sol que entraba por la ventana arriba del descanso
iluminaba su rostro, haciendo brillar sus hermosos y enormes ojos.
-Déjame ayudarte a
recoger tus cosas- dijo levantando uno de los discos que quedaron cerca de
nosotros.
-Son solo un montón
de CD´s viejos.
-Pero si aquí
tienes muchísimas obras de arte, espero no se hayan dañado.
-No se notaría la
diferencia.
-Tienes buen gusto-
dijo ella mirando la contraportada de un álbum de jazz de entre el desorden que
estaba tirado.
-Gracias- dije con
la sensación de haberme sonrojado.
Terminamos de
levantarlo todo y se ofreció para ayudarme a llevar los discos a mi
departamento mientras le contaba que acababa de mudarme; mencioné el número de
mi apartamento, el 107, en el quinto piso, ella se sorprendió y dijo que el
suyo era el 106.
-¡Parece que somos
vecinos!- Dijo sonriendo al tiempo que giñaba su ojo derecho, agitando sus
largas pestañas.
Llegamos a mi
departamento y dejamos las cosas cerca de la entrada, le ofrecí pasar
explicándole que en realidad no tenía aún muchas cosas dentro y no tendríamos
lugar para sentarnos, a lo que ella respondió ofreciéndome ir al suyo;
caminamos unos escasos metros para encontrarnos frente a una puerta de madera
con una pequeña placa de metal con el número 106 grabado en ella. Abrió la
puerta y me encontré en un departamento exactamente igual al mío, pero decorado
de diferente manera, con pinturas, libreros y una pequeña sala que estaba en la
pared contraria a la que contenía el marco de la puerta. Ella dio unos cuantos
pasos a la izquierda para dirigirse a su cocina y me ofreció una taza de café.
-Olvidé que el
diseño de todos los departamentos en el edificio es igual.
-A mí me parece
acogedor.
-Supongo que el
dueño pensó lo mismo cuando no quiso pagar por un arquitecto.
Ella se rió y me
ofreció sentarme en su sala, que constaba solo de dos sillones color crema,
unos segundos después ella llegó con dos tazas de café en las manos.
-Ya lo tenía
preparado, espero que aún siga caliente, ¿necesitas azúcar?
-No, negro está
bien, y muchas gracias.
-Ser amable es lo
menos que puedo hacer después de haber estropeado tus discos; me llamo Victoria
por cierto.
-Yo me llamo Aarón,
y no te preocupes, estaban en mal estado de todas maneras.
-Aun así, vi copias
de muchos clásicos, y me parece que vale la pena guardarlos- declaró.
-¿Conoces esa
música?- preguntó
-¡Claro! Me encanta
el jazz y la música clásica, también resulta que me encanta “Three days grace”,
tienes gustos no solo buenos, sino muy variados.
Fue curioso que ese
día mencionara aquella banda de rock pesado, en especial después de todo lo que
ha pasado en estos 3 años. Si antes no podía dejar de escuchar la canción “I
hate everything about you” sin pensar absolutamente en lo que sentía por ella, ahora
no puedo escucharla sin soltarme en un mar de lágrimas.
Después de ese día
ella y yo nos volvimos muy buenos amigos, con frecuencia pasábamos largos ratos
conversando y por supuesto que para ese entonces ella ya bebía, pero se
moderaba bastante, no fue sino hasta que conoció a esa meretriz que comenzó a
desviarse exponencialmente.
Mi concentración se
vio interrumpida por el sonido de la campana del elevador que había alcanzado
la planta baja, así que decidí apresurarme para alcanzar el contenedor de basura,
tirar la pesada caja con revistas y los vidrios rotos con olor a whiskey y
partir para el trabajo, esté día me alegraba salir temprano, pues los sábados
solo trabajaba medio turno y mi asquerosa rutina variaba al menos un poco.
Saqué las llaves de mi auto tipo Sedán, color azul 1997 que estaban en mi
bolsillo y lo encendí para dirigirme a una de las cosas que hacía mi vida solo
un poco más patética de lo que ya era, mi empleo.

12:00 pm.

Los síntomas de la
resaca no desaparecían, así que decidí tomar otra pastilla, ahora opté por una
de potasio, pues el problema era que me había quedado sin píldoras para el
dolor de cabeza y la última yacía flotando en algún lugar de mi excusado, por
lo que tendría que soportar el dolor. Me levanté, pues había quedado de rodillas
otra vez, la diferencia era que estaba en mi baño y el aroma del ambiente era
bastante más soportable. Caminé hacia mi cocina y busqué la pastilla, para
colmo, el frasco estaba vacío, así que tomé un plátano de una canasta que tenía
en mi cocina y le di una enorme mordida, luego le di un gran trago a una de las
muchas botellas de vodka en una de las repisas y regresé a la cama, encontré mi
vestido de la noche anterior entre el resto de la ropa sucia en mí cuarto y
divisé mi reproductor de mp3, me puse los audífonos, y ya acostada, me quedé
inmóvil por un buen rato, pensando en el día que Aarón llegó a vivir en el
edificio.
Yo iba bajando las
escaleras para buscar mi correspondencia en el enorme mueble cuadriculado en la
planta baja del edificio cuando lo vi, iba vestido con una camisa negra de
rayas y cargaba en sus manos una enorme caja de cartón. Lucía bastante bien y
me pareció un tanto atractivo, pero al parecer me distraje mucho y no calculé
el espacio de la huella de los escalones así que solo observé el suelo
acercarse rápidamente hacia mí, pero repentinamente se detuvo y escuché el
sonido de varias cosas impactándose una y otra vez contra el suelo. Aarón me
había detenido de la muñeca soltando la caja que traía cargando con unos reflejos
bastante buenos, y me salvó de ir a parar al hospital, me sentí por poco, menos
apenada que al irme corriendo dejándolo hablar solo al pié del elevador en el
pasillo, la diferencia fue que pude ofrecerle mis disculpas y ayudarlo a
levantar todos los discos que tenía en la caja que soltó para ayudarme, ahora mi única agradecimiento
fue una muy simbólica bolsa de basura.
El día que lo
conocí estuvimos platicando en mi departamento por un par de horas, me pareció
una persona interesante, inteligente y con muchas ilusiones, además de que
siempre me ha parecido atractivo. Nos conocimos bastante bien, excepto que
omití el pequeño detalle de mi creciente problema con el alcohol, aunque él lo
descubrió poco tiempo después. Hoy día solo se encuentra deprimido por que no
ha logrado nada de lo que tenía planeado, y además se le nota siempre que algo
lo incomoda, aunque nunca supe de qué se trataba.
Me quedé medio
dormida y soñé algo que parecía tan real que ni en un millón de años hubiera
notado la diferencia, además de que no hubiera escogido quedarme menos tiempo
que eso. Soñé que Aarón estaba parado frente a mí, luciendo una hermosa
vestimenta elegante, y yo no me quedaba atrás, pues tenía un vestido de charol
rojo y zapatos de tacón alto; nos encontrábamos en un lugar muy alto, el viento
soplaba fuerte pero yo no sentía frío, él daba un paso hacia adelante, se
inclinaba y me besaba en los labios con tanta ternura como la de mi primer
beso, la sensación fue la mejor y la más intensa que haya sentido en años,
lamentablemente, terminó tan rápido como empezó, pues repentinamente el
desaparecía junto con todo lo demás a mi alrededor, lo único que pude escuchar,
fue su voz a una larga distancia gritando mi nombre.
Al poco rato
desperté sintiéndome mejor de la resaca, pero sudando y respirando
agitadamente, me quité los audífonos que tocaban algo de música clásica y
decidí tomar un baño, el reloj marcaba las 12:00 pm en punto y quería ponerme
un poco más decente. Me quité la ropa y salté a la ducha, minutos después salí
y me puse una blusa negra de manga corta, vaqueros azules, y zapatos de tacón,
tomé el teléfono y marqué el número de Amanda, pues estaba dispuesta a
invitarla a pasar un rato de entretenimiento sobria y distraerme un rato.
-¿Hola, Amanda?
-Hola Victoria, ¿cómo
te sientes?
-Bastante mejor
gracias, Escucha, hoy no tengo nada que hacer, así que estaba pensando que
podríamos ir a algún lugar.
-Recuerda que tengo
que trabajar, pero escucha: ¿por qué no vas más tarde al club? Tendrán un
evento especial y yo tengo que ir a una segunda entrevista de trabajo- dijo
ella.
-No lo sé, no
quisiera repetir lo de anoche.
-Anímate, basta con
que tengas cuidado esta vez, sé que puedes manejarlo- Insistió.
-De acuerdo, pero
solo será un rato- dije un poco resignada y pensando en Arón.
-Te veré ahí a las
8:00pm ¿de acuerdo?
-De acuerdo.
Colgué el teléfono
y me encaminé a la salida del departamento para ir a comprar aspirinas a la
farmacia y cuando abrí la puerta me encontré una vez más con Aarón abriendo la
puerta de su departamento, el me miró y dijo:
-Hola.
-Hola, ya estás de
regreso- dije lo más amable que pude.
-Así es- declaró un
tanto apático.
-¿Qué tal te fue?
-Sin novedades,
pero me alegra estar de regreso– dijo con una disimulada sonrisa en los labios.
Sin querer y sin
que me diera cuenta en absoluto, esa sencilla atracción que sentía por Aarón se
convirtió en algo más significativo en los últimos meses. Aunque parezca
patético, el comprendería a la perfección la soledad que sentía por dentro,
pues siempre intentaba llenar esa sensación con alcohol, pero ninguna botella
era lo suficientemente grande.
Tenía una ilusión,
imaginaba que si encontraba a alguien que me comprendiera, que me quisiera por
cómo era y no por cómo me veía, las cosas habrían cambiado infinitamente, todas
más fáciles, más felices, además de que ese vacío, se convertiría en una
sonrisa. No estaba del todo segura de como sentirme con respecto a esa idea, en
especial por el sueño que tuve minutos antes, así que decidí de manera
apresurada y abrí la boca con el impulso de haberme hecho a la idea de sentirme
así de bien.
-Oye, estaba
pensando, ¿te gustaría ir a comer algo?
-¿Ahora?- preguntó
el un poco sorprendido.
-Sí, ¿por qué no?
-Vaya, sucede que
estaba a punto de terminar algunos trabajos pendientes y…
-Ah, muy bien,- lo
interrumpí- entonces no importa, será en otra ocasión.
El notó el drástico
cambio en mi tono de voz y dijo:
-¿Qué tal un poco
más tarde?
-No estaría mal-
dije al tiempo que cerraba la puerta de mi departamento y caminaba hacia el
elevador sin saber qué es lo que debía sentir o que es lo que no debía.

Cena para dos.

