Ahí
estaba, consciente absolutamente de cada detalle de ese instante tan trágico; las
intensas luces alumbrando mi cuerpo entero, el pavimento mojado bajo mis pies
que relucía el reflejo de los faros pertenecientes a los postes de luz en la
acera; el cielo nocturno cubría la calle con 3 carriles de un solo sentido, con
cientos de pequeñas casas a los lados. Recuerdo a la perfección todo en esa
hermosa noche de otoño; en especial a ese enorme autobús aproximándose a
tremenda velocidad para golpearme sin que yo pudiera hacer absolutamente nada
para evitarlo. Todo fue muy diferente a como imaginé que sería si algún día me
golpeaba un automóvil. (En caso de que te lo preguntes, así es, había imaginado
como se sentiría si me golpeaba uno; ¿tu no?) Pude sentir el enorme empujón que
me dio el autobús, divisé todo mi entorno moverse a gran velocidad sin poder
distinguir nada más que las estelas de las luces de esos postes, como cuando
mueves tu cabeza muy rápido sin cerrar los ojos, escuché el enorme estruendo
del chasís impactando contra mi cuerpo y curiosamente no pude sentir ningún
dolor en lo absoluto, ese desgraciado ni siquiera intentó esquivarme tampoco,
no pude escuchar su bocina, es claro que no se bajaría del bus a pedir
disculpas pero eso no es lo que importa ¿verdad? Lo que importa es que es en
ese momento donde mi memoria termina.
Comenzaré a contarte desde el principio como mi
vida cambió, como perdí parte del sentido de la vista (por así decirlo) y como
pagué el precio más caro que alguien jamás haya pagado por haberse enamorado;
probablemente después de leer todo esto pensarás que soy solo un pobre y
miserable diablo pero te aseguro que estarás en un error de ser así. Mi nombre
es Rodrigo, tengo treintaicuatro años y vivía solo en una pequeña casa en la
parte tranquila de la ciudad, lejos de las multitudes, del tráfico y del ruido.
Solía ganarme la vida como abogado, trabajando como particular y contaba con
una excelente reputación, me gustaba pensar que era una persona exitosa, feliz
y sobre todo, con suerte; aun considerando la frase “La suerte es el pretexto
de los fracasados” yo me consideraba todo lo contrario a uno. Era sin mas ni
mas un tipo feliz, bien parecido; (tu no podrás negarlo, mido 1.80, tengo el
cabello corto, lacio y castaño claro, del mismo color que mis ojos y paso mis
respectivas dos horas diarias en el gimnasio); tenia dinero, un trabajo que me
gustaba y todo lo que se puede pedir, o al menos eso pensaba.
La noche del accidente iba saliendo de una junta
con un cliente; un asqueroso político en todo el sentido de la palabra,
soberbio y excéntrico. Estuvo a punto de matar a golpes a un sujeto que rayó la
puerta de su auto.
Dueño de una editorial, algunas escuelas
privadas y un centro comercial para la alta clase social de la ciudad, donde
cientos de personas pudieran gastar sin remordimiento enormes cantidades de
dinero que a un 40% de la población mundial le parecerían inalcanzables; el
señor Santana, ofreció pagar un jugoso honorario si lo sacaba del aprieto de
forma eficiente, no te mentiré diciéndote que la presencia de ese psicópata no
me causaba repulsión, pero ¿a quien engaño? Todos tenemos un precio, así
que de buena gana salí caminando del edificio
donde la junta tuvo lugar y pensando en la enorme suma de dinero que ganaría
por defender a ese gordo con barba de candado, caminé sin cuidar quien se
aproximara por la calle, pues no había ni un solo ruido, ni una sola alma a mí
alrededor; para cuando comencé a prestar atención ya era demasiado tarde; el
enorme camión se acercaba y aun si hubiera intentado esquivarlo, era inevitable
que me golpeara. Todo comenzó después de esa noche.
-¿¡Rodrigo!? ¿¡Rodrigo estás despierto!?
