sábado, 13 de octubre de 2012

Los vendedores de vida.


Los vendedores de vida.
Todo el mundo se preguntaba el porqué y el cómo, pero hace muchos años que esa pregunta dejó de tener sentido para mi, hace mucho tiempo no me interesaba saber nada sobre el tema, solo me interesaba que las cosas fuesen como tenían que ser, como yo siempre he querido que sean, sin que me preocupe más el cómo o el por qué.
La chingada, decía el enorme letrero rojo que estaba arriba de esa puerta que siempre tengo abierta, el humo del cigarrillo desfilaba hasta morir en lo alto del techo, y el sabor amargo de la punta del filtro me llenaba el fondo de la garganta; me levanté de la rígida silla de madera, que se quejaba con un rechinido agudo, y lo arrojé por el umbral de esa puerta, detrás del cual solo hay un espacio sin fondo en el que siempre desecho lo que no me sirve, a riesgo de no poder recuperarlo nunca si me arrepiento de arrojarlo, y si me arrepiento, a no poder recuperarme nunca a mi mismo; en una ocasión y a pesar de su resistencia, arrojé en el a mi novia, y me arrepentí a los treinta o cuarenta segundos cuando todavía la escuchaba gritar y caer. Es una verdadera lástima (una de esas lástimas que te hacen llorar) que no pueda sacar a más mujeres como ella de una cajetilla, o de cualquier otro lugar…
Recuerdo todo lo que sucedió: “Cinco cadáveres más fueron encontrados en el perímetro de la…” anunciaba una voz procedente de una pequeña televisión, la cual se vio interrumpida por mí cuando cambié el canal. Estaba buscando comerciales, con el fin de encontrar a más vendedores de vida, pero al no tener suerte, me dirigí a la cocina para prepararme un café.
Los vendedores de vida se presentaban en fachas tan distintas, unas mejores que otras, algunas como mujeres hermosas y provocativas, otros como pobres diablos sedientos de alcohol, y otros como verdaderos vendedores profesionales, de traje y corbata, pero ninguno era capaz de ofrecerme lo que necesitaba: la vida que yo buscaba era de color blanco, todos presumían tener un poco de ella, pero siempre me encontraba con vida gris o hasta algunas veces negra, mal cubierta con pintura blanca.
-Esto es justo lo que necesitas- dijo en alguna ocasión uno de los vendedores, mostrándome en su mano un poco de vida blanca; yo me ilusioné, la miré con los ojos como lunas y le pregunté casi con desesperación:
-¡¿Cuánto quiere por ella?!
-Serian tres mil dólares.
En ese momento se me hizo un nudo en la garganta, el precio era una verdadera mentada de madre; una fría gota de sudor se paseó por mi frente y con mucho trabajo articulé:
-¿Está usted seguro de que ese es el menor precio?
-Así es -Contestó el.
Ese día solo decidí mirar por la ventana a esa pared de ladrillos, sosteniendo en la mano la pequeña pisca de vida blanca entre los dedos; recuerdo cuando la vida blanca apenas y me cabía en el pecho, apenas y cabía en la cocina, apenas y cabía en los pasillos, y ni se diga de la cama: cuando tenía a mi bella mujer a mi lado. En ese entonces, ella usaba como única pijama una de mis camisas y yo usaba mi piel y la suya, juntos podíamos ver por la ventana y la pared de ladrillos no estaba; veíamos a la calle, a las personas, a las flores, al viento… pero ahora solo estaba esa enorme, rígida, fría y sucia pared de ladrillos.
Levanté mi mano, y me comí la pequeña pisca de vida blanca, esperando entonces poder volver a disfrutar de la infinita belleza de las cosas más simples, de mirar lo hermosas que eran las nubes, de que una sonrisa aflorara en mi rostro… pero nada de esto sucedió.
-¡Me han estafado! –Grité desconsolado.
Aquella no era vida blanca, solo era una obra maestra de la piratería.
Había intentado muchas cosas: mujeres hermosas, alcohol, drogas, caprichos, placeres y excentricidades, pero ninguna me hacía producir vida blanca, necesitaba encontrarla en algún lugar pronto.
Un mes más tarde, otro vendedor de vida me dijo por teléfono que había producido un poco de vida blanca, pero que por necesidad debía venderla; yo lo cité y cuando se apareció en mi hogar, lo hice pasar a la sala, pues la había preparado para la ocasión. Yo me encontraba sentado en otra silla frente a la de mi invitado en un cuarto completamente vacío a excepción de nuestros asientos y nuestras presencias.
-Siéntese –le ordené señalando la silla de madera que estaba en el centro de la sala. Solo una pequeña lámpara que colgaba del techo iluminaba directamente a la silla, pero nada más lejano al lugar al que estaba apuntada la luz era visible.
-Buenas tardes –dijo el de forma cortés.
-Buenas tardes, ¿le importaría responder un par de preguntas? –Declaré saltándome toda formalidad.
-Para nada.
-Encadénese –le ordené al tiempo que unas pesadas cadenas caían del techo directamente en sus piernas; él se quejó pues estas le lastimaron las piernas, pero cumplió la orden al pie de la letra y se envolvió las manos y las piernas en ellas sin protesta alguna.
-¿Es verdad que usted tiene un poco de la vida blanca? –Le pregunté asediándolo con una mirada frígida y penetrante.
Los nervios le comieron parte de la voz cuando contestó que si. Yo me acerqué y le desabotoné la camisa, abrí su pecho, y busqué cerca de su corazón el delicado brillo de la vida blanca; ahí estaba, presumiéndose tan hermosa como la recuerdo de aquellas noches con mi rubia princesa. La tomé y me paseé por la habitación durante unos segundos, contemplando su hipnótico resplandor y limpiándome los residuos de sangre de mis manos en mi camisa.
-Nadie quiere vender su propia vida blanca –Le dije volteando súbitamente mi mirada carga de juicio hacia él.
-Mis hijos tienen hambre, daría todo por ellos, incluso la vida… ¿le molestaría cerrar mi pecho? Hace mucho frío.
-Lo lamento -me disculpé e inmediatamente lo cerré. -¿Cuánto quiere por ella?
-Esperaba obtener diez mil dólares.
-¡¿Qué?! ¿Qué les da de comer a sus hijos? ¿Huevos de oro?
-No señor, pero usted mismo lo dijo, esa es la vida blanca que me queda del día en el que nacieron y nadie quiere vender su vida blanca.
Durante unos segundos me quedé pensando; no tenía esa cantidad de dinero, pero mi desesperación era enorme, hacía ya dos meses que estaba deprimido, me la había pasado consumiendo la vida negra que nacía de la culpa y arrepentimiento que tengo por haber arrojado a mi muñequita de ojos verdes a través de la puerta del letrero rojo.
-Solo me quedan ocho mil. –Declaré con resignación.
-Usted parece necesitarla ¿no es así?
-Usted no tiene por qué meterse… -Dije enojado antes de que aquel viejo me interrumpiera diciendo:
-Perdone, no quise ser descortés, pero yo puedo vivir bien, mis hijos me provocan un poco de vida grisácea todos los días, lo único que nos falta es algo de comida.
La rabia se me bajó un poco y me resigné a confirmar la transacción bancaria por internet; de ahí desencadené al viejo vendedor de vida y me encerré en mi cuarto con mi nuevo tesoro en las manos.
Miré por encima de mis sábanas hacia el pequeño buró que estaba junto a mi cama y observé fijamente la foto que tenía con mi angelito de labios finos, la cual se presumía brillante con una finísima capa de polvo; una lágrima atravesó mi mejilla izquierda y alegre cerré la puerta del letrero rojo.
Cuando decidí comer aquella pequeña porción de vida blanca, escuché como la pared de ladrillos frente a la ventana se derrumbaba, la luz de la luna volvía a ser hermosa y una sonrisa en mi rostro se apareció como un pariente que regresa de un largo viaje. Me sentía feliz otra vez, podía escribir poemas alegres, podía cantar y podía reír.
Se me desbordaba el brillo de la vida por los labios y yo no paraba de disfrutar el dulce sabor de estar vivo, y estar vivo de color blanco. Aquella noche pude dormir tranquilo.
A la mañana siguiente, desperté con una resaca fatal, cuando consumes vida blanca que no es la tuya propia, se corta de improviso y el sabor de la vida negra regresa todavía más amargo de lo que pensabas que sabía.
De esa forma me declaré en banca rota económica y en alma-rota de vida, pues no me quedaba ya nada, y pareciera que lo que generaba la vida blanca en mí, cayó junto con mi florecita de perfectas curvas por ese enorme vacío detrás de esa puerta; al tiempo que ella caía, pude observar las lágrimas en su mejilla que decían: “yo sé que te estás equivocando, yo sé que estás cometiendo un error al hacerme esto, yo sé que te vas arrepentir y que te va a doler, yo sé que querrás recuperarme y no podrás, pero no lo digo para recriminarte o porque esté enojada, lo digo porque me duele saber que yo también me equivoqué, me duele saber que estás cometiendo un error, me duele que ambos nos vayamos a arrepentir, me duele que nos duela, me duele que querrás recuperarme y no podrás hacerlo.”
-Siempre supe que ella debió de arrojarme a mi, así al menos tal vez ya habría terminado de caer. –dije en voz alta a la puerta que había permanecido cerrada desde el día anterior, entonces tomé mi decisión, la vida blanca no puede obtenerse de nadie más, debe de obtenerse de si mismo, y sin la vida blanca, la vida no vale nada, sin ella, la vida deja de ser vida, la realidad deja de ser realidad, y sobre todo, uno deja de ser uno mismo, pero mi cuerpo ya no era capas de producirla, por lo que me arriesgué a alcanzar a mi reina de mi corazón quien tenía ya casi tres meses de ventaja cayendo, y soltando una lágrima y el filtro del cigarrillo, di un paso al frente atravesando el umbral de la puerta del letrero rojo y me dejé caer al vacío, con la esperanza de que mi musa de hermosa sonrisa no hubiese terminado de caer y hubiese encontrado en el fondo, si es que existe, a alguien más que si mereciera y apreciara tanta vida blanca que ella es capas de regalar libremente, bien sabiendo que podría hacer con ella cualquier otra cosa. Así me vi a mi mismo, buscando salir de ninguna parte para entrar a todos lados, buscando mi vida blanca.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Para siempre princesa