El ruido incesante
del tráfico me hacía casi inalcanzable pensar con claridad, pero no podía
evitar sentirme feliz de haber soportado 4 horas de tortura burocrática y al
fin poder liberarme de ella, mas tampoco podía evitar pensar en Victoria, el
verla antes de partir, hizo que toda mi mañana cambiara, mis sentimientos
estaban tan confundidos que era prácticamente imposible decidir si estaba
deprimido, o escasamente feliz, estaba muy enamorado de Victoria, me parecía
hermosa de pies a cabeza, inteligente, creativa, y simplemente no conocía a
ninguna persona mejor que ella, claro está que este fenómeno solo se presentaba
cuando su aliento no podía ser usado para encender una fogata. El tremendo
rechazo que sentía por las personas con este tipo de problemas, radica en el
hecho de que mi padre se comportaba de la misma manera, mi madre aún tiene
cicatrices que cuentan historias horribles, cada una por separado, ¿y yo? Pues
yo tenía solo una, una que no se podía ver, pero que era más grande que
cualquier otra, una que no había cerrado del todo aún después de tantos años.
Las incontables memorias de los sollozos de mi madre, los gritos de mi padre, y
mi oso de peluche comprimiéndose entre mis brazos que lo abrazaban fuertemente
para consolarme por todas las barbaridades que escuchaba venían a mi mente cada
vez que la veía a ella.
Llegué al
estacionamiento del edificio y bajé del auto; en todo el camino entre el coche
y mi departamento, no dejé de recordar a mis padres, cosa que me puso de un
humor aún peor que el de costumbre, a pesar de ser un sábado de poco trabajo.
La campana anunció la llegada a mi piso, y me dirigí a mi departamento tan
pronto las puertas del elevador se abrieron; saqué mis llaves, seleccioné la
indicada y la metí dentro del picaporte, pero me quedé paralizado al escuchar a
poca distancia, a Victoria, saliendo de su respectiva morada; la miré ya
arreglada y decidí saludarla, ella se encontraba de muy buen humor y por un
segundo se quedó mirándome antes de decir:
-Oye, estaba
pensando, ¿te gustaría ir a comer algo?
Yo seguía pensando
en todos mis traumas de la infancia y no me sentí muy convencido en ese
momento, pero no podía quedarme callado, el problema fue que para cuando pensé
bien las cosas, mis labios ya se habían movido; le dije algo que sonó a
pretexto desde cualquier punto de vista y ella me interrumpió con una mirada de
decepción que podía verse a kilómetros de distancia; intenté reparar el daño y
le ofrecí que comiéramos algo un poco más tarde, ella dijo algo en voz baja que
pareció ser una afirmativa, y mirando hacia el suelo, dio meda vuelta y se fue.
Entré a mi
departamento y no podía sentirme más como un idiota, sabía que tenía que
superar de alguna forma todos esos complejos que evitaban que solucionara el
acosador problema que no me dejaba dormir bien desde hacía ya 3 largos años,
sabía también que los tiempos no eran los de antes y tal vez el problema de
esta chica tuviera solución, o incluso tal vez podría afrontarme a ella,
decirle lo que sentía y así podría sentirme más libre, así que decidí enmendar
las cosas y tomé mis muy usados utensilios de cocina.
Comencé a preparar
lo único que aprendí a hacer desde hacía ya mucho tiempo mirando cocinar a mi
madre; no fue nada ostentoso puesto que no era muy buen cocinero y más que nada
me entretuve pensando sobre lo que sentía, así que tomé la decisión de servir
ensalada, y de hacerme valiente para poder decirle a Victoria que yo estaba
dispuesto a ayudarla, puesto que sentía algo especial por ella.
Dieron las 3 de la
tarde y por fin terminé de preparar la pasta, y la mescla de verduras verdes,
pensé que debía sorprenderla y tener una agradable conversación como las que
teníamos antes de que el alcohol dominara por completo su vida; un lindo rato
en el que pudiéramos convivir como antes lo hacíamos y que tal vez pudiera
recordar todo lo que me enamoró de ella. Me sacudí las manos y salí de mi
departamento, me acerqué a la puerta con el número 106 en ella, toqué con tres
ligeros golpes esperanzado de que ya hubiera regresado y esperé a que ella
saliera.
A los pocos
segundos ella abrió la puerta y se sorprendió de verme, así que me apresuré a
preguntar:
-¿Aún tienes
hambre?
-A decir verdad,
si- respondió ella mostrándose un tanto tímida.
-¿Por qué no vienes
a comer a mi departamento? Preparé algo de comida.
Ella sonrió y me
pidió que aguardara un segundo, entró a su departamento y al poco rato salió
con un abrigo en la mano cosa que me pareció bastante rara, pero no le di
importancia, así que la conduje hasta mí cocina, le ofrecí una silla, y serví
el spaghetti con la ensalada frente a nuestras sillas en la barra de la cocina.
-Que sorpresa- dijo
ella.
-Yo te dije que
comeríamos más tarde, ¿qué clase de persona
come pasta medio quemada a las doce del día?- dije sonriendo.
-Te lo agradezco
mucho.
-No tienes nada que
agradecer- afirmé
Pasamos unos
minutos charlando sobre mi trabajo, mi experiencia con el despertador todas las
mañanas, y las últimas recopilaciones de jazz transmitidas en la radio; nos
encontrábamos riendo y tranquilos como de costumbre, así que al cabo de unos
minutos le dije:
-Tiene mucho que no
sé nada de ti, dime, ¿Qué has hecho?
-No hay mucho que
contar, eh estado fuera- dijo un tanto vacilante.
-Más fuera que
dentro.
-¿Qué quieres
decir?
Pensé que era el
momento de decirle lo que tenía pensado, solo que no tenía idea de donde
comenzar, a decir verdad, estaba más que nervioso, pues estaba a segundos de darle
la cara a algo tan grande como lo eran mis sentimientos por victoria; así que
sin pensarlo, fui directo al grano.
-Eh notado que
últimamente las cosas han estado diferentes, no quiero sonar como un padre,
pero la verdad es, que me preocupo por ti, y quisiera ofrecerte ayuda con tu
problema.
Victoria se quedó
pensando durante unos segundos y dijo:
-Sé a qué te
refieres, y tienes razón, las cosas no pueden seguir así.
-Me alegra que lo
veas de esa manera, aunque no lo creas, yo te entiendo- dije extendiéndole mi
mano con la palma hacia arriba. Ella sonrió y me tomó con sus suaves y delgadas
manos.
Recordé por un
instante más a mi madre y a mi padre, pensando esta vez en que las cosas serían
diferentes, así que viendo lo bien que se lo estaba tomando Victoria, se me
ocurrió que sería buena idea contárselo todo, lo que sentía por ella, y esa
parte tan oscura de mi vida personal
-Después de todo se
debe de sentir horrible despertar al lado de un hombre que no quieres.
Ella de inmediato
retiró su mano y exclamó:
-¡¿Que quisiste
decir?!
De inmediato me di
cuenta de mi error al expresarme eh intenté corregir:
-Lo que quise decir
es que hay un problema que se tiene que solucionar…
-El problema es que
crees que soy una ramera- me interrumpió claramente enfadada.
No quise que las
cosas se salieran de control, pero por un segundo concluí algo que en realidad
era obvio, ella no es usualmente así de impulsiva, muy probablemente bebió algo
antes de venir aquí; decidí ponerle fin a ese ridículo estímulo de enojo y con
calma le dije:
-Lo que digo es que
tú amiga Amanda…
-¿Ella también es
una ramera? ¡Aarón! Te eh dicho que esa pobre mujer no tiene nada.
-Escucha Victoria,
lo que te quiero decir es importante.
Su tono de voz
repentinamente se calmó, y con la mirada apuntando hacia abajo dijo:
-Me imagino que lo
es, pero creo que puede esperar a otro momento. Discúlpame.
Ella tomó el abrigo
que había colocado en el respaldo de la silla y se marchó hacia su
departamento.
Algo parecido a “Fernando”.