Escuché la voz con gran desesperación de mi excuñada
gritar mi nombre; me sentía extraño, no sabía donde estaba, no podía ver nada y
tenía una fuerte jaqueca.
-Doctor, creo que está despertando.
Luego de una pequeña pausa gané un poco mas de
consciencia cuando sentí los fríos dedos del doctor sobre mi muñeca, y lo
primero que intenté fue levantarme, pero él puso su mano sobre mi hombro y me empujó
ligeramente contra la camilla, cosa que me provocó un dolor inmenso.
-Perdona Rodrigo, enseguida te explicaré todo,
pero intenta no moverte mucho. Enfermera…
En ese momento escuché sus pasos alejarse, pero
me di cuenta que no había abierto los ojos solo porque no quería, sino porque
no podía; antes de que pasara algo mi excuñada con su voz chillona me dijo:
-Rodrigo, espero que no te duela mucho.
-¿Qué pasó? –contesté con una voz muy ronca mientras
ubicaba cada ves mas partes de mi cuerpo que estaban adoloridas.
-Tuviste un accidente; te atropellaron Rodrigo,
¡saliste volando!
-¿Por qué no puedo ver nada? Estoy muy mareado.
-El doctor te explicará que te sucedió, tienes
demasiadas cosas como para recordarlas.
En ese momento pensé en porqué odiaba a esa
mujer, tu no la conoces, pero basta con que te diga que ella es tan fácil como
un examen de matemáticas de primer grado de primaria y tan estúpida como para
no poder contestar uno. El doctor se acercó y me preguntó si me dolía mucho, le
dije que apenas y sentía mi cuerpo y contestó que estaba bajo el efecto de
algunos analgésicos.
-Dígame exactamente que fue lo que pasó doctor,
necesito respuestas.
-Pues empezaré por lo mas evidente; fuiste
golpeado por algún vehículo a mitad de la calle; cuando te encontraron los
paramédicos estabas a orillas de la banqueta por lo que asumimos que volaste
algunos metros; tienes las dos piernas muy lastimadas, con ligeras fracturas
que sanarán rápido pero que deben ser bien atendidas, hemorragias internas en
el brazo izquierdo y el área de la pelvis, varios moretones y sufriste un
enorme golpe en la cabeza; las radiografías indicaron que está todo bien más
había mucha sangre, habrá que hacer mas estudios.
-¿Alguna otra cosa? ¿No me habrá caído un
meteorito encima?
-Tuviste suerte de que no; además has
reaccionado muy bien a los medicamentos, no parece haber complicaciones más
allá de lo esperado, sin mencionar que aun en este estado tienes lucidez para
hacer sarcasmos.
-¿Y por qué no puedo ver nada?
-Oh claro, pues de alguna forma algunos vidrios
llegaron a tus ojos; los revisamos y eso no es nada grave, pero estarás vendado
así por un poco más; los sedantes ya te fueron removidos y deberás empezar a
sentirte en este mundo dentro de muy poco tiempo, después vendré a verte y te
podré dar de alta en uno o dos días mas.
-¿Solo dos días eh? Que rápido.
El corazón me dio un salto encima cuando el
doctor me dijo que ya había estado durmiendo por casi setenta y ocho horas; me
sentía muy sorprendido y mi humor no mejoró al escuchar a Jessica, mi excuñada
y a su desesperante voz.
-Ya todo estará bien Rodrigo –justo entonces me
dio una palmada en el brazo y debes saber que no sentí particularmente
cosquillas.