Como duele pronunciar las letras del adiós
Tanto como duele pensar que ya no somos dos
Me cuesta mucho admitir la realidad
Esa en la que solo dejas ver frialdad

Cada noche sueño con tus besos
Cada día solo te miro desde lejos
Estas de moda en mis pensamientos
En mi corazón son eternos los momentos

Puedo medir mi sufrimiento con lágrimas
y extrañarte siempre con las manos atadas
Puedo fingir que he logrado olvidarte
Puedo intentar no extrañar besarte

Pero mi princesa no te puedo ocultar
Que nadie amará tanto tu mirar
Como lo hice y lo haré siempre yo
De esa forma que nunca nadie calló

Yo te puedo todos los días prometer
Que mi princesa tu siempre vas a ser
Y aunque lo nuestro ya se haya terminado
A mi amor por ti nunca lo verás cansado

Amor me regalaste miles de tus besos
Y me obligaste a tener millones de deseos
Me regalaste gotas de tu cuerpo
y yo por ti daría todo mi tiempo

Compartiste conmigo muchísimos momentos
en el parque en la cama o con miles de pretextos
A mi no me queda ya mucho que regalarte
solo mi vida y mi alma si tu quieres arriesgarte

No te olvides nunca del calor de nuestro fuego
Pues yo nunca olvidaré que te juré amor eterno
Promesa que no se desgastará con el tiempo
Pues tú eres por siempre la mitad de mi universo

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Tus ojos verdes.

Me enloquecen esos divinos ojos verdes
Hermosos como todo en ese cuerpo que tienes
Preciosos regalos del cielo bellos y enormes
Con ellos entre hombres los suspiros son miles

¿Que no daría yo por besar y mirar esos ojos?
Tan de cerca como cuando solíamos estar solos
Todos los días los miro en sueños o en fotos
Y sin mi admirándolos se sienten tan rotos

...
Y para esos ojos no hay matiz como tu mirada
Que me derrite el corazón y me deja el alma encantada
Que me regala lágrimas y sonrisas fascinadas
Y que me inspira muchos cuentos poemas y sonatas

Y cuando tus perfectos ojos miran a otro hombre
Me llenan los celos y una sensación sin nombre
Pues no hace falta estar enamorado por siempre
Para saber que no existe mes mejor que octubre

En tus ojos me pierdo siempre que los miro
Pues no existe nada con más belleza y brillo
Que esas esmeraldas que marcan mi camino
Para hacerme pensar que amarte es mi destino

sábado, 25 de agosto de 2012

Tu cuerpo.


Tú, la más fina y perfecta figura
Ninguna belleza como la de tu cintura
Tu cuerpo fue dibujado divino y hermoso
Tu piel es de un sabor que se refleja en tu rostro

Me hace mucha falta mirar tu silueta
Me duele no acariciar toda su firmeza
Pues nada mejor he podido yo conocer
Que admirarte con amor cariño y placer

El peso de tu cuerpo se volvió una necesidad
Mirarte dormir le dio sentido a mi realidad
Nada más hermoso me he podido imaginar
Que tenerte cerca y poderte siempre amar

Cada centímetro de tu cuerpo me parece perfecto
De la punta de los pies hasta todo tu hermoso cabello
Cada segundo yo quisiera besarte
Hacerte mía y nunca jamás soltarte

Miro tu cuerpo con excitación y pasión
Miro tu alma con amor y enamorada obsesión
Lleno mi piel con gotas de amor y locura
Lleno mi corazón con pedazos de ternura

Frente a mi pecho hay un lugar
En el que prometes tu corazón no alejar
En mi corazón hay un vacío
Que solo llena tu voz y tu cariño

Estos momentos duran para siempre
Pues la primera y la última viven en mi mente
No solo con partes regaladas de mi corazón
Sino con toda mi vida por una sola ocasión

Poema No. 2


Tengo demasiadas palabras
Tantas como tengo lágrimas
Pero ninguna de ellas importa
Pues no me queda más que la derrota

De mi lado tú ya estás lejos
Ahora solo puedo verte en sueños
Y estos sueños se vuelven pesadillas
Porque en ellas mi amor ya no respiras

Escucho tu voz muy seca y fría
Veo tu mirada sin brillo y sin vida
Con mi corazón en mano te doy una sonrisa
Tu dices “no” y te alejas a toda prisa

Solo amigos dices que podemos ser
Como el amor de mi vida solo te puedo ver
La mujer perfecta siempre fuiste para mí
Lo supe desde el primer momento en que te vi

Mi corazón solamente quiere escapar
Pues tu ausencia no puede soportar
Siempre te amé e igual te voy a amar
Pues aunque quisiera no te podría olvidar

No sabes como quisiera despertar
Imaginar que el tiempo puedo regresar
Para tener una vez más tu corazón
Y no soltarlo jamás por ninguna razón

Ahora que decidiste de mí alejarte
Apartarte para siempre  y abandonarme
Te digo que tú jamás en realidad te irás
Pues en mi mente y alma tú siempre estarás

Perderte fue el error más grande de mi vida.
Si no te recupero puede que mi felicidad despida
No soportaría que alguien más te viera
Con ese amor que esperabas yo te diera

No puedo concentrarme mas que en el dolor
En el recuerdo de tu dulce y delicado sabor
Solo tus preciosos ojos de divino color verde
Son culpables de que todas las noches me despierte

Solo recordarte me mata por dentro
Pues tu mi amor fuiste todo el tiempo
Sin ti ni siquiera el aire tiene el mismo color
Pues a mi vida la falta tu intenso calor

martes, 14 de agosto de 2012

Solo un favor.