Me sentí mal de pensar que Aarón no quería comer
conmigo, y aunque intentaba pensar en otra cosa de camino a la farmacia, en mi
mente no dejaba de hostigarme la idea de que sentir algo por Aarón era una
tontería, éramos muy buenos amigos y a causa de mis descuidos las cosas
cambiaron de forma, sé que ni él ni nadie podrían querer a una alcohólica como
yo, y no hay poder en el mundo que haga sentir peor a una persona que la
soledad.
Pagué una gran caja de aspirinas y regrese a mi
departamento indignada y deprimida, arrojé la bolsa con las medicinas en uno de
los sillones de mi sala y me senté con los codos apoyados en las piernas y la
cabeza entre las manos, sabía que mi problema era grave, y el hueco que sentía
dentro de mí, parecía ser cada instante más profundo. Miré la botella de vodka
que estaba más cerca en la cocina y aun sabiendo que esa era la causa de mi
problema, le di 3 enormes tragos, pues simplemente no podía evitarlo, no tenía
ninguna motivación por dejarlo, solo necesitaba tener un “por qué” para poder
hacer el intento, pero todo parecía salir mal.
Me quedé sentada con la botella en la mano
intentando poner la mente en blanco por no sé cuánto tiempo hasta que escuché
que alguien llamaba la puerta, me levanté sin ganas y al abrirla miré con
sorpresa la alta figura de mi vecino; antes de decir nada, me sorprendí aún más
cuando me invitó a comer con él, así que le dije:
-Espera un segundo, ¿sí?
Corrí a buscar un poco de refresco de cola y me
pasé por la boca un sorbo de enjuague bucal que había cerca del fregadero en la
cocina, tomé un abrigo y regresé a la puerta.
-De acuerdo, vamos- dije felizmente
Me llevó a su apartamento, yo no sentía muy
grave el efecto del alcohol, y para mi sorpresa él había preparado comida;
nunca lo vi cocinando, y la causa me resultó lógica unos minutos más tarde,
pues resultaba obvio que no tenía mucho talento.
Comenzamos a charlar y yo me sentía muy
tranquila, pero, me preocupaba un poco haber tomado demasiado vodka antes de
que llamara a mi puerta, no me di cuenta en lo absoluto de cuanto había mermado
a la botella. Me sentí muy relajada de saber que estábamos teniendo una
conversación como las de antes, todo fluía de maravilla y estaba feliz, pero de
repente me sorprendió con algo que siempre imaginé, pero que nunca vi venir. Me
dijo que él estaba consciente de mi problema, (cosa que en realidad resultaba
obvia) y que estaba dispuesto a ayudarme.
Mi corazón se aceleró y por un instante recordé
ese sueño y esas fantasías de alguien dándome esa comodidad y seguridad,
¡dándome ese motivo para luchar y buscar algo mejor!
Decidí que en realidad era posible que algo así
sucediera y me sentí muy feliz; noté que su mano estaba extendida invitándome a
sujetarla, y al acercar la mía, una emoción muy similar a la que sentí en aquél
sueño invadió el momento; él se quedó mirándome por un momento y sus labios se
movieron articulando palabras que yo esperaba fueran acorde al momento:
-Después de todo se
debe de sentir horrible despertar al lado de un hombre que no quieres
Yo me sorprendí y me indigné; retiré mi mano y
me sentía confundida, no sabía que pasaba, pero si sabía distinguir cuando me
estaban insultando; rápidamente le pregunté lo que insinuaba y no fue sino hasta
después que me di cuenta que el vodka y el repentino enojo, impulsaron la
agresividad en mi tono de voz.
El parecía intentar corregir lo que dijo, pero
en ese momento no lo pude ver, de pronto mencionó a mi mejor amiga Amanda bajo
ese mismo contexto despectivo al que se refería cuando dijo “Amanecer con un
hombre que no quieres” y mi enojo se multiplicó; elevé drásticamente mi tono de
voz defendiendo a mi amiga y para cuando estaba a menos de medio segundo de
terminar la última palabra de la frase, me di cuenta de que estaba actuando
como una loca. me sentí terriblemente apenada, solo me disculpé sin poder
mirarlo a los ojos y regresé corriendo a mi departamento; salté a mi cama justo
después de ir a recoger la botella de vodka, de la cual no podía separarme a
pesar de que me había hecho tanto daño, pues me resultaba imposible y lo peor
de todo, era que estaba consciente de mi situación, era un círculo vicioso
clásico; bebía, causaba problemas, me deprimía y en consecuencia bebía más.
Le di dos tragos más a la botella, la cual había
bajado ya más de 5 cm. Y comencé a llorar, no sabía cómo reaccionar; me quedé
tendida con los ojos como nubes en verano por un largo rato y terminé por tomar
aún más alcohol, me levanté ya menos consciente de mis acciones y sin que me
importara la hora, me adelanté a Amanda y salí directamente hacia el club.
Al llegar, tomé la decisión de pedir algo
diferente y seguí bebiendo cocteles, uno tras otro sentada sin voltear a mirar
a nadie; mi celular sonó y no contesté, por miedo a que Amanda fuera a
encontrarme bebiendo tanto otra vez. De pronto un bien parecido hombre alto, de
cabello rubio, corto y con una camisa con los primeros 5 botones abiertos se
sentó junto a mí; me saludó y ofreció comprarme otro trago; él se presentó pero
no le ponía atención en lo absoluto, dijo que su nombre era algo parecido a
“Fernando” desde que se sentó sabía cuáles eran sus intenciones, pero en
realidad no me importaba, así que decidí seguirle la plática, aunque para esas
alturas no sabía ni siquiera que es lo que estaba diciendo, los cocteles
hablaban por mí. Él, como la mayoría de los hombres en aquél lugar se veía como
el estereotipo del hombre hueco, tosco e irresponsable que solo busca
divertirse, aunque en realidad yo no era muy diferente a él.
Me sentía muy deprimida y no podía dejar de
pensar en Aarón; cometí un error fatal y seguramente lo había lastimado. Me
sentía tan mal que solo estaba buscando desahogarme, no había mucho que pudiera
hacer a esas alturas, aun así me resultaba sorprendente lo importante que resultaba
para mí lo que mi vecino pudiera pensar, estaba destrozada por dentro. La
realidad y mis pensamientos se conectaron por un instante, entonces comencé a
hablar sin parar, no paraba de repetir que me sentía mal, que necesitaba ayuda y
que me sentía sola.
-Necesito a alguien que esté ahí para ayudarme,
necesito que me escuchen y me apoyen, necesito alguien que me quiera.
El hombre
cuyo nombre era algo parecido a “Fernando”, estaba ahí y empezó a soltar un
discurso sobre que él era una de esas personas que te escucha, que te comprende
y un montón de cosas que había escuchado de mil y un maneras diferentes, todas
de diferentes hombres, así que me ofreció acompañarme, me tomó de la muñeca y
me condujo hasta su auto: yo en realidad solo veía a las personas pasar junto a
mí, como si fueran ellas las que se movían y no yo, pero solo pensaba que tenía
que regresar al edificio para arreglar las cosas con Aarón, así que aproveche
la oportunidad de transportarme sin arriesgarme a no llegar nunca conduciendo
mi auto en ese estado, y le dije a “Fernando” que fuésemos a mi departamento.
El manejó unas pocas calles y le señalé el lugar
al ver el edificio en el horizonte, después entró al estacionamiento y pensé en
agradecerle, y disculparme diciendo que no me sentía bien, pero él me
interrumpió y me preguntó el número de mi departamento; bajó del auto y se
encaminó a las escaleras, yo fui detrás de el con un pavor enorme de que Aarón
lo fuera a ver, pero las puertas del elevador ya se abrían frente a él.

La Carta.

Después de que Victoria salió por la puerta, yo
me sentía terrible, no supe manejar la situación, y cada parte de mí, decía que
tenía que seguirla, pero sabía que no solucionaría nada si ella se encontraba
así, por lo que decidí pensar mejor las cosas.
Las horas transcurrieron Lentas mientras pensaba
en si valía la pena enfrentarme a tanto miedo por ella, pero cada vez que
sentía alguna duda, venía a mi mente su hermosa mirada iluminada por la luz del
sol vespertino en el descanso de las escaleras, en aquél día hace tres años. Me
di cuenta de que mi error fue comenzar por la parte del problema; debía de
decirle primero lo que sentía, y que era por eso que estaba dispuesta a
ayudarla, así comprendería mejor las cosas, además, si me rechazaba como su
pretendiente y enamorado, al menos estaba seguro de que me dejaría ayudarla.
Decidí que la mejor manera de decirle lo que
sentía para no equivocarme, era con una carta, aunque sonara un poco infantil,
siempre encontré en el escribir, una enorme confianza para expresar mis ideas,
y después de que la leyera, yo estaría ahí para responder todas sus preguntas.
Después de encender mi computadora, abrir el
procesador de textos para redactar varios borradores, tomé una decisión, agarré
un lápiz, una hoja blanca y escribí:
Victoria:
Hay algo que te
eh estado ocultando desde hacía ya mucho tiempo, y creo que lo más conveniente
es que sepas, que mi intención al ofrecerte mi ayuda, no fue otra que la de ver
por ti, pues desde el día en el que te conocí, me dejaste impresionado, no solo
por tu belleza, únicamente comparable con lo más imposible, sino porque tú eres
la única que comprendió mi forma de ser, la única mujer que me hizo pensar que
los ángeles si existen; Victoria, ¡estoy completa y perdidamente enamorado de
ti! Te ruego que veas en mí, a una persona que te ofrecerá su apoyo
incondicionalmente, pues estoy dispuesto a ayudarte sin importar lo que pueda
pasar. Te agradezco infinitamente por haberme dado un motivo de hacerme crecer,
y por haberme hecho pasar los únicos ratos verdaderamente felices en los
últimos años.
Cuando estés
lista, estaré esperándote para responder todas las dudas que tengas.
Sinceramente
tuyo:
Aarón.
Al terminar de redactar la carta, la doblé y decidí ir a
entregársela personalmente, así que salí de mi departamento con el corazón
latiendo por encima de mi camisa, y llamé a su puerta. Esperé durante unos
minutos llamando por segunda vez sin obtener respuesta, luego noté que el
departamento estaba muy obscuro, así que sin pensar deslicé la carta por debajo
de la puerta, un segundo después me arrepentí, pues quería entregársela
personalmente, pero ya estaba fuera de mi alcance, por lo que solo regresé a mi
departamento y decidí aguardar hasta el día siguiente, pensando en prepararle a
Victoria una sorpresa, para que al día siguiente se alegrara si es que decidía
venir, así que comencé a pensar en algo lindo con lo que pudiera recibirla; de
igual forma, recordé que el día siguiente era domingo, así que imaginé que la
llevaría a dar una vuelta por la ciudad, y pasaría el día entero con ella para
que las cosas comenzaran bien. Fui a mi cama y me recosté mirando hacia el
techo, comencé a imaginarme prácticamente mi vida entera a su lado; imaginé
como serían las cosas si lograba motivarla para que se recuperara y descubrí lo
feliz que sería si la tuviera a mi lado, las cosas serían completamente
diferentes y por primera vez me vería sonriendo en el espejo.
Me quedé pensando durante un muy largo rato y sin darme cuenta me
quedé dormido.
Al poco rato me despertó de golpe el sonido de un grito, no supe de
donde venía, pero de la pared contigua al departamento de Victoria, se
escuchaba la pesada guitarra de la canción “I hate everything about you” y
figuré que victoria ya había regresado a su departamento; lo siguiente que hice
fue pararme, ponerme los zapatos, lo cual resultó un poco difícil sin más
iluminación que la que entraba por la ventana de mi balcón; caminé apresurado
hacia la salida del departamento y cuando miré el pasillo, un hombre alto y
fornido con la pierna izquierda manchada de sangre se dirigía hacia el
elevador, mientras que la puerta del departamento de victoria estaba abierta.
-¡¿Quién eres tú?!- pregunte indignado sin obtener respuesta.
Entré para saber que estaba pasando y me coloqué frente a la puerta
de su dormitorio, volví la mirada y sin poder creerlo, un enorme y poderoso
grito se originó en lo más profundo de mi corazón, saliendo disparado tan
fuerte como una bala de entre mis labios.

El balcón.