Te vas pero no regresas
quiero ir contigo pero no me dejas
Me escucho pero no me reconozco
pues mis oídos los ocupan mi sollozo

Jamás sentí dolor mas grande
Para ese para el que no hay anestesia
Tal vez mi error no fue imperdonable
pero quien no puede es mi consciencia

Parecía que yo a ti te hacía falta
pero quien dependía era mi alma
Todos hemos llorado por una mujer
por la horrible falta de ese hermoso ser

Me duele mucho el haberte alejado
pues veo lo difícil que es no estar a tu lado
No se que será lo que me duela más
será lo que lloré o me va a hacer llorar?

Tal vez yo mismo lo pensé durante un tiempo
que no funcionábamos creí por un momento
Jamás me escuché a mismo llorar tan fuerte
por pensar en alguien más que quiera tenerte

Podrán decir todos que no me entienden
Que otras cosas a mi feliz me mantienen
Les digo que ojalá yo mismo me entendiera
Pero que ahora el dolor es lo que me supera

Y peor aún es saber que no regresarás
Que si lo hicieras por amor no sería ya más
Que sin darme cuenta de mi lado te aparté
y que a mi mismo es a quien traicioné

Que yo te extraño jamás podré negar
Si dices que no te amo te vas a equivocar
Solo te pido como un último favor
Que no olvides que mi corazón a ti siempre te dará calor

domingo, 12 de agosto de 2012

Flor con aroma de mujer


Una belleza tan delicada que provoca mas miradas que suspiros
Una delicadeza tan bella que regala mas sonrisas que sueños
Hablo de una flor tan hermosa que pareciera de un cuento de hadas
Tan linda que al verla no parece real sino solo producto de locos desdeños

Las rosas tienen espinas, vestigios de prohibición que prometen dolor
Pero estas son parte de su belleza la cual no cualquiera pude ver
Los lirios son objetos de pasiones que siempre son de gran fervor
Y su fina silueta parece un recuerdo de nunca de los nuncas perecer

Pero mi flor es una mucho más hermosa, dulce y de garbo sin igual
Color de porcelana, piel de suavidad de nube, y aroma de mujer
Una escultura de rizos largos y mirada que te atrapa con una fuerza bestial
MI bella flor es ella y no le podré jamás negar que todo suyo yo quiero ser

domingo, 5 de agosto de 2012

La noche de Halloween mas horrible...

Era noche del popular "Halloween" cuando decidí salir a la tienda cercana a mi casa con el único propósito de comprar una bebida carbonatada y con ella, poder celebrar de mi particular manera el popular día: disfrutando algo del cine de Quentin Tarantino. Al cruzar el marco de la puerta de la entrada me encontré con los coloridos estantes llenos de abarrotes y demás productos cotidianos; paseándose frente a ellos, conté a dos personas: un pequeño niño de no mas de siete años y un hombre mayor, canoso, con una barba que me recordó a una blanquecina fibra de alambre para lavar trastes, el evidentemente tenía un gran problema de peso. Tras el mostrador el indiferente joven miraba una pequeña televisión a blanco y negro cuando me acerqué a pagar por mi asunto, acto seguido, una señora de piel obscura, quien no por su disfraz sino por su aspecto daba una nueva definición mas literal al término "noche de brujas" y que al igual que el hombre, tenía un muy grave problema de peso y una "decorativa" cantidad de vello en el bigote entro al lugar acompañando a una pequeña niña con un disfraz de calabaza, la cual se acercó cargando una pequeña bolsa y con una mirada simpática dijo dirigiéndose a mi:
-¿Me coopera para mi calaverita?
-Ahorita que me den mi cambio pequeña- contesté.
Sin decir nada la criatura se alejo y le dedico la misma pregunta al hombre que no paraba de atiborrar una canasta con cervezas y papas fritas.
-No tengo- mintió el hombre con un exageradamente fingido tono de resignación.
-Ándenle, coopérenle a la niña para sus dulces- intervino la señora antes de declarar guiñando un ojo-: o si no voy a venir por ustedes en la noche.

Con esa amenaza le doy todo lo que traigo, pensé fingiendo no haber escuchado lo que dijo, luego, el hombre se acercó a ellas colocando un billete rosado en la bolsa de la niña mientras decía dirigiéndose a la bruja:
-Yo le doy, pero si me dejas ir a mi por ti en la noche.
Justo después de hacer ese compromiso en un grotescamente pícaro tono de voz y al cual ella respondió con un rotundo "si", el tendero y yo nos miramos directamente a los ojos y sin otra cosa mas que prisa, abandoné el recinto ya con mi cambio en la mano pensando en que nada hubiera podido prepararme para tan aterradora noche de Halloween.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Prosopagnosia:parte uno.


Prosopagnosia.

 Ahí estaba, consciente absolutamente de cada detalle de ese instante tan trágico; las intensas luces alumbrando mi cuerpo entero, el pavimento mojado bajo mis pies que relucía el reflejo de los faros pertenecientes a los postes de luz en la acera; el cielo nocturno cubría la calle con 3 carriles de un solo sentido, con cientos de pequeñas casas a los lados. Recuerdo a la perfección todo en esa hermosa noche de otoño; en especial a ese enorme autobús aproximándose a tremenda velocidad para golpearme sin que yo pudiera hacer absolutamente nada para evitarlo. Todo fue muy diferente a como imaginé que sería si algún día me golpeaba un automóvil. (En caso de que te lo preguntes, así es, había imaginado como se sentiría si me golpeaba uno; ¿tu no?) Pude sentir el enorme empujón que me dio el autobús, divisé todo mi entorno moverse a gran velocidad sin poder distinguir nada más que las estelas de las luces de esos postes, como cuando mueves tu cabeza muy rápido sin cerrar los ojos, escuché el enorme estruendo del chasís impactando contra mi cuerpo y curiosamente no pude sentir ningún dolor en lo absoluto, ese desgraciado ni siquiera intentó esquivarme tampoco, no pude escuchar su bocina, es claro que no se bajaría del bus a pedir disculpas pero eso no es lo que importa ¿verdad? Lo que importa es que es en ese momento donde mi memoria termina.

Comenzaré a contarte desde el principio como mi vida cambió, como perdí parte del sentido de la vista (por así decirlo) y como pagué el precio más caro que alguien jamás haya pagado por haberse enamorado; probablemente después de leer todo esto pensarás que soy solo un pobre y miserable diablo pero te aseguro que estarás en un error de ser así. Mi nombre es Rodrigo, tengo treintaicuatro años y vivía solo en una pequeña casa en la parte tranquila de la ciudad, lejos de las multitudes, del tráfico y del ruido. Solía ganarme la vida como abogado, trabajando como particular y contaba con una excelente reputación, me gustaba pensar que era una persona exitosa, feliz y sobre todo, con suerte; aun considerando la frase “La suerte es el pretexto de los fracasados” yo me consideraba todo lo contrario a uno. Era sin mas ni mas un tipo feliz, bien parecido; (tu no podrás negarlo, mido 1.80, tengo el cabello corto, lacio y castaño claro, del mismo color que mis ojos y paso mis respectivas dos horas diarias en el gimnasio); tenia dinero, un trabajo que me gustaba y todo lo que se puede pedir, o al menos eso pensaba.

La noche del accidente iba saliendo de una junta con un cliente; un asqueroso político en todo el sentido de la palabra, soberbio y excéntrico. Estuvo a punto de matar a golpes a un sujeto que rayó la puerta de su auto.