Corrí para deslizarme entre las puertas que ya
se cerraban y quedé dentro del elevador con Fernando, el me preguntó qué en que
piso se encontraba mi departamento y le señalé el número 5, luego supe que él
no se iría hasta que le cortara las alas de acostarse conmigo, así que decidí
decirle que quería estar sola, pero él me pidió que esperara hasta que
estuviéramos en mi departamento, yo me negué pero el insistió, y mientras
estábamos ahí dentro, yo me moría de nervios pensando en la posibilidad de que
Aarón estuviera en el pasillo. El elevador alcanzó su destino y me aseguré de
salir primero para verificar que todo estuviera despejado, alcancé a divisar
que el lugar estaba desierto y no vi que hubiera luz saliendo por debajo de la
puerta del apartamento 107. Así que pensé que tendría más calma para pedirle al
tipo que se largara y poder pasar la noche en paz. Sin que me diera cuenta, el
sujeto me rebasó y se dirigió al pasillo en busca del departamento, encontró el
número que le indiqué y me esperó de pié junto a la puerta; yo me acerqué y le
comencé a explicar que no me sentía bien, que en realidad lo que quería era
estar sola y que lo sentía mucho, el pareció comprender y lo único que hizo fue
pedirme permiso para usar mi baño, pues aseguró que había bebido muchas
cervezas, así que abrí la puerta el entró siguiéndome por detrás; le indiqué el
camino hacia el baño por el pasillo, arrojé mi abrigo al sillón cerca de donde
aún yacía la caja de aspirinas y di un enorme suspiro; luego me di cuenta de
que estaba pisando algo, volví la mirada hacia abajo y vi un papel blanco
tirado en el suelo, lo levanté pensando que era publicidad y antes de que lo
viera, el sonido del pequeño estéreo en mi alcoba interrumpió mis pensamientos,
me acerqué rápidamente y vi a Fernando espiando entre mis cosas, así que me
acerqué a él y me dijo que tenía muy buena música, le quité el control del
estéreo y le pedí que se retirara, pero decidió no escucharme y se quitó la
camisa, luego me empujó a mi cama, no podía creer que esto estuviera pasando y
sin pensarlo dos veces, me volví boca abajo y busque la pequeña navaja que
estaba escondida debajo de mi colchón, la tomé y se la intenté clavar en el
primer lugar que estuviera a mi alcancé; la navaja alcanzó a clavarse en su
pierna y el me miró con unos ojos de demonio, luego me golpeó muy fuerte con su
mano derecha, y yo grité; luego miré como tomó su camisa y salió de la
habitación, yo estaba tendida en la cama con dolor y pensando en todos los problemas
que el alcohol había traído a mi vida, una vez más lo haché todo a perder y
Aarón se sentiría terrible si se enteraba, simplemente no tenía idea de cómo
las cosas habían llegado tan lejos, lo único que tenía claro, fue que estaba
hecha un desastre total, que mi vida jamás había estado en peores condiciones y
lo peor, que por mi culpa una buena persona había salido lastimada, Aarón en
realidad me gustaba, en verdad lo quería y era el único amigo que ofreció
ayudarme, estaba completamente sola sin él; todo fue peor una vez que escuché
su dulce voz preguntándole con ira a ese sujeto quien era, lo había lastimado y
estaba segura de que no iba a poder soportarme con ese problema, nadie en el
mundo debía de soportar la conducta
infantil y errática de una alcohólica con problemas sociales, era obvio que
Aarón y yo nunca podríamos estar juntos, así que decidí solucionar el problema
de una vez por todas.
Caminé hacia el balcón, subí a la cornisa, y
dándole una última mirada a mis recuerdos con él, imaginando cómo pudieron
haber sido las cosas, me dejé caer hacia el vacío, y hacia el fin de todo mi
sufrimiento…
Lo único que pude
escuchar, fue su voz a una larga distancia gritando mi nombre.

Domingo.

Esos momentos, que duraron solo unos segundos,
parecieron ser más largos que el resto de mis años de vida, unos momentos
eternos en los que su rígida y delicada silueta se inclinaba y desaparecía
frente al brillante cielo nocturno, unos momentos, en los que ví desaparecer a
la única razón de mi potencial felicidad.
Y aquí estoy: de pié
recordando como sucedió todo, en un sábado sin ninguna diferencia digna de
mencionar, un día como cualquiera que empieza con el sol en el horizonte y la
misma tediosa rutina carente de emociones, de frente a un simbólico ataúd de
madera cerrado, y sin ningún alma a mi alrededor, tomé la carta que estaba en
el piso del departamento de Victoria, y la coloqué encima de la fría tapa de
madera, luego me di la vuelta, y salí del edificio.
De regreso en mi
departamento, las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos, pero extrañamente yo
no me sentía triste, ni siquiera respiraba de manera irregular, solamente
sentía las gotas recorriendo mis mejillas, así que tomé lo más que pude cargar
en mis manos, la computadora, un par de libros, un poco de ropa, y bajé por las
mismas escaleras en las que la ví por primera vez; encendí mi sedán azul 1997 y
partí de regreso a casa de mi madre.

Victoria.
Aquí estoy, de pié
recordando como sucedió todo.
Era una mañana de
sábado sin ninguna diferencia digna de mencionar, un día como cualquiera que
empieza con el sol en el horizonte. La misma tediosa rutina carente de
emociones, amenazaba con destruir segundo a segundo la felicidad y el sentido
de mi vida y esto acompañaba a una curva bien definida en mis labios que
parecía lo único que no cambiaba al pasar de las horas, adornando con broche de
oro lo que ya era evidente: era una persona que no tenía nada especial ni
diferente, excepto el que no tenía nada especial ni diferente, talento que me
distinguía del resto de la población del mundo.
Levanté mi mano con
poca energía para callar el molesto sonido del reloj despertador marcando las
7:00 AM, el cual estaba colocado junto a mi cama y entre pensamientos cortados,
me levanté para dirigirme a la sala donde la noche anterior dejé la ropa que
usaría este día; mi departamento era pequeño, solo constaba con un área
relativamente grande donde se encontraban la cocina y algunos sillones viejos,
el cuarto tenía un pasillo a la izquierda que tenía 3 puertas, la primera, del
lado derecho, era un cuarto destinado a la lavandería, y era en extremo
pequeño, la segunda puerta daba lugar a un baño y la tercera, del lado
izquierdo, conducía a el cuarto donde tenía un pequeño balcón con vista al
traspatio del edificio y a la enorme ciudad. Mientras me ponía lentamente la
camisa y los pantalones, mis sentidos poco a poco despertaban, mas a los pocos
segundos mi atención se disparó y fue robada por el estruendoso ruido de algún
artículo de cristal estrellándose contra el suelo, ligeramente tapado por el
grosor de una de las paredes de ese viejo y sucio departamento en el quinto
piso al que con tremendo placer llamaba “dulce hogar”. Aquél sonido provenía del
departamento de al lado, y fue acompañado en coro por una voz hermosa, delicada
y bella irónicamente maldiciendo en voz alta, y una sonrisa de simpatía y ternura
en mi rostro rompió con ese enorme matiz gris y triste que rodeaba mi vida,
cosa que duró solo por un segundo, puesto que la realidad no dejaba de gritar
dentro de mi cabeza cínicamente con tal de que no fuera a olvidarme de ella,
así que no solo ausente de entusiasmo, sino que armado con una ligera decepción
terminé de vestirme para ir a preparar una taza de café mientras pensaba en
ella.
Después de un
apurado e improvisado desayuno tomé mis artículos personales y salí de mi
departamento con prisa, divagando sobre las posibles consecuencias de arrojar
por la ventana al ruidoso y sucio perro de la vieja vecina con características
similares que vivía al final de pasillo, solo para encontrarme a punto de
chocar con esa delicada figura, tan hermosa y frágil que pareciera que se
rompería…
-¡Ah! Lo siento, no
te vi, ¿estás bien? –dijo con una voz dulce la hermosa chica del departamento
de al lado después de tropezar conmigo. Ella cargaba una bolsa rasgada con
trozos de vidrió transparente dentro y que goteaba un líquido color marrón.
-Sí,
muchas gracias, tú, ¿estás bien?
-Sí,
lo siento, no estaba prestando mucha atención.
-Yo
tampoco –dije mirando la bolsa que tenía ella en la mano, la cual estaba a
punto de desmoronarse en el piso.
-¿Necesitas
ayuda con eso? -pregunté
-Por
favor –contestó
-tengo
una caja en mi departamento que estaba a punto de tirar, iré por ella.

Abrí
la puerta y tomé la caja con unos cuantos papeles y revistas que estaba cerca,
luego, le ofrecí poner la bolsa dentro.

-Muchas
gracias –dijo ella
-No
es nada
-¿Vas
saliendo para el trabajo?
-Así
es, que emoción –contesté en un tono sarcástico mientras caminábamos hacia el
elevador del edificio, pero extrañamente me invadió una fuerte sensación de
comodidad y felicidad, si podemos llamar así a una sensación propia de mi
persona
-¡Gracias
por ayudarme! –exclamó
Un
instante después, justo al llegar cerca del elevador, su rostro cambió de
amistoso, a uno de dolor mientras rápidamente colocaba su mano en su boca. Ella
se dio la vuelta y caminó rápidamente hacia su departamento inclinada ligeramente
hacia adelante y con la otra mano a la mitad del abdomen; a pesar de que no
pude tener una conversación decente con ella, cosa que últimamente no resultaba
fuera de lo común, no podía evitar notar que la sensación no desaparecía, algo
similar siempre me rodea estando cerca de ella, consecuencia de haber estado
enamorado de ella tanto tiempo. Mas era un sentimiento que ni yo mismo quería
aceptar, por un hecho que era obvio; aquellos ojos enrojecidos, el cabello
despeinado con trozos de un extraño material amarillo sin un origen determinado
y el incuestionable olor a alcohol y tabaco hablaban mas de ella que sus
labios, y es preciso confesar que me causaba una repulsión incontrolable, mas
aún en esa facha tan antiestética, ella no perdía lo que era bello por naturaleza,
como esos enormes ojos color miel que cuando no estaban enrojecidos, brillaban
en el centro de una simpática mirada que te provocaba seguridad y confianza, perfecta
figura, hermoso y brillante cabello ligeramente quebrado color castaño claro,
que rozaba sus hombros blancos, una perfecta y suave piel, finos y delgados
labios rojos y una pequeña nariz redonda que convertían a Victoria en una de
las más hermosas chicas que alguna vez me haya dirigido la palabra, era un
contraste de cierta forma bizarro, era sin duda, un disoluto ángel. Pero claro,
yo no podría gustarle a ella, no era en definitiva el tipo de hombre que ella
quería, razón por la cual mis sentimientos permanecieron en secreto.
Mientras
bajaba por el elevador con la pesada caja solté un enorme suspiro, al tiempo
que recordaba aquella ocasión hace 3 años, en la que mi madre y su compulsiva obsesión
por la limpieza, sumada a una larga y difícil relación, me obligaron a tomar la
decisión de vivir lejos y de manera independiente; el día en el que llegué a
este departamento y por supuesto, el día en el que conocí a Victoria, fue el
mismo en el que todo comenzó a salir mal.
Victoria.

Recuerdo a alguien
repitiendo mí nombre…
-¡Victoria!,
¿Victoria, estás bien?
Recuerdo que la
música a todo volumen resultaba sofocante, el intenso aroma del humo de cientos
de cigarros hacía imposible el respirar, el suelo se movía bajo mis pies y todo
parecía estar muy lejos; caminé equilibrándome con una mano en la pared hacia
el baño de damas, el cual estaba a unos pocos pasos de donde me encontraba,
empujé la puerta y lentamente, caminé quedando frente al espejo, estaba tan
sucio que solo distinguía mi silueta y los colores de mi vestido, me acerqué al
primer cubículo que divisé, impulsé la puerta y me fue indiferente observar la
espalda desnuda de la mujer de cabellos rubios que allí se encontraba, sentada
de piernas abiertas sobre un hombre con una botella de cerveza en la mano.
Caminé unos pocos pasos más, abrí la puerta del siguiente cubículo y caí de
rodillas ante el excusado en su interior; tosí hasta expulsar más de un litro
de vodka con refresco de cola, sumado a algo que parecía mi desayuno.
La iluminación era
muy escasa, una tenue luz verde alumbraba el baño de suelo y paredes de
concreto, los entrepaños estaban rayadas con varias frases de caligrafía
deforme, la tubería plateada que se encajaba en el muro, brillaba reflejando mi
cara mientras me encontraba de cuclillas vomitando y con un mareo tremendo, mi
cabello y mi vestido se habían manchado y comenzaba a sentirme repentinamente
somnolienta, decidí que era hora de levantarme e irme a casa, el pequeño reloj
plateado en mi muñeca marcaba ya las tres de la mañana, y no tenía idea de cómo
podría conducir hasta mi departamento en ese estado; a los pocos pasos después
de haber salido del baño todo se puso oscuro y apenas pude sentir el suelo
golpear mi brazo derecho.
Desperté en la cama
de mi departamento, acostada mirando hacía la pared con una ropa distinta al
vestido que había usado la noche anterior, volví la mirada hacia el otro lado,
a la almohada que se encontraba junto a la que sostenía mi cabeza, y miré un
papel amarillo sobre ella.