Dueño de una editorial, algunas escuelas privadas y un centro comercial para la alta clase social de la ciudad, donde cientos de personas pudieran gastar sin remordimiento enormes cantidades de dinero que a un 40% de la población mundial le parecerían inalcanzables; el señor Santana, ofreció pagar un jugoso honorario si lo sacaba del aprieto de forma eficiente, no te mentiré diciéndote que la presencia de ese psicópata no me causaba repulsión, pero ¿a quien engaño? Todos tenemos un precio, así que  de buena gana salí caminando del edificio donde la junta tuvo lugar y pensando en la enorme suma de dinero que ganaría por defender a ese gordo con barba de candado, caminé sin cuidar quien se aproximara por la calle, pues no había ni un solo ruido, ni una sola alma a mí alrededor; para cuando comencé a prestar atención ya era demasiado tarde; el enorme camión se acercaba y aun si hubiera intentado esquivarlo, era inevitable que me golpeara. Todo comenzó después de esa noche.

-¿¡Rodrigo!? ¿¡Rodrigo estás despierto!?

Escuché la voz con gran desesperación de mi excuñada gritar mi nombre; me sentía extraño, no sabía donde estaba, no podía ver nada y tenía una fuerte jaqueca.

-Doctor, creo que está despertando.

Luego de una pequeña pausa gané un poco mas de consciencia cuando sentí los fríos dedos del doctor sobre mi muñeca, y lo primero que intenté fue levantarme, pero él puso su mano sobre mi hombro y me empujó ligeramente contra la camilla, cosa que me provocó un dolor inmenso.

-Perdona Rodrigo, enseguida te explicaré todo, pero intenta no moverte mucho. Enfermera…

En ese momento escuché sus pasos alejarse, pero me di cuenta que no había abierto los ojos solo porque no quería, sino porque no podía; antes de que pasara algo mi excuñada con su voz chillona me dijo:

-Rodrigo, espero que no te duela mucho.

-¿Qué pasó? –contesté con una voz muy ronca mientras ubicaba cada ves mas partes de mi cuerpo que estaban adoloridas.

-Tuviste un accidente; te atropellaron Rodrigo, ¡saliste volando!

-¿Por qué no puedo ver nada? Estoy muy mareado.

-El doctor te explicará que te sucedió, tienes demasiadas cosas como para recordarlas.

En ese momento pensé en porqué odiaba a esa mujer, tu no la conoces, pero basta con que te diga que ella es tan fácil como un examen de matemáticas de primer grado de primaria y tan estúpida como para no poder contestar uno. El doctor se acercó y me preguntó si me dolía mucho, le dije que apenas y sentía mi cuerpo y contestó que estaba bajo el efecto de algunos analgésicos.

-Dígame exactamente que fue lo que pasó doctor, necesito respuestas.

-Pues empezaré por lo mas evidente; fuiste golpeado por algún vehículo a mitad de la calle; cuando te encontraron los paramédicos estabas a orillas de la banqueta por lo que asumimos que volaste algunos metros; tienes las dos piernas muy lastimadas, con ligeras fracturas que sanarán rápido pero que deben ser bien atendidas, hemorragias internas en el brazo izquierdo y el área de la pelvis, varios moretones y sufriste un enorme golpe en la cabeza; las radiografías indicaron que está todo bien más había mucha sangre, habrá que hacer mas estudios.

-¿Alguna otra cosa? ¿No me habrá caído un meteorito encima?

-Tuviste suerte de que no; además has reaccionado muy bien a los medicamentos, no parece haber complicaciones más allá de lo esperado, sin mencionar que aun en este estado tienes lucidez para hacer sarcasmos.

-¿Y por qué no puedo ver nada?

-Oh claro, pues de alguna forma algunos vidrios llegaron a tus ojos; los revisamos y eso no es nada grave, pero estarás vendado así por un poco más; los sedantes ya te fueron removidos y deberás empezar a sentirte en este mundo dentro de muy poco tiempo, después vendré a verte y te podré dar de alta en uno o dos días mas.

-¿Solo dos días eh? Que rápido.

El corazón me dio un salto encima cuando el doctor me dijo que ya había estado durmiendo por casi setenta y ocho horas; me sentía muy sorprendido y mi humor no mejoró al escuchar a Jessica, mi excuñada y a su desesperante voz.

-Ya todo estará bien Rodrigo –justo entonces me dio una palmada en el brazo y debes saber que no sentí particularmente cosquillas.

Mi ex cuñada solo estaba ahí por conveniencia pues constantemente necesitaba algún defensor legal para cuando tenía que presentarse en el tribunal por diversas razones, (conducir ebria en el 90% de los casos); mi esposa y yo nos habíamos separado después de un enorme pleito que tuvimos; sucedió que me negué a defender a su hijo, quien fue producto de su anterior matrimonio, cuando la policía quiso presentar cargos contra el, pues se encontró sangre suya en la alfombra del departamento de una chica que se suicidó. Si no se hubiera descubierto un video en una cámara de seguridad de un banco cercano al edificio que mostraba como ella saltaba a voluntad desde su balcón, hubiera pasado como mínimo 15 años en la cárcel; cosa que se tendría bien merecida puesto que no era nada diferente a su tía Jessica; (razón por la cual me negué a defenderlo), aunque tal vez mi error fue decirle a mi exesposa lo que pensaba de forma tan directa, pero claro, aún no te cuento la mejor parte: antes de consultarme a mí, esta mujer me engañó acostándose con el detective a cargo de ese caso en un intento por librar a su querido hijo de ese “severo” castigo. Claro que ese metrosexual muchacho no hubiera durado ni 20 minutos en la cárcel.

Los siguientes días al accidente, los pasé en la camilla del hospital con lo único que me hacía mantener la cordura y me daba la paciencia que me hacía falta para estar ahí; mi excuñada trajo mi laptop y una enfermera fue tan amable de permitirme escuchar mi biblioteca de canciones; el doctor dijo que mejoraría pronto y el golpe en la cabeza no parecía haber causado ninguna complicación. Mientras escuchaba la canción titulada “Mad world” interpretada por Gary Jules, escuché los pasos de dos personas entrar a mi cuarto, estaba seguro de que una de ellas era una mujer, pues el inconfundible sonido de un par de altos tacones dando largos pasos en el piso la delataba, seguido a esto, escuché la voz del doctor diciendo:

-Rodrigo buenas noticias, hoy mismo te podremos quitar la venda de los ojos y darte de alta para que vayas a descansar a tu casa, claro que necesitarás a alguien que cuide de ti por un tiempo.

-¡Por fin! -pensé que podría estar mas cómodo y por lo menos viendo televisión; cosa que me alegró mucho.

Después de un corto rato las enfermeras me ayudaron a trasladarme a una silla de ruedas; Jessica ya había llegado para llevarme a mi casa y fue en ese momento cuando el doctor comenzó a desenrollar la venda que me cubría los ojos. La luz resultó insoportable y no podía ver nada más que un intenso color blanco y unas cuantas siluetas; lo que mas llamó mi atención fue la silueta café de lo que vestía mi excuñada y sus rizos rubios oxigenados.

-Jessica supongo que no pensaste en traerme lentes obscuros ¿cierto?

-No Rodrigo, perdóname.

El doctor en ese momento le sugirió a Jessica que me prestara los que ella tenía puestos sobre su hueca cabeza, ya que ella no parecía haber pensado en eso, y ya con ellos puestos el amable doctor me dijo que no me esforzara mucho, poco a poco recobraría la vista, así que con mucho cuidado bajé por el elevador acompañado por el, Jessica, una enfermera y mi nueva amiga con ruedas.

Llegamos a mi casa y por mientras, me fue imposible subir las escaleras; así que pasé un buen tiempo en la planta baja; recuerdo que el doctor me recordó mientras me ayudaban a subir a mi camioneta, que una enfermera debería ir a cuidarme; después solo peleé con Jessica porque mi Jeep apestaba a cigarros y a algún tipo de licor tan barato como ella, pero no estaba en condiciones de discutir, así que solo cerré mis ojos deslumbrados por un momento y esperé hasta que llegásemos a mi casa.