Victoria:
Llámame a mi celular cuando despiertes.
Te quiere: Amanda.

Amanda, mi amiga, se
encontraba en aquel club en busca de un puesto como camarera y descansando del
trabajo que ya tenía, el cual sin lugar a dudas hacia sin ganas y, más bien con
un tremendo desagrado, únicamente por necesidad de pagar la renta de su pequeña
casa y tener algo que comer; ella debió de haberme conducido hasta aquí.
Me levanté con el
único objetivo de encontrar algún medicamento efectivo para disminuir el agudo
dolor de cabeza que tenía, y agradecí que las cortinas de la ventana de mi
balcón estuvieran cerradas, pues la luz del sol me hubiera resultado
insoportable; recordé que tenía una caja de pastillas que cumplirían esa
función en la alacena y me propuse a alcanzarlas rápidamente para poder volver
a la cama, pues no estaba predispuesta a moverme mucho ese día.
Caminé hacia mi
pequeña cocina y elevé mi brazo derecho para abrir la gaveta que estaba en la
parte más alta de un gran mueble, el cual tenía entre otras cosas, botellas, cajas
de cereal, galletas etc. y accidentalmente empujé una de las botellas de
cristal que contenía whiskey; esta se partió en pedazos al chocar contra el
suelo. El sonido resultó extremadamente desagradable para mis oídos y en
realidad me sentía del peor humor como para lidiar con ese tipo de molestias.
-¡Ah, botella de
porquería!
Después de gritarle
al charco de alcohol, alcancé la caja de pastillas, levanté la tapa de cartón,
saqué el blíster que solo contenía una de ellas y me la eché a la boca, después
serví un poco de agua en un vaso que estaba cerca y le di un pequeño trago,
luego alcancé la escoba y barrí los
restos de vidrio que estaban en el suelo. No tenía ánimo en absoluto para
realizar esa tarea, pero sabía que si no limpiaba ese desastre, más tarde lo
olvidaría y podría lastimarme, pues solía caminar sin zapatos por el
departamento.
Recogí la basura,
sintiéndome fatal y preguntándome como es que llegué a tener tanta dependencia,
pero por más que pensaba en eso, nunca encontraba un por qué, simplemente pasó.
Puse los vidrios en una bolsa, después
vi mi celular sobre la barra que usaba para desayunar y marqué el número de
Amanda, el cual recordaba a la perfección, pues la llamaba constantemente y
tuve que alejar un poco el teléfono de mi oído para que el sonido no me
molestara. Ella con amistosa voz me respondió:

-¿Hola?
-¿Amanda?
-¡Victoria!
¿Cómo estás?, Que buen golpe te pusiste anoche.
-Ni
me lo digas, pero supongo que tú me trajiste a mi departamento- dije después de
aclararme la garganta.
-Así
es, te cambié el vestido porque estaba muy sucio, dejé tus llaves sobre tu
mesa.
-Te
lo agradezco mucho, no sé qué pasaría si no tuviera a una amiga como tú, y
recuerda que puedes venir a vivir conmigo cuando lo desees- dije recordándole
mi propuesta de compartir el departamento mientras pasaba por ese momento
difícil y reflejando mi sincera gratitud.
-No
es nada Victoria, solo intenta tener más cuidado.
-Lo
tendré.
-Muy
bien, descansa, has de sentirte terrible.
-Y
no te equivocas, una vez más, gracias.
Colgué el teléfono,
tomé mis llaves y tomé de mala gana la bolsa de plástico para poder arrojarla
en el contenedor que albergaba todos los desperdicios del edificio, los cuales
después eran recolectados por un camión; así que salí por la puerta aún con el
feo dolor de cabeza, y tropecé con Arón, el vecino del departamento de junto,
quien salió de su respectivo hogar, limpio y bien vestido con una camisa blanca
y pantalones de vestir, él tiene el cabello oscuro y rizado, ojos café obscuro
y labios finos, es delgado y además tiene una barba muy corta, en realidad era
bien parecido. Es alto, como de 1:80 y en realidad al tropezar con el parecía
que ni siquiera lo sintió, pero de inmediato me disculpé, pues sabía que yo
estaba sucia y no quería causar ningún incidente. El se ofreció amablemente a
ayudarme con la bolsa, la cual se rasgó con los vidrios rotos, tomó una caja de
su departamento, luego colocó la bolsa dentro y la cargó hasta que llegamos al
elevador.
Hice un intento por
ser amistosa disimulando mi malestar físico, con la intención de que Aarón no
fuera a pensar que me aprovechaba de sus atenciones e intenté iniciar una
conversación con él, pero muy inoportunas llegaron unas repentinas náuseas y
solo pude gritarle las gracias por la ayuda justo antes de salir disparada a mi
departamento no solo sintiéndome enferma, sino extremadamente apenada por
igual.


La cruda verdad.

Victoria era una
chica hermosa, pero no solo su belleza me conquistaba, resulta que teníamos
muchas cosas en común, a pesar de la inmensa diferencia de conducta y por
supuesto que de aroma, no obstante, ella era un desastre total, no pasó un día
desde hace 4 meses sin que la viera ebria, con resaca, con la ropa de otro
hombre impregnada de quien sabe que sustancias diferentes o simplemente no la
veía en lo absoluto. Con cierta frecuencia llevaba personas a su departamento,
pero nunca hacían ruido para después de las 3 o 4 de la mañana, pues no pasaban
nunca la noche ahí, a menos claro que fueran un ente masculino, fornido y/o con
mucho dinero. Pero con frecuencia la escuchaba llorando, deseando que su
situación fuera totalmente diferente.
El día en que la
conocí, el elevador del edificio se encontraba averiado y tuve que usar las
escaleras para subir varias cajas que traía desde casa de mi madre, ella estuvo
a punto de caerse, lo cual hubiera resultado mortal, pues estas escaleras son
muy altas; ella iba bajando y yo subiendo, cuando dio un paso demasiado largo y
perdió el escalón, así que pude detenerla del brazo y evitar que terminara casi
5 metros más cerca del infierno, aunque las cosas que llevaba cargando no
tuvieron la misma suerte, claro que solo era una caja que en su mayoría tenía
discos viejos que ya estaban muy pasados de moda y en mal estado. La mirada que
tenía de inmediato me dejó sin palabras, ella se sonrojó y me dijo sonriendo:
-Que susto, te lo
agradezco mucho.
-No es nada…- dije
sin dejar de mirarla con tanto asombro. Usaba una delgada blusa con tirantes de
rayas horizontales rojas con blancas, unos jeans color negro y botas altas con
tacones cortos. La luz del sol que entraba por la ventana arriba del descanso
iluminaba su rostro, haciendo brillar sus hermosos y enormes ojos.
-Déjame ayudarte a
recoger tus cosas- dijo levantando uno de los discos que quedaron cerca de
nosotros.
-Son solo un montón
de CD´s viejos.
-Pero si aquí
tienes muchísimas obras de arte, espero no se hayan dañado.
-No se notaría la
diferencia.
-Tienes buen gusto-
dijo ella mirando la contraportada de un álbum de jazz de entre el desorden que
estaba tirado.
-Gracias- dije con
la sensación de haberme sonrojado.
Terminamos de
levantarlo todo y se ofreció para ayudarme a llevar los discos a mi
departamento mientras le contaba que acababa de mudarme; mencioné el número de
mi apartamento, el 107, en el quinto piso, ella se sorprendió y dijo que el
suyo era el 106.
-¡Parece que somos
vecinos!- Dijo sonriendo al tiempo que giñaba su ojo derecho, agitando sus
largas pestañas.
Llegamos a mi
departamento y dejamos las cosas cerca de la entrada, le ofrecí pasar
explicándole que en realidad no tenía aún muchas cosas dentro y no tendríamos
lugar para sentarnos, a lo que ella respondió ofreciéndome ir al suyo;
caminamos unos escasos metros para encontrarnos frente a una puerta de madera
con una pequeña placa de metal con el número 106 grabado en ella. Abrió la
puerta y me encontré en un departamento exactamente igual al mío, pero decorado
de diferente manera, con pinturas, libreros y una pequeña sala que estaba en la
pared contraria a la que contenía el marco de la puerta. Ella dio unos cuantos
pasos a la izquierda para dirigirse a su cocina y me ofreció una taza de café.
-Olvidé que el
diseño de todos los departamentos en el edificio es igual.
-A mí me parece
acogedor.
-Supongo que el
dueño pensó lo mismo cuando no quiso pagar por un arquitecto.
Ella se rió y me
ofreció sentarme en su sala, que constaba solo de dos sillones color crema,
unos segundos después ella llegó con dos tazas de café en las manos.
-Ya lo tenía
preparado, espero que aún siga caliente, ¿necesitas azúcar?
-No, negro está
bien, y muchas gracias.
-Ser amable es lo
menos que puedo hacer después de haber estropeado tus discos; me llamo Victoria
por cierto.
-Yo me llamo Aarón,
y no te preocupes, estaban en mal estado de todas maneras.
-Aun así, vi copias
de muchos clásicos, y me parece que vale la pena guardarlos- declaró.
-¿Conoces esa
música?- preguntó
-¡Claro! Me encanta
el jazz y la música clásica, también resulta que me encanta “Three days grace”,
tienes gustos no solo buenos, sino muy variados.
Fue curioso que ese
día mencionara aquella banda de rock pesado, en especial después de todo lo que
ha pasado en estos 3 años. Si antes no podía dejar de escuchar la canción “I
hate everything about you” sin pensar absolutamente en lo que sentía por ella, ahora
no puedo escucharla sin soltarme en un mar de lágrimas.
Después de ese día
ella y yo nos volvimos muy buenos amigos, con frecuencia pasábamos largos ratos
conversando y por supuesto que para ese entonces ella ya bebía, pero se
moderaba bastante, no fue sino hasta que conoció a esa meretriz que comenzó a
desviarse exponencialmente.
Mi concentración se
vio interrumpida por el sonido de la campana del elevador que había alcanzado
la planta baja, así que decidí apresurarme para alcanzar el contenedor de basura,
tirar la pesada caja con revistas y los vidrios rotos con olor a whiskey y
partir para el trabajo, esté día me alegraba salir temprano, pues los sábados
solo trabajaba medio turno y mi asquerosa rutina variaba al menos un poco.
Saqué las llaves de mi auto tipo Sedán, color azul 1997 que estaban en mi
bolsillo y lo encendí para dirigirme a una de las cosas que hacía mi vida solo
un poco más patética de lo que ya era, mi empleo.

12:00 pm.

Los síntomas de la
resaca no desaparecían, así que decidí tomar otra pastilla, ahora opté por una
de potasio, pues el problema era que me había quedado sin píldoras para el
dolor de cabeza y la última yacía flotando en algún lugar de mi excusado, por
lo que tendría que soportar el dolor. Me levanté, pues había quedado de rodillas
otra vez, la diferencia era que estaba en mi baño y el aroma del ambiente era
bastante más soportable. Caminé hacia mi cocina y busqué la pastilla, para
colmo, el frasco estaba vacío, así que tomé un plátano de una canasta que tenía
en mi cocina y le di una enorme mordida, luego le di un gran trago a una de las
muchas botellas de vodka en una de las repisas y regresé a la cama, encontré mi
vestido de la noche anterior entre el resto de la ropa sucia en mí cuarto y
divisé mi reproductor de mp3, me puse los audífonos, y ya acostada, me quedé
inmóvil por un buen rato, pensando en el día que Aarón llegó a vivir en el
edificio.
Yo iba bajando las
escaleras para buscar mi correspondencia en el enorme mueble cuadriculado en la
planta baja del edificio cuando lo vi, iba vestido con una camisa negra de
rayas y cargaba en sus manos una enorme caja de cartón. Lucía bastante bien y
me pareció un tanto atractivo, pero al parecer me distraje mucho y no calculé
el espacio de la huella de los escalones así que solo observé el suelo
acercarse rápidamente hacia mí, pero repentinamente se detuvo y escuché el
sonido de varias cosas impactándose una y otra vez contra el suelo. Aarón me
había detenido de la muñeca soltando la caja que traía cargando con unos reflejos
bastante buenos, y me salvó de ir a parar al hospital, me sentí por poco, menos
apenada que al irme corriendo dejándolo hablar solo al pié del elevador en el
pasillo, la diferencia fue que pude ofrecerle mis disculpas y ayudarlo a
levantar todos los discos que tenía en la caja que soltó para ayudarme, ahora mi única agradecimiento
fue una muy simbólica bolsa de basura.
El día que lo
conocí estuvimos platicando en mi departamento por un par de horas, me pareció
una persona interesante, inteligente y con muchas ilusiones, además de que
siempre me ha parecido atractivo. Nos conocimos bastante bien, excepto que
omití el pequeño detalle de mi creciente problema con el alcohol, aunque él lo
descubrió poco tiempo después. Hoy día solo se encuentra deprimido por que no
ha logrado nada de lo que tenía planeado, y además se le nota siempre que algo
lo incomoda, aunque nunca supe de qué se trataba.
Me quedé medio
dormida y soñé algo que parecía tan real que ni en un millón de años hubiera
notado la diferencia, además de que no hubiera escogido quedarme menos tiempo
que eso. Soñé que Aarón estaba parado frente a mí, luciendo una hermosa
vestimenta elegante, y yo no me quedaba atrás, pues tenía un vestido de charol
rojo y zapatos de tacón alto; nos encontrábamos en un lugar muy alto, el viento
soplaba fuerte pero yo no sentía frío, él daba un paso hacia adelante, se
inclinaba y me besaba en los labios con tanta ternura como la de mi primer
beso, la sensación fue la mejor y la más intensa que haya sentido en años,
lamentablemente, terminó tan rápido como empezó, pues repentinamente el
desaparecía junto con todo lo demás a mi alrededor, lo único que pude escuchar,
fue su voz a una larga distancia gritando mi nombre.
Al poco rato
desperté sintiéndome mejor de la resaca, pero sudando y respirando
agitadamente, me quité los audífonos que tocaban algo de música clásica y
decidí tomar un baño, el reloj marcaba las 12:00 pm en punto y quería ponerme
un poco más decente. Me quité la ropa y salté a la ducha, minutos después salí
y me puse una blusa negra de manga corta, vaqueros azules, y zapatos de tacón,
tomé el teléfono y marqué el número de Amanda, pues estaba dispuesta a
invitarla a pasar un rato de entretenimiento sobria y distraerme un rato.
-¿Hola, Amanda?
-Hola Victoria, ¿cómo
te sientes?
-Bastante mejor
gracias, Escucha, hoy no tengo nada que hacer, así que estaba pensando que
podríamos ir a algún lugar.
-Recuerda que tengo
que trabajar, pero escucha: ¿por qué no vas más tarde al club? Tendrán un
evento especial y yo tengo que ir a una segunda entrevista de trabajo- dijo
ella.
-No lo sé, no
quisiera repetir lo de anoche.
-Anímate, basta con
que tengas cuidado esta vez, sé que puedes manejarlo- Insistió.
-De acuerdo, pero
solo será un rato- dije un poco resignada y pensando en Arón.
-Te veré ahí a las
8:00pm ¿de acuerdo?
-De acuerdo.
Colgué el teléfono
y me encaminé a la salida del departamento para ir a comprar aspirinas a la
farmacia y cuando abrí la puerta me encontré una vez más con Aarón abriendo la
puerta de su departamento, el me miró y dijo:
-Hola.
-Hola, ya estás de
regreso- dije lo más amable que pude.
-Así es- declaró un
tanto apático.
-¿Qué tal te fue?
-Sin novedades,
pero me alegra estar de regreso– dijo con una disimulada sonrisa en los labios.
Sin querer y sin
que me diera cuenta en absoluto, esa sencilla atracción que sentía por Aarón se
convirtió en algo más significativo en los últimos meses. Aunque parezca
patético, el comprendería a la perfección la soledad que sentía por dentro,
pues siempre intentaba llenar esa sensación con alcohol, pero ninguna botella
era lo suficientemente grande.
Tenía una ilusión,
imaginaba que si encontraba a alguien que me comprendiera, que me quisiera por
cómo era y no por cómo me veía, las cosas habrían cambiado infinitamente, todas
más fáciles, más felices, además de que ese vacío, se convertiría en una
sonrisa. No estaba del todo segura de como sentirme con respecto a esa idea, en
especial por el sueño que tuve minutos antes, así que decidí de manera
apresurada y abrí la boca con el impulso de haberme hecho a la idea de sentirme
así de bien.
-Oye, estaba
pensando, ¿te gustaría ir a comer algo?
-¿Ahora?- preguntó
el un poco sorprendido.
-Sí, ¿por qué no?
-Vaya, sucede que
estaba a punto de terminar algunos trabajos pendientes y…
-Ah, muy bien,- lo
interrumpí- entonces no importa, será en otra ocasión.
El notó el drástico
cambio en mi tono de voz y dijo:
-¿Qué tal un poco
más tarde?
-No estaría mal-
dije al tiempo que cerraba la puerta de mi departamento y caminaba hacia el
elevador sin saber qué es lo que debía sentir o que es lo que no debía.

Cena para dos.