Esa misma tarde la enfermera llegó; pudo abrir gracias a que le dejé a Jessica una llave y le pedí que se encargara de dársela a quien contratase para atenderme; esta vez pareciera que no olvidó lo que tenía que hacer y si llamó al servicio del hospital para contratar, pues pude escuchar los pasos de alguien acercándose hacia mí y una dulce voz que decía sutilmente:

-¿Señor Rodrigo?

-Hola, por aquí.

No tenia idea de como pasaría los siguientes días pues mi ritmo de vida era muy activo y estaba totalmente incapacitado, pero decidí por lo menos aprovechar el descanso que me veía forzado a tomar, así que lo primero que me pasó por la mente, fue pedirle a la enfermera que ordenara algo para comer, por tanto, me acerqué en mi poderosa 4x4 todo terreno al recibidor y de esa forma poder saludar a la enfermera. Para mi sorpresa, la mujer que apareció enfrente de mi, era mas hermosa de lo que jamás hubiera imaginado, tenía una figura escultural, una piel pálida como la mas fina porcelana; unos enormes ojos verdes miel, tan brillantes y dulces que su belleza solo puede compararse la de uno con la del otro, su abundante cabellera ondulada con un color que me recordó al fuego se extendía y caía sobre sus hombros como una cascada; tonos desteñidos que iban desde el amarillo rubio hasta el naranja y al rojo en pequeños mechones de cabello serpenteante que corrían por su espalda, lograban una tremenda perfección, una belleza difícil de explicar y por supuesto, una sensación en mi que jamás habría imaginado. Ella parecía mirarme fijamente de la misma forma que yo la miré cuando llegué a donde se encontraba, y no se cuanto tiempo fue que nos quedamos parados sin movernos; pero calculé que ya se habría sentido incómoda así que me presenté y ella mostrando una perfecta sonrisa dijo:

-Buenas tardes señor Rodrigo, me llamo Helena.

-Mucho gusto Helena. -no debes de sorprenderte de que me haya gustado esa hermosa chica, era perfecta, dime si tu, heterosexual, bisexual o con la preferencia que sea, no creerías que una mujer así es bella, parecía que me estaría cuidando la enfermera mas bonita en la historia de las enfermeras.

-Linda tarde ¿no es así? Yo voy a ser su enfermera personal hasta que se sienta mejor. –únicamente pensé: “Qué lástima que solo sería hasta que me recuperara”.

-¿Tarde? Pero si apenas hace unas dos horas que me trajeron del hospital eran las 8:28 am.

Miré el reloj que marcaba ya las 2:13 pm y sin tener tiempo para pensar en porque era ya tan tarde, Helena me leyó el pensamiento y dijo:

-¿Le gustaría comer algo antes de tomar su medicina?

-No tienes porqué hablarme con tanta propiedad, siéntete en confianza.

Le indiqué a Helena donde estaba el teléfono para que pidiera algo de algún restaurante.

-¿Qué es lo que pedirás?

-Bueno, pues usted es quien debe decidir.

-¿No te gustaría comer conmigo? Nunca acostumbro comer solo y, tengo tanta hambre que cualquier cosa que ordenes para mi será un manjar. Por cierto, insisto en que me llames Rodrigo.

-Con mucho gusto Rodrigo. Y gracias, no parecerá un trabajo atenderte si eres tan amable conmigo.

Me quedé verdaderamente sorprendido con la belleza de Helena, pareciera que tenía la beldad concentrada de todas las mujeres que había visto en mi vida entera, su abrigo tipo gabardina café claro y sus botas oscuras muy a la moda le daban estilo, pero su belleza natural la hacía lucir simplemente espléndida, mas en ese momento recordé que tenía que avisarle a mi madre de todo lo que había pasado, ya que ella vive junto con mi hermana en Barcelona, y no es fácil contactarla dado que no tiene celular. Ellas se mudaron después de que mi papá engañó a mi madre; ella no quiso saber absolutamente nada y tomó el primer vuelo que la llevara lejos, llevándose a mi pequeña hermana que tenía diez años en ese entonces, yo por mi parte tenía suficiente edad como para decidir continuar con mis estudios universitarios aquí, viviendo con mis abuelos y contactándolas con relativa frecuencia. Mi madre es una persona decidida, inteligente y muy amable, pero como habrás podido suponer, es extremadamente impulsiva; en algunas ocasiones pagué vuelos para que me viniesen a visitar, pero la razón por la cual se establecieron tan lejos sin intenciones de regresar, es que solo un año más tarde, mi madre conoció a un bien parecido español con el cual se casó.

Helena recién había cortado la llamada a un pequeño restaurante de comida japonesa que estaba a algunas cuantas calles y cuyo imán publicitario estaba pegado a mi refrigerador, cuando tomé el teléfono y marqué los 18 dígitos necesarios para que la llamada llegara hasta el celular de mi hermana, ella contestó con muchísima alegría; le pedí que me comunicara con mi madre y le conté todo lo sucedido, ella se alteró demasiado como era de esperarse y prometió tomar el próximo vuelo disponible, pero le sugerí que dejara pasar el resto de la semana para que mi hermana no faltara a su trabajo ni a sus clases, le reiteré que ya todo estaba bien y que me encontraba recuperándome en mi casa, pero insistió y acordó esperar hasta el viernes. No tomé en cuenta que apenas era domingo y tendría que esperar 6 días, pero omití varios detalles sobre mi condición, como que estaba en silla de ruedas, así ella no se moriría de la angustia.

Yo no era una persona de muchos amigos, pues le dediqué toda mi atención a mi esposa mientras estuve casado, por lo que no hubo ninguna persona que me tuviera como primera prioridad y nadie más que mi excuñada fue a verme al hospital; mi única amiga verdadera estaba de vacaciones y bajo el mismo principio de no preocuparla estando lejos, menos durante sus vacaciones, pensé en avisarle ya que estuviera de regreso; ella era como una hermana, éramos amigos desde la secundaria, su nombre es Fernanda y largos años de amistad y experiencias nos unían. Ella también es hermosa, pero no te desesperes, pronto te contaré de ella.

Me dirigí hacia la sala y Helena salió de la cocina para sentarse junto a mí.

-Bueno Rodrigo, ¿que quieres hacer mientras la comida llega?

-¿Sabes jugar póker? –pregunté emocionado.

-¡Claro! Le pregunta es: ¿tú sabes jugar lo suficiente como para ganarme?

Con una ceja levantada y los ojos bien abiertos me reí y le señalé el cajón donde la baraja y algunas cuantas fichas estaban guardadas, luego ella revolvió las cartas y repartió como una croupier profesional.

-El texano es mi favorito –dije yo al ver que únicamente había dos cartas de cada lado de la mesa.

Helena tenía una sonrisa hermosa y cautivadora, su expresión reflejaba mucha ternura desde sus ojos, ya que sus párpados los mostraban enormes y formaban dos perfectos círculos que me dedicaban un enorme espectáculo de minimalista divinidad; jamás imaginé que una mujer así podría existir, me sentía inexplicablemente emocionado y esa sensación e impulso por sonreírle a la vida me brincó a los labios. A pesar de mi condición, la compañía de Helena resultó ser una gran fuente de felicidad en mí.

Durante las primeras jugadas ella parecía tener una suerte tremenda, me alegré de que no estábamos apostando nada mas que las fichas de manera simbólica.

-Parece ser que gané de nuevo. –Dijo ella riendo.

Su sonrisa era lo mas contagioso que haya conocido, y me daba toda la comodidad y seguridad del mundo.

-¿Cuántos años tienes Helena?

-Veintinueve, me gradué de la escuela de enfermería hace 6 años. Apuesto una. –dijo arrojando una pequeña ficha sobre la mesa

-Pago. ¿Vives sola?

-Si, el hospital paga bastante bien.

-Paso. ¿Tienes novio?

-Apuesto tres. No, llevo un año soltera, ¿y tú?

-Estuve casado una vez. No voy. –diciendo esto arrojé las cartas de nuevo sobre la mesa mirando su montaña de ficha tres veces mas grande que la mía.

-¿Qué pasó con ella?