El ruido incesante
del tráfico me hacía casi inalcanzable pensar con claridad, pero no podía
evitar sentirme feliz de haber soportado 4 horas de tortura burocrática y al
fin poder liberarme de ella, mas tampoco podía evitar pensar en Victoria, el
verla antes de partir, hizo que toda mi mañana cambiara, mis sentimientos
estaban tan confundidos que era prácticamente imposible decidir si estaba
deprimido, o escasamente feliz, estaba muy enamorado de Victoria, me parecía
hermosa de pies a cabeza, inteligente, creativa, y simplemente no conocía a
ninguna persona mejor que ella, claro está que este fenómeno solo se presentaba
cuando su aliento no podía ser usado para encender una fogata. El tremendo
rechazo que sentía por las personas con este tipo de problemas, radica en el
hecho de que mi padre se comportaba de la misma manera, mi madre aún tiene
cicatrices que cuentan historias horribles, cada una por separado, ¿y yo? Pues
yo tenía solo una, una que no se podía ver, pero que era más grande que
cualquier otra, una que no había cerrado del todo aún después de tantos años.
Las incontables memorias de los sollozos de mi madre, los gritos de mi padre, y
mi oso de peluche comprimiéndose entre mis brazos que lo abrazaban fuertemente
para consolarme por todas las barbaridades que escuchaba venían a mi mente cada
vez que la veía a ella.
Llegué al
estacionamiento del edificio y bajé del auto; en todo el camino entre el coche
y mi departamento, no dejé de recordar a mis padres, cosa que me puso de un
humor aún peor que el de costumbre, a pesar de ser un sábado de poco trabajo.
La campana anunció la llegada a mi piso, y me dirigí a mi departamento tan
pronto las puertas del elevador se abrieron; saqué mis llaves, seleccioné la
indicada y la metí dentro del picaporte, pero me quedé paralizado al escuchar a
poca distancia, a Victoria, saliendo de su respectiva morada; la miré ya
arreglada y decidí saludarla, ella se encontraba de muy buen humor y por un
segundo se quedó mirándome antes de decir:
-Oye, estaba
pensando, ¿te gustaría ir a comer algo?
Yo seguía pensando
en todos mis traumas de la infancia y no me sentí muy convencido en ese
momento, pero no podía quedarme callado, el problema fue que para cuando pensé
bien las cosas, mis labios ya se habían movido; le dije algo que sonó a
pretexto desde cualquier punto de vista y ella me interrumpió con una mirada de
decepción que podía verse a kilómetros de distancia; intenté reparar el daño y
le ofrecí que comiéramos algo un poco más tarde, ella dijo algo en voz baja que
pareció ser una afirmativa, y mirando hacia el suelo, dio meda vuelta y se fue.
Entré a mi
departamento y no podía sentirme más como un idiota, sabía que tenía que
superar de alguna forma todos esos complejos que evitaban que solucionara el
acosador problema que no me dejaba dormir bien desde hacía ya 3 largos años,
sabía también que los tiempos no eran los de antes y tal vez el problema de
esta chica tuviera solución, o incluso tal vez podría afrontarme a ella,
decirle lo que sentía y así podría sentirme más libre, así que decidí enmendar
las cosas y tomé mis muy usados utensilios de cocina.
Comencé a preparar
lo único que aprendí a hacer desde hacía ya mucho tiempo mirando cocinar a mi
madre; no fue nada ostentoso puesto que no era muy buen cocinero y más que nada
me entretuve pensando sobre lo que sentía, así que tomé la decisión de servir
ensalada, y de hacerme valiente para poder decirle a Victoria que yo estaba
dispuesto a ayudarla, puesto que sentía algo especial por ella.
Dieron las 3 de la
tarde y por fin terminé de preparar la pasta, y la mescla de verduras verdes,
pensé que debía sorprenderla y tener una agradable conversación como las que
teníamos antes de que el alcohol dominara por completo su vida; un lindo rato
en el que pudiéramos convivir como antes lo hacíamos y que tal vez pudiera
recordar todo lo que me enamoró de ella. Me sacudí las manos y salí de mi
departamento, me acerqué a la puerta con el número 106 en ella, toqué con tres
ligeros golpes esperanzado de que ya hubiera regresado y esperé a que ella
saliera.
A los pocos
segundos ella abrió la puerta y se sorprendió de verme, así que me apresuré a
preguntar:
-¿Aún tienes
hambre?
-A decir verdad,
si- respondió ella mostrándose un tanto tímida.
-¿Por qué no vienes
a comer a mi departamento? Preparé algo de comida.
Ella sonrió y me
pidió que aguardara un segundo, entró a su departamento y al poco rato salió
con un abrigo en la mano cosa que me pareció bastante rara, pero no le di
importancia, así que la conduje hasta mí cocina, le ofrecí una silla, y serví
el spaghetti con la ensalada frente a nuestras sillas en la barra de la cocina.
-Que sorpresa- dijo
ella.
-Yo te dije que
comeríamos más tarde, ¿qué clase de persona
come pasta medio quemada a las doce del día?- dije sonriendo.
-Te lo agradezco
mucho.
-No tienes nada que
agradecer- afirmé
Pasamos unos
minutos charlando sobre mi trabajo, mi experiencia con el despertador todas las
mañanas, y las últimas recopilaciones de jazz transmitidas en la radio; nos
encontrábamos riendo y tranquilos como de costumbre, así que al cabo de unos
minutos le dije:
-Tiene mucho que no
sé nada de ti, dime, ¿Qué has hecho?
-No hay mucho que
contar, eh estado fuera- dijo un tanto vacilante.
-Más fuera que
dentro.
-¿Qué quieres
decir?
Pensé que era el
momento de decirle lo que tenía pensado, solo que no tenía idea de donde
comenzar, a decir verdad, estaba más que nervioso, pues estaba a segundos de darle
la cara a algo tan grande como lo eran mis sentimientos por victoria; así que
sin pensarlo, fui directo al grano.
-Eh notado que
últimamente las cosas han estado diferentes, no quiero sonar como un padre,
pero la verdad es, que me preocupo por ti, y quisiera ofrecerte ayuda con tu
problema.
Victoria se quedó
pensando durante unos segundos y dijo:
-Sé a qué te
refieres, y tienes razón, las cosas no pueden seguir así.
-Me alegra que lo
veas de esa manera, aunque no lo creas, yo te entiendo- dije extendiéndole mi
mano con la palma hacia arriba. Ella sonrió y me tomó con sus suaves y delgadas
manos.
Recordé por un
instante más a mi madre y a mi padre, pensando esta vez en que las cosas serían
diferentes, así que viendo lo bien que se lo estaba tomando Victoria, se me
ocurrió que sería buena idea contárselo todo, lo que sentía por ella, y esa
parte tan oscura de mi vida personal
-Después de todo se
debe de sentir horrible despertar al lado de un hombre que no quieres.
Ella de inmediato
retiró su mano y exclamó:
-¡¿Que quisiste
decir?!
De inmediato me di
cuenta de mi error al expresarme eh intenté corregir:
-Lo que quise decir
es que hay un problema que se tiene que solucionar…
-El problema es que
crees que soy una ramera- me interrumpió claramente enfadada.
No quise que las
cosas se salieran de control, pero por un segundo concluí algo que en realidad
era obvio, ella no es usualmente así de impulsiva, muy probablemente bebió algo
antes de venir aquí; decidí ponerle fin a ese ridículo estímulo de enojo y con
calma le dije:
-Lo que digo es que
tú amiga Amanda…
-¿Ella también es
una ramera? ¡Aarón! Te eh dicho que esa pobre mujer no tiene nada.
-Escucha Victoria,
lo que te quiero decir es importante.
Su tono de voz
repentinamente se calmó, y con la mirada apuntando hacia abajo dijo:
-Me imagino que lo
es, pero creo que puede esperar a otro momento. Discúlpame.
Ella tomó el abrigo
que había colocado en el respaldo de la silla y se marchó hacia su
departamento.
Algo parecido a “Fernando”.

Me sentí mal de pensar que Aarón no quería comer
conmigo, y aunque intentaba pensar en otra cosa de camino a la farmacia, en mi
mente no dejaba de hostigarme la idea de que sentir algo por Aarón era una
tontería, éramos muy buenos amigos y a causa de mis descuidos las cosas
cambiaron de forma, sé que ni él ni nadie podrían querer a una alcohólica como
yo, y no hay poder en el mundo que haga sentir peor a una persona que la
soledad.
Pagué una gran caja de aspirinas y regrese a mi
departamento indignada y deprimida, arrojé la bolsa con las medicinas en uno de
los sillones de mi sala y me senté con los codos apoyados en las piernas y la
cabeza entre las manos, sabía que mi problema era grave, y el hueco que sentía
dentro de mí, parecía ser cada instante más profundo. Miré la botella de vodka
que estaba más cerca en la cocina y aun sabiendo que esa era la causa de mi
problema, le di 3 enormes tragos, pues simplemente no podía evitarlo, no tenía
ninguna motivación por dejarlo, solo necesitaba tener un “por qué” para poder
hacer el intento, pero todo parecía salir mal.
Me quedé sentada con la botella en la mano
intentando poner la mente en blanco por no sé cuánto tiempo hasta que escuché
que alguien llamaba la puerta, me levanté sin ganas y al abrirla miré con
sorpresa la alta figura de mi vecino; antes de decir nada, me sorprendí aún más
cuando me invitó a comer con él, así que le dije:
-Espera un segundo, ¿sí?
Corrí a buscar un poco de refresco de cola y me
pasé por la boca un sorbo de enjuague bucal que había cerca del fregadero en la
cocina, tomé un abrigo y regresé a la puerta.
-De acuerdo, vamos- dije felizmente
Me llevó a su apartamento, yo no sentía muy
grave el efecto del alcohol, y para mi sorpresa él había preparado comida;
nunca lo vi cocinando, y la causa me resultó lógica unos minutos más tarde,
pues resultaba obvio que no tenía mucho talento.
Comenzamos a charlar y yo me sentía muy
tranquila, pero, me preocupaba un poco haber tomado demasiado vodka antes de
que llamara a mi puerta, no me di cuenta en lo absoluto de cuanto había mermado
a la botella. Me sentí muy relajada de saber que estábamos teniendo una
conversación como las de antes, todo fluía de maravilla y estaba feliz, pero de
repente me sorprendió con algo que siempre imaginé, pero que nunca vi venir. Me
dijo que él estaba consciente de mi problema, (cosa que en realidad resultaba
obvia) y que estaba dispuesto a ayudarme.
Mi corazón se aceleró y por un instante recordé
ese sueño y esas fantasías de alguien dándome esa comodidad y seguridad,
¡dándome ese motivo para luchar y buscar algo mejor!
Decidí que en realidad era posible que algo así
sucediera y me sentí muy feliz; noté que su mano estaba extendida invitándome a
sujetarla, y al acercar la mía, una emoción muy similar a la que sentí en aquél
sueño invadió el momento; él se quedó mirándome por un momento y sus labios se
movieron articulando palabras que yo esperaba fueran acorde al momento:
-Después de todo se
debe de sentir horrible despertar al lado de un hombre que no quieres
Yo me sorprendí y me indigné; retiré mi mano y
me sentía confundida, no sabía que pasaba, pero si sabía distinguir cuando me
estaban insultando; rápidamente le pregunté lo que insinuaba y no fue sino hasta
después que me di cuenta que el vodka y el repentino enojo, impulsaron la
agresividad en mi tono de voz.
El parecía intentar corregir lo que dijo, pero
en ese momento no lo pude ver, de pronto mencionó a mi mejor amiga Amanda bajo
ese mismo contexto despectivo al que se refería cuando dijo “Amanecer con un
hombre que no quieres” y mi enojo se multiplicó; elevé drásticamente mi tono de
voz defendiendo a mi amiga y para cuando estaba a menos de medio segundo de
terminar la última palabra de la frase, me di cuenta de que estaba actuando
como una loca. me sentí terriblemente apenada, solo me disculpé sin poder
mirarlo a los ojos y regresé corriendo a mi departamento; salté a mi cama justo
después de ir a recoger la botella de vodka, de la cual no podía separarme a
pesar de que me había hecho tanto daño, pues me resultaba imposible y lo peor
de todo, era que estaba consciente de mi situación, era un círculo vicioso
clásico; bebía, causaba problemas, me deprimía y en consecuencia bebía más.
Le di dos tragos más a la botella, la cual había
bajado ya más de 5 cm. Y comencé a llorar, no sabía cómo reaccionar; me quedé
tendida con los ojos como nubes en verano por un largo rato y terminé por tomar
aún más alcohol, me levanté ya menos consciente de mis acciones y sin que me
importara la hora, me adelanté a Amanda y salí directamente hacia el club.
Al llegar, tomé la decisión de pedir algo
diferente y seguí bebiendo cocteles, uno tras otro sentada sin voltear a mirar
a nadie; mi celular sonó y no contesté, por miedo a que Amanda fuera a
encontrarme bebiendo tanto otra vez. De pronto un bien parecido hombre alto, de
cabello rubio, corto y con una camisa con los primeros 5 botones abiertos se
sentó junto a mí; me saludó y ofreció comprarme otro trago; él se presentó pero
no le ponía atención en lo absoluto, dijo que su nombre era algo parecido a
“Fernando” desde que se sentó sabía cuáles eran sus intenciones, pero en
realidad no me importaba, así que decidí seguirle la plática, aunque para esas
alturas no sabía ni siquiera que es lo que estaba diciendo, los cocteles
hablaban por mí. Él, como la mayoría de los hombres en aquél lugar se veía como
el estereotipo del hombre hueco, tosco e irresponsable que solo busca
divertirse, aunque en realidad yo no era muy diferente a él.
Me sentía muy deprimida y no podía dejar de
pensar en Aarón; cometí un error fatal y seguramente lo había lastimado. Me
sentía tan mal que solo estaba buscando desahogarme, no había mucho que pudiera
hacer a esas alturas, aun así me resultaba sorprendente lo importante que resultaba
para mí lo que mi vecino pudiera pensar, estaba destrozada por dentro. La
realidad y mis pensamientos se conectaron por un instante, entonces comencé a
hablar sin parar, no paraba de repetir que me sentía mal, que necesitaba ayuda y
que me sentía sola.
-Necesito a alguien que esté ahí para ayudarme,
necesito que me escuchen y me apoyen, necesito alguien que me quiera.
El hombre
cuyo nombre era algo parecido a “Fernando”, estaba ahí y empezó a soltar un
discurso sobre que él era una de esas personas que te escucha, que te comprende
y un montón de cosas que había escuchado de mil y un maneras diferentes, todas
de diferentes hombres, así que me ofreció acompañarme, me tomó de la muñeca y
me condujo hasta su auto: yo en realidad solo veía a las personas pasar junto a
mí, como si fueran ellas las que se movían y no yo, pero solo pensaba que tenía
que regresar al edificio para arreglar las cosas con Aarón, así que aproveche
la oportunidad de transportarme sin arriesgarme a no llegar nunca conduciendo
mi auto en ese estado, y le dije a “Fernando” que fuésemos a mi departamento.
El manejó unas pocas calles y le señalé el lugar
al ver el edificio en el horizonte, después entró al estacionamiento y pensé en
agradecerle, y disculparme diciendo que no me sentía bien, pero él me
interrumpió y me preguntó el número de mi departamento; bajó del auto y se
encaminó a las escaleras, yo fui detrás de el con un pavor enorme de que Aarón
lo fuera a ver, pero las puertas del elevador ya se abrían frente a él.

La Carta.

Después de que Victoria salió por la puerta, yo
me sentía terrible, no supe manejar la situación, y cada parte de mí, decía que
tenía que seguirla, pero sabía que no solucionaría nada si ella se encontraba
así, por lo que decidí pensar mejor las cosas.
Las horas transcurrieron Lentas mientras pensaba
en si valía la pena enfrentarme a tanto miedo por ella, pero cada vez que
sentía alguna duda, venía a mi mente su hermosa mirada iluminada por la luz del
sol vespertino en el descanso de las escaleras, en aquél día hace tres años. Me
di cuenta de que mi error fue comenzar por la parte del problema; debía de
decirle primero lo que sentía, y que era por eso que estaba dispuesta a
ayudarla, así comprendería mejor las cosas, además, si me rechazaba como su
pretendiente y enamorado, al menos estaba seguro de que me dejaría ayudarla.
Decidí que la mejor manera de decirle lo que
sentía para no equivocarme, era con una carta, aunque sonara un poco infantil,
siempre encontré en el escribir, una enorme confianza para expresar mis ideas,
y después de que la leyera, yo estaría ahí para responder todas sus preguntas.
Después de encender mi computadora, abrir el
procesador de textos para redactar varios borradores, tomé una decisión, agarré
un lápiz, una hoja blanca y escribí:
Victoria:
Hay algo que te
eh estado ocultando desde hacía ya mucho tiempo, y creo que lo más conveniente
es que sepas, que mi intención al ofrecerte mi ayuda, no fue otra que la de ver
por ti, pues desde el día en el que te conocí, me dejaste impresionado, no solo
por tu belleza, únicamente comparable con lo más imposible, sino porque tú eres
la única que comprendió mi forma de ser, la única mujer que me hizo pensar que
los ángeles si existen; Victoria, ¡estoy completa y perdidamente enamorado de
ti! Te ruego que veas en mí, a una persona que te ofrecerá su apoyo
incondicionalmente, pues estoy dispuesto a ayudarte sin importar lo que pueda
pasar. Te agradezco infinitamente por haberme dado un motivo de hacerme crecer,
y por haberme hecho pasar los únicos ratos verdaderamente felices en los
últimos años.
Cuando estés
lista, estaré esperándote para responder todas las dudas que tengas.
Sinceramente
tuyo:
Aarón.
Al terminar de redactar la carta, la doblé y decidí ir a
entregársela personalmente, así que salí de mi departamento con el corazón
latiendo por encima de mi camisa, y llamé a su puerta. Esperé durante unos
minutos llamando por segunda vez sin obtener respuesta, luego noté que el
departamento estaba muy obscuro, así que sin pensar deslicé la carta por debajo
de la puerta, un segundo después me arrepentí, pues quería entregársela
personalmente, pero ya estaba fuera de mi alcance, por lo que solo regresé a mi
departamento y decidí aguardar hasta el día siguiente, pensando en prepararle a
Victoria una sorpresa, para que al día siguiente se alegrara si es que decidía
venir, así que comencé a pensar en algo lindo con lo que pudiera recibirla; de
igual forma, recordé que el día siguiente era domingo, así que imaginé que la
llevaría a dar una vuelta por la ciudad, y pasaría el día entero con ella para
que las cosas comenzaran bien. Fui a mi cama y me recosté mirando hacia el
techo, comencé a imaginarme prácticamente mi vida entera a su lado; imaginé
como serían las cosas si lograba motivarla para que se recuperara y descubrí lo
feliz que sería si la tuviera a mi lado, las cosas serían completamente
diferentes y por primera vez me vería sonriendo en el espejo.
Me quedé pensando durante un muy largo rato y sin darme cuenta me
quedé dormido.
Al poco rato me despertó de golpe el sonido de un grito, no supe de
donde venía, pero de la pared contigua al departamento de Victoria, se
escuchaba la pesada guitarra de la canción “I hate everything about you” y
figuré que victoria ya había regresado a su departamento; lo siguiente que hice
fue pararme, ponerme los zapatos, lo cual resultó un poco difícil sin más
iluminación que la que entraba por la ventana de mi balcón; caminé apresurado
hacia la salida del departamento y cuando miré el pasillo, un hombre alto y
fornido con la pierna izquierda manchada de sangre se dirigía hacia el
elevador, mientras que la puerta del departamento de victoria estaba abierta.
-¡¿Quién eres tú?!- pregunte indignado sin obtener respuesta.
Entré para saber que estaba pasando y me coloqué frente a la puerta
de su dormitorio, volví la mirada y sin poder creerlo, un enorme y poderoso
grito se originó en lo más profundo de mi corazón, saliendo disparado tan
fuerte como una bala de entre mis labios.

El balcón.

Corrí para deslizarme entre las puertas que ya
se cerraban y quedé dentro del elevador con Fernando, el me preguntó qué en que
piso se encontraba mi departamento y le señalé el número 5, luego supe que él
no se iría hasta que le cortara las alas de acostarse conmigo, así que decidí
decirle que quería estar sola, pero él me pidió que esperara hasta que
estuviéramos en mi departamento, yo me negué pero el insistió, y mientras
estábamos ahí dentro, yo me moría de nervios pensando en la posibilidad de que
Aarón estuviera en el pasillo. El elevador alcanzó su destino y me aseguré de
salir primero para verificar que todo estuviera despejado, alcancé a divisar
que el lugar estaba desierto y no vi que hubiera luz saliendo por debajo de la
puerta del apartamento 107. Así que pensé que tendría más calma para pedirle al
tipo que se largara y poder pasar la noche en paz. Sin que me diera cuenta, el
sujeto me rebasó y se dirigió al pasillo en busca del departamento, encontró el
número que le indiqué y me esperó de pié junto a la puerta; yo me acerqué y le
comencé a explicar que no me sentía bien, que en realidad lo que quería era
estar sola y que lo sentía mucho, el pareció comprender y lo único que hizo fue
pedirme permiso para usar mi baño, pues aseguró que había bebido muchas
cervezas, así que abrí la puerta el entró siguiéndome por detrás; le indiqué el
camino hacia el baño por el pasillo, arrojé mi abrigo al sillón cerca de donde
aún yacía la caja de aspirinas y di un enorme suspiro; luego me di cuenta de
que estaba pisando algo, volví la mirada hacia abajo y vi un papel blanco
tirado en el suelo, lo levanté pensando que era publicidad y antes de que lo
viera, el sonido del pequeño estéreo en mi alcoba interrumpió mis pensamientos,
me acerqué rápidamente y vi a Fernando espiando entre mis cosas, así que me
acerqué a él y me dijo que tenía muy buena música, le quité el control del
estéreo y le pedí que se retirara, pero decidió no escucharme y se quitó la
camisa, luego me empujó a mi cama, no podía creer que esto estuviera pasando y
sin pensarlo dos veces, me volví boca abajo y busque la pequeña navaja que
estaba escondida debajo de mi colchón, la tomé y se la intenté clavar en el
primer lugar que estuviera a mi alcancé; la navaja alcanzó a clavarse en su
pierna y el me miró con unos ojos de demonio, luego me golpeó muy fuerte con su
mano derecha, y yo grité; luego miré como tomó su camisa y salió de la
habitación, yo estaba tendida en la cama con dolor y pensando en todos los problemas
que el alcohol había traído a mi vida, una vez más lo haché todo a perder y
Aarón se sentiría terrible si se enteraba, simplemente no tenía idea de cómo
las cosas habían llegado tan lejos, lo único que tenía claro, fue que estaba
hecha un desastre total, que mi vida jamás había estado en peores condiciones y
lo peor, que por mi culpa una buena persona había salido lastimada, Aarón en
realidad me gustaba, en verdad lo quería y era el único amigo que ofreció
ayudarme, estaba completamente sola sin él; todo fue peor una vez que escuché
su dulce voz preguntándole con ira a ese sujeto quien era, lo había lastimado y
estaba segura de que no iba a poder soportarme con ese problema, nadie en el
mundo debía de soportar la conducta
infantil y errática de una alcohólica con problemas sociales, era obvio que
Aarón y yo nunca podríamos estar juntos, así que decidí solucionar el problema
de una vez por todas.
Caminé hacia el balcón, subí a la cornisa, y
dándole una última mirada a mis recuerdos con él, imaginando cómo pudieron
haber sido las cosas, me dejé caer hacia el vacío, y hacia el fin de todo mi
sufrimiento…
Lo único que pude
escuchar, fue su voz a una larga distancia gritando mi nombre.

Domingo.

Esos momentos, que duraron solo unos segundos,
parecieron ser más largos que el resto de mis años de vida, unos momentos
eternos en los que su rígida y delicada silueta se inclinaba y desaparecía
frente al brillante cielo nocturno, unos momentos, en los que ví desaparecer a
la única razón de mi potencial felicidad.
Y aquí estoy: de pié
recordando como sucedió todo, en un sábado sin ninguna diferencia digna de
mencionar, un día como cualquiera que empieza con el sol en el horizonte y la
misma tediosa rutina carente de emociones, de frente a un simbólico ataúd de
madera cerrado, y sin ningún alma a mi alrededor, tomé la carta que estaba en
el piso del departamento de Victoria, y la coloqué encima de la fría tapa de
madera, luego me di la vuelta, y salí del edificio.
De regreso en mi
departamento, las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos, pero extrañamente yo
no me sentía triste, ni siquiera respiraba de manera irregular, solamente
sentía las gotas recorriendo mis mejillas, así que tomé lo más que pude cargar
en mis manos, la computadora, un par de libros, un poco de ropa, y bajé por las
mismas escaleras en las que la ví por primera vez; encendí mi sedán azul 1997 y
partí de regreso a casa de mi madre.

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