-Nos separamos, hubo muchos problemas.

Resultó ser que me limpió en todas las manos, no conseguí arrebatarle ni una sola ficha y quedó en claro que ella jugaba mejor, pero mientras mas hablábamos mas en confianza me sentía, no hubo silencio un solo segundo pues jamás hacía falta tema de conversación. El timbre sonó y Helena se levantó para abrir la puerta, pero luego descubrió que esta se había quedado abierta desde que ella llegó, yo solo observé al repartidor con un enorme casco bajando de su motocicleta; le grité a Helena que el dinero estaba sobre la pequeña mesa junto a la puerta y luego me concentré en maniobrar con mi silla para acercarme a ella, pero la comida cayó suavemente sobre mis piernas y el repartidor solo dio las gracias antes de salir de la casa, subir de nuevo a su moto e irse.

La tarde transcurrió en solo segundos, me estaba divirtiendo mucho con la compañía de Helena.

-Como abogado me he visto en muchísimas situaciones bizarras, en una ocasión, una mujer quiso presentar una demanda contra su marido después de haberse comido una caja de sus galletas favoritas sin pedirle permiso. Cuando ella me informó de los motivos de su inconformidad, me sentí ofendido y me fui de la casa, pero en el momento en el que cerré la puerta escuché como su esposo, quien parecía estar escondido en alguna parte, le gritaba y la comenzaba a golpear, no pude hacer nada ya que no podía volver a entrar a su casa una vez cerrada la puerta, pero alcancé a grabarlo todo por una ventana, ese cerdo aún está en la cárcel.

-Vaya, debes de ser valiente para enviar a tantas personas a los tribunales, ¿no te preocupa que una ves que los excarcelen quieran venganza?

-No para nada, jamás he tenido complicaciones al respecto.

Así pues, Helena y yo hablamos durante horas, no solo de anécdotas legales y médicas, sino de muchísimas cosas, pero ya era muy tarde y me recordó que debía descasar. Antes de dormir ofreció ayudarme a subir las escaleras y llevarme a mi cama, ya que ella venía muy profesionalmente preparada con una cama inflable, pero estas eran demasiado estrechas y la silla no cabría, así que insistí en quedarme sentado, mas me arrepentí al poco rato: para mi fortuna, recordé que el cuarto de huéspedes estaba convenientemente ubicado en la planta baja y la cama no era muy alta, así que Helena me empujó y en un esfuerzo sobrehumano, di un brinco con mis brazos y caí sobre la cama, mis piernas comenzaron a dolerme pero me relajé y logré conciliar el sueño.

El teléfono me despertó, era mi madre quien llamó para preguntar que como estaba, agradecí infinitamente el no haber olvidado llevar el teléfono conmigo antes de arrojarme a la cama. Helena ya estaba despierta y me tenía listo un vaso con agua y mi blíster de medicina. Imagínate que esa noche una mujer que si lo deseara podría modelar Victoria’s Secret durmió en mi casa, ¡y en un colchón inflable! Pero para mi ella significaba más que eso, significaba más que una enfermera de tiempo completo, genuinamente me gustaba y agradecía tenerla a mi lado para cuidarme.

-Buenos días Rodrigo.

-Muy buenos días Helena.

Con menos dificultad me acerqué a la orilla de la cama y recuperé mi silla de ruedas, en esos momentos agradecía tener esa fuerza en los brazos, si no, tal ves Helena hubiera tenido que cargarme. Después me dirigí a la cocina y saqué del refrigerador un refresco de cola.

-Perdón Helena, pero no soporto el agua simple.

Tomé la medicina y Helena me ayudó a cambiarme la bata del hospital que aún tenía, me dio una playera negra de Black Sabbath que había en uno de los cajones de mi ropa limpia y un pantalón corto a cuadros gris, luego me alcanzó mi cepillo de dientes del baño y dijo que tenía que regresar a su casa para cambiarse, yo por supuesto, no me sentí muy contento con la idea de que ella se fuera, pero por obvias razones no podía retenerla.

-Regresaré con algo de desayunar para los dos, ¿de acuerdo? Escribiré mi número de celular en el tuyo por si necesitas algo.

Luego ella se marchó y volví a encender mi laptop para redactar algunos papeles pendientes en el caso del señor Santana, al poco rato sonó el timbre y llevé mi silla de ruedas hasta el recibidor, pensé que tal vez Helena habría olvidado su llave y abrí la puerta, medio segundo después mi corazón y yo dimos un salto olímpico, mi laptop cayó al piso junto conmigo, pues me eché de reversa ante lo que estaba viendo y me incliné demasiado hacia atrás en mi silla; caí de espaldas como una tabla y de milagro no me dio un paro cardiaco, jamás me había asustado tanto, me imaginé que estaba teniendo una pesadilla.

-¿¡Quién eres!? ¿¡Qué está pasando!? –pregunté dando de gritos en el piso y con un tremendo dolor en las piernas y la cabeza.

-¿Rodrigo que te pasa?

Reconocí la voz de Fernanda cuando preguntó eso, justo entonces corrió y se puso de rodillas junto a mí.

-Fernanda ¿eres tú? ¿Por qué no puedo verte?

-¿De que me estás hablando Rodrigo? Me asustas.

Pero en ese momento el dolor me venció y cerré los ojos para mantenerlos de esa forma hasta estar sentado nuevamente, así que le pedí que me ayudara a levantarme. Ella acomodó mi silla y con mucho trabajo me cargó para ayudarme. Te debes de cuestionar que estaba pasando, así que te lo explicaré.

-Fernanda ¿que le pasó a tu cara?

-¿Mi cara? Rodrigo por favor, ¡explícame que te sucede!

-No puedo… no te reconocí.

Así es, me resultaba imposible identificarla; Me asusté casi de muerte; ahora sabrás que fue lo que vi. En el momento en el que abrí la puerta vi una imagen muy difícil de explicar, era como si en el marco de madera se divisara la silueta de una mujer sin cabeza, pero todo su cuerpo estaba formado por facciones: ojos, labios, narices, era algo extremadamente bizarro, mas al tiempo en el que la escuché hablar y cerré los ojos todo desapareció, para cuando los abrí, pude ver la delicada figura en vaqueros azules y sweater rosa de Fernanda, también pude ver su lindo y largo cabello castaño, pero su cara no era su cara, podía verla y sabía que estaba ahí, mas se veía borrosa, como si estuviera ahí pero a la ves no estuviera. Insisto en que es algo muy difícil de describir y estaba tremendamente asustado, así que Fernanda me llevó directo al hospital.

-¿Qué acaso no estabas de vacaciones?

-Sí, pero tu hermana me llamó y me contó lo que había pasado, de todas maneras supuse que estarías peor de lo que le dijiste a tu madre, así que acorté mi estancia un par de días.

Fernanda me conocía demasiado bien, además por tantos años de amistad era inevitable que mi hermana la considerara como otro miembro de la familia y me sentía mal por arruinarle las vacaciones, pero estaba demasiado concentrado en lo que veía.

De camino, le intenté explicar a Fernanda lo que mis ojos me decían, pero no podía describirlo con facilidad, sin tomar en cuenta que mientras mas miraba su rostro, más natural me parecía no distinguirlo, no obstante no podía ignorar esas brillantes y redondas lágrimas corriendo por sus mejillas.

-¿Por qué lloras?

-¿No es obvio? Mírate, me diste un susto tremendo y estas lleno de yesos y vendas.

-Perdóname amiga, no quise hacerte pasar por esto.

-Tonterías, solo espero no encontrar mucho tráfico en la ciudad.

Era extraño, al concentrarme en el rostro de Fernanda, todo estaba ahí, sus enormes ojos, sus infladas y suaves mejillas, sus finos labios, pero si intentaba concentrarme en todos a la ves, ninguno parecía encontrarse en su lugar.

Al empezar el camino mas urbanizado, me quedé atónito al mirar a todas las personas que caminaban en las banquetas de la misma forma: zapatos, ropa, cabello, todo normal, pero me resultaba imposible ver con claridad su rostro, era como si todos usaran una máscara exactamente igual, aun siendo que podía identificar el color de ojos de cada persona, o el tamaño de su nariz; no podía creer lo que estaba mirando y estaba cada ves mas asustado. Hazme un pequeño favor: solo piensa en ti mismo con dificultad para respirar, con el corazón latiendo tan fuerte que sientes que puedes escucharlo, e imagina el momento de tu vida en el que mas asustado has estado; súmale a eso tener las piernas rotas, un dolor tremendo de cabeza, y que todas las personas que miras a tu alrededor, incluyendo a tu mejor amiga, carezcan de cara. Demonios, ni siquiera pude distinguir la expresión de horror y desesperación que cubría el usualmente hermoso y tierno rostro de Fernanda, que siempre parecía irradiar felicidad.

De pronto comencé a pensar en Helena, su rostro se veía tan lúcido y claro como la luna con el cielo despejado, podía admirar su sonrisa y distinguir felicidad como si estuviese escrito sobre su rostro. De pronto me vino a la mente algo que no podía ignorar, pero que me horrorizaba demasiado como para dejarlo pasar por alto, ¿crees poder adivinar que era?

Llegando al hospital me dio un ataque de pánico al observar que nadie resultaba pasar inadvertido por mi pequeño problema; Fernanda muy desesperada empujaba mi silla por el corredor principal, preguntando por el doctor que me había atendido el día del accidente, ella estaba muy preocupada y ansiosa por respuestas sobre todo lo que había pasado. A los pocos minutos, el doctor nos encontró a nosotros cerca de la unidad de traumatología y nos llevó a su consultorio dentro del hospital, mientras caminaban empujándome, el doctor con buena memoria le explicó todo a Fernanda, luego ella me preguntó:

-¿Y tu Rodrigo que harás? Eres abogado y con tantos años de conocerte, sé que darías muchísimo por encontrar al responsable de tu accidente.

-Claro que lo daría, y hoy mismo le pediré a uno de mis colegas que empiece el proceso, pero yo mismo sé que no había testigos, y será muy complicado encontrar al autobús; más sabiendo que el dañó a las partes que puede evidenciar el impacto ya debe haber sido reparado; por la hora además, era alguien que no estaba en servicio, por tanto no seguía un recorrido determinado, así que eso amplía los parámetros de búsqueda.

-Que complicado.

-Complicado es poco, pero ahora me preocupa más esto que estoy viendo, o mas bien lo que no estoy viendo por favor ayúdenme. –incluso yo mismo no podía creer el tono de desesperación en mi voz

El doctor abrió la puerta de su consultorio y con la misma formalidad de siempre comenzó a hacerme preguntas:

-¿Cuál parece ser el problema?

Le expliqué de la mejor forma que pude mi problema, intenté decirle como me resultaba imposible ver el rostro de las personas, era como si mi mente los rechazara, pero me bastó con decirle que no pude reconocerlo cuando nos encontró hasta que escuché su voz para que dijera que creía saber de que se trataba el problema. Salimos de su consultorio para tomar radiografías; mientras esperábamos Fernanda me abrazó y me besó la mejilla, yo sentí inevitablemente que estaba a punto de llorar y dije:

-¿Qué me está pasando Fernanda?

-No lo se Rodrigo, quisiera decirte que todo estará bien, créeme que quisiera pero no lo se.

El doctor salió con las radiografías y me mostró lo mismo que antes, todo se veía normal, él mencionó a un principio que todo indicaba que no tendría complicaciones, no vio ningún cambio y luego me llevó a una máquina cuyo nombre no puedo recordar, me hicieron entrar en un tubo gigante y me pidieron que no me moviera. Después de unos minutos, me trasladaron a otro consultorio bajo la promesa de que ahí sabrían que hacer; una mujer con cabello rubio y canoso esperaba para recibirme, ella resultó ser una psiquiatra a quien se le entregaron algunas fotos en un sobre. No pude distinguir del todo su edad pero podía ver algunas pocas arrugas en su rostro, mas no me pude hacer la imagen de su cara en mi mente.

-Mucho gusto señor Rodrigo, soy la psiquiatra Elizabeth Blanco.

-Buenas tardes.

-El doctor que te atendió me contó algo de lo que pasó, pero quisiera hacerte unas cuantas preguntas.

Acto seguido a que dijera esto, me pidió que le dijera mi edad, mi ocupación y mis alimentos favoritos, me pidió que sacara un aro de metal de una especie de rompecabezas del mismo material, que moviera mis brazos en ciertas direcciones y algunas otras cosas que me parecieron un tanto ridículas, pero cabe mencionar que entre tantas preguntas me pidió que le dijera el nombre de mi actriz favorita la cual de seguro conoces.

Al terminar el interrogatorio, me preguntó por último si me encontraba en las redes sociales como “Rodrigo Francisco Romero” yo asentí con la cabeza y ella procedió a dejarme esperando un buen rato mientras partió a otro lugar.

Su consultorio era igual al de todos en el hospital, exageradamente blanco y lleno de utensilios médicos, solo que estaba personalizado con varias esculturas y pinturas abstractas; no podía negar el buen gusto de la psiquiatra.

Ella apareció con un folder en la mano y me pidió que cerrara los ojos, luego escuche el movimiento de varias hojas de papel y al corto tiempo, me pidió que los abriera.

-Dime Rodrigo, ¿puedes identificar a estas personas?

Ante mi aparecieron 5 fotografías, pero todas estaban cubiertas a la mitad por una hoja de papel, dejando al descubierto solo las cabezas de las personas que en ellas aparecían. Las miré con detenimiento e internamente esa sensación de angustia, como si alguien estuviera intentando salir de tu pecho, se hizo mas grande cuando contesté “no” a la pregunta que se me hizo.

La psiquiatra procedió a quitar las hojas de papel que cubrían las fotografías pero antes de descubrir la última detuve su mano y dije:

-¿Esa eres tu Fernanda?

Mi amiga quien esperaba en una silla en una esquina del consultorio se levantó corriendo y miró la foto, con mucho entusiasmo dijo:

-¡Si! ¿Pudiste reconocerme?

-Así parece –dije sin aparentar alegrarme como ella lo hizo.

-¿Cómo pudiste identificar a Fernanda Rodrigo?

-Reconocería ese hermoso cabello castaño en cualquier lugar.

-¿Y que hay de su rostro?

-Lo siento, no me resultó familiar en lo absoluto.

No necesité mirar a Fernanda para saber que su alegría se desvaneció, ella de la emoción me sujetó la mano con fuerza, pero al escuchar mi comentario la dejó de apretar; en ese momento sentí como si se separara de mí por miles de kilómetros.

-No Rodrigo, yo lo siento –dijo la psiquiatra.

-¿Por qué?

-Mira ahora las fotos ya que están descubiertas.

Pude reconocer solo a una persona mas de entre ella, al mirar ese largo vestido azul que relucía en el centro de la tercera foto, pues era el que mi madre usó en la última navidad que pasamos juntos antes de que partiera a España, se veía hermosa. Estoy seguro de que si la conocieras te encantaría, para ella todos son sus hijos, trata a todo el mundo con alegría y el no reconocerla rompió algo en mi interior, me sentía perdido y muy confundido.

-En la segunda foto se encuentra Helena Bonham Carter, quien me mencionaste que era tu actriz favorita, en la cuarta foto se encuentra tu hermana, y ¿no reconoces a la persona en la primera foto?

De pronto vino a mi mente el recuerdo de esa pequeña blusa azul cielo y esa gorra blanco con rosado que mi hermanita usó la última vez que me visitó junto con mi mamá, y también ubiqué con facilidad el alborotado cabello de mi actriz favorita, mas su rostro aún me resultaba imposible de reconocer. Miré con detenimiento la primera foto una vez más y me rendí diciendo que no reconocía a esa persona, quien usaba un traje negro con una camisa blanca.

-Rodrigo lo que te voy a mostrar es algo fuerte, por favor intenta no alterarte.

Ella se levantó y una vez mas mi corazón parecía brincar por encima de mi camiseta. Comenzó a empujar mi silla al otro lado del consultorio donde Fernanda había regresado a sentarse, y colocó mi silla frente a un espejo de cuerpo completo que tenía colgado de la pared; en ese momento aquel miedo que te mencioné antes y que te pregunté si podrías adivinar apareció frente a mí.

-La persona que se encuentra en la primera foto eres tú Rodrigo.

Miré paralizado el espejo y a esa rígida figura vestida con la camiseta negra y con el pantalón corto que me ayudaron a ponerme en la mañana, miré los blancos yesos en mis piernas, las vendas en mi brazo y también pude distinguir algunas pequeñas cicatrices color rojo brillante en mis mejillas y en mi frente, pero si no supiera que lo que tenía enfrente era un espejo, hubiera jurado que la persona frente a mi era algún otro sujeto en silla de ruedas con un cabello igual al mío, pero despeinado. Mi mente colapsó en ese momento dejando a mi alrededor un vacío muy obscuro, en menos de un segundo una especia de crisis comenzó dentro de mi y un fuerte golpe de una sensación parecida a la preocupación me golpeó muy fuerte en el estómago; mientras comenzaba a respirar fuertemente casi hiperventilando, mi corazón latía como si estuviese tratando de atravesar un hoyo en mi piel para salir disparado y yo solo pensaba en que si no podía curar lo que fuese que estuviera padeciendo, jamás podría mirarme en el espejo, jamás podría mirar la cara de alegría de mi madre cuando me ve en la terminal de aeropuerto ni a mi hermana orgullosa de escucharme tocar el piano, y mas que nada lo que me preocupó fue el tono de voz con el que la psiquiatra me dijo que ella lo sentía, puesto que en él iba implícito que no era algo bueno.

-Rodrigo, lo que padeces es una muy rara condición llamada prosopagnosia, solo se han registrado casos en menos del 2% de la población y en muchísima menor proporción de manera adquirida y no de nacimiento; por definición tu problema dice que puedes reconocer las facciones de las personas, pero te cuesta trabajo ubicarlas dentro del rostro en el lugar específico que caracteriza a cada persona.

-¿Qué mas nos puede decir doctora? –Preguntó Fernanda muy curiosa y a la vez sorprendida.

-Se sabe poco, además de que debo admitir que no estoy completamente actualizada, pero la condición tiene algunas variantes; por ejemplo es posible reconocer personas cuando tienen rasgos muy distintivos, en su caso fue su cabello señorita Fernanda, además es poco común que las personas estén tan conscientes de su condición como lo esta usted señor ya que existen personas que la padecen y no se dan cuenta de ello, esto a causa de que nacen con el problema y para ellos es algo normal.-respondió la psiquiatra

-¿Y es permanente? –Pregunté sin poder quitarle los ojos de encima al espejo.

-Me temo que hasta ahora, todos los casos conocidos indican que si; la buena noticia es que no necesariamente toda tu vida tiene que cambiar, te haré un par de pruebas más y te proporcionaré algunos sitios web que puedes consultar, ya que como te mencioné antes es muy rara la enfermedad, pero las personas que la padecen han encontrado la forma de ayudarse unos con otros y podrías encontrar muchos consejos útiles.

Los minutos transcurrieron lentos mientras la doctora me ayudaba a verificar los detalles de mi condición; no se tu, pero a mi los hospitales me provocan una sensación extraña, me hacen pensar en que, a pesar de ser un lugar bien decorado y limpio, se manejan toda clase de tragedias, hay malas noticias todos los días y sangre a montones, cosa que me hace sentir que esa elegancia y estética con la que esta adornado en todas partes era solo una máscara que ocultaba lo oscuro y bizarro de aquel lugar. Al poco rato a mi menté saltó una duda muy grande ¿Por qué de entre todos las personas que conocía, Helena era la única cuyo rostro se escapaba del problema? Esta duda me provocó una sensación que a la fecha no puedo descifrar si fue positiva o negativa, pero estoy seguro de que fue muy fuerte y de inmediato interrumpí a la doctora en lo que decía para hacerle mención de este caso en particular.

-¿Cómo es que puedes ver a tu enfermera Rodrigo? A lo que me refiero es: ¿Sientes poder verla de la misma forma que veías a todos antes del golpe en la cabeza?

-¡Si! ¡Su bello rostro se ve tan nítido y tan bello! –Dije al tiempo en que mi expresión reflejaba como mi ánimo mejoraba. –Sus enormes ojos verdes parecieran brillar y se ven bastante claros para mi, al igual que el resto de su cara.

-Eso está muy bien Rodrigo, la prosopagnosia en algunas ocasiones encuentra algunas cuantas excepciones. Al ser, como ya te dije, un padecimiento en tu caso somático del que poco se conoce, no me sorprende que esto sea posible, hay incluso personas que ven mas intensidad en el que otros e incluso quienes solo lo particularizan únicamente con los hombres o con las mujeres.

Todo lo que la doctora me dijo después de informarme de los hechos me tranquilizó un poco pues en un principio ella se mostraba fría y hasta cierto punto con lástima al informarme sobre su diagnóstico, pero aún me encontraba aterrado pensando además, en la terrible alucinación que tuve al ver a Fernanda parada en la puerta de mi casa, incidente que procedí a contarle a la doctora Elizabeth.

-No puedo recordar con exactitud lo que mis ojos vieron, la sorpresa fue mucha y no me preocupé por todos los detalles; lo que si puedo decirle es que mi amiga no parecía humana, sus brazos estaban repletos de enormes ojos muy abiertos y vidriosos mirando con ansiedad en todas direcciones, su pecho y abdomen eran narices muy deformes y sus piernas eran enormes bocas con los labios partidos en pedazos y enormes dientes con el mismo grado de deformidad; todo parecía brotar de la piel de un cuerpo desnudo que no tenía cabeza, como si se la hubiesen cortado ¡Ah! Y por un instante me pareció ver en el centro de su pecho, el rostro de alguien a quien le hubiesen depilado las cejas, sacado los ojos, cortado los labios y la nariz.

-Esto puede deberse a que tu cerebro aún no había recibido la información que distorsionaría y a primera instancia no supo como interpretarla, pero es extremadamente importante que me informas si algo parecido pasa de nuevo ¿De acuerdo Rodrigo? –Preguntó la doctora con un tono muy imperativo.

En fin ¿qué podría yo hacer? Preocupándome no ganaría nada y de eso estaba más que seguro, es muy común en mí pensar que cuando no puedo cambiar una realidad que no me parece, no tengo otro remedio que aceptarla, y mejor hacerlo con buena cara, o como mínimo con una sonrisa fingida que si no me sirve para mejorar mi ánimo, me servirá para aparentar enfrente de mi madre que todo estaba “bien” que no tenía nada de que preocuparse.

Fernanda me acompañó en todo momento, después de que salimos del consultorio yo no dejaba de pensar en Helena ni tampoco en el miedo que me daba no reconocerla en cuanto la volviera a ver, pero mas que una preocupación, el simple hecho de pensar en su rostro me provocaba alegría, si tienes una amiga así créeme que tienes mucha suerte. En el elevador de camino al estacionamiento Fernanda me ofreció pasar el día en su departamento:

-¿Por qué no te quedas conmigo hoy? Sé que tú has de querer mi compañía tanto como yo quiero acompañarte en estos momentos.

-A decir verdad, sí –Dije alegrándome de su petición. –Me ayudaría mucho distraerme y pasar el rato contigo, pero no puedo caminar en lo absoluto y no quiero ser una carga.

-¡No digas tonterías! Si tu eres mi familia, jamás serías una carga y yo me sentiría muy culpable si no te apoyara cuan lo menos con eso; además es mucho mas preferible a que te quedes en tu casa solo.