Mi ex cuñada solo estaba ahí por conveniencia
pues constantemente necesitaba algún defensor legal para cuando tenía que
presentarse en el tribunal por diversas razones, (conducir ebria en el 90% de
los casos); mi esposa y yo nos habíamos separado después de un enorme pleito
que tuvimos; sucedió que me negué a defender a su hijo, quien fue producto de
su anterior matrimonio, cuando la policía quiso presentar cargos contra el,
pues se encontró sangre suya en la alfombra del departamento de una chica que
se suicidó. Si no se hubiera descubierto un video en una cámara de seguridad de
un banco cercano al edificio que mostraba como ella saltaba a voluntad desde su
balcón, hubiera pasado como mínimo 15 años en la cárcel; cosa que se tendría
bien merecida puesto que no era nada diferente a su tía Jessica; (razón por la
cual me negué a defenderlo), aunque tal vez mi error fue decirle a mi exesposa
lo que pensaba de forma tan directa, pero claro, aún no te cuento la mejor
parte: antes de consultarme a mí, esta mujer me engañó acostándose con el
detective a cargo de ese caso en un intento por librar a su querido hijo de ese
“severo” castigo. Claro que ese metrosexual muchacho no hubiera durado ni 20
minutos en la cárcel.
Los siguientes días al accidente, los pasé en la
camilla del hospital con lo único que me hacía mantener la cordura y me daba la
paciencia que me hacía falta para estar ahí; mi excuñada trajo mi laptop y una
enfermera fue tan amable de permitirme escuchar mi biblioteca de canciones; el
doctor dijo que mejoraría pronto y el golpe en la cabeza no parecía haber
causado ninguna complicación. Mientras escuchaba la canción titulada “Mad
world” interpretada por Gary Jules, escuché los pasos de dos personas entrar a
mi cuarto, estaba seguro de que una de ellas era una mujer, pues el
inconfundible sonido de un par de altos tacones dando largos pasos en el piso
la delataba, seguido a esto, escuché la voz del doctor diciendo:
-Rodrigo buenas noticias, hoy mismo te podremos
quitar la venda de los ojos y darte de alta para que vayas a descansar a tu
casa, claro que necesitarás a alguien que cuide de ti por un tiempo.
-¡Por fin! -pensé que podría estar mas cómodo y
por lo menos viendo televisión; cosa que me alegró mucho.
Después de un corto rato las enfermeras me
ayudaron a trasladarme a una silla de ruedas; Jessica ya había llegado para
llevarme a mi casa y fue en ese momento cuando el doctor comenzó a desenrollar
la venda que me cubría los ojos. La luz resultó insoportable y no podía ver
nada más que un intenso color blanco y unas cuantas siluetas; lo que mas llamó
mi atención fue la silueta café de lo que vestía mi excuñada y sus rizos rubios
oxigenados.
-Jessica supongo que no pensaste en traerme
lentes obscuros ¿cierto?
-No Rodrigo, perdóname.
El doctor en ese momento le sugirió a Jessica
que me prestara los que ella tenía puestos sobre su hueca cabeza, ya que ella
no parecía haber pensado en eso, y ya con ellos puestos el amable doctor me
dijo que no me esforzara mucho, poco a poco recobraría la vista, así que con
mucho cuidado bajé por el elevador acompañado por el, Jessica, una enfermera y
mi nueva amiga con ruedas.
Llegamos a mi casa y por mientras, me fue
imposible subir las escaleras; así que pasé un buen tiempo en la planta baja;
recuerdo que el doctor me recordó mientras me ayudaban a subir a mi camioneta,
que una enfermera debería ir a cuidarme; después solo peleé con Jessica porque
mi Jeep apestaba a cigarros y a algún tipo de licor tan barato como ella, pero
no estaba en condiciones de discutir, así que solo cerré mis ojos deslumbrados
por un momento y esperé hasta que llegásemos a mi casa.
Esa misma tarde la enfermera llegó; pudo abrir
gracias a que le dejé a Jessica una llave y le pedí que se encargara de dársela
a quien contratase para atenderme; esta vez pareciera que no olvidó lo que
tenía que hacer y si llamó al servicio del hospital para contratar, pues pude
escuchar los pasos de alguien acercándose hacia mí y una dulce voz que decía
sutilmente:
-¿Señor Rodrigo?
-Hola, por aquí.
No tenia idea de como pasaría los siguientes
días pues mi ritmo de vida era muy activo y estaba totalmente incapacitado,
pero decidí por lo menos aprovechar el descanso que me veía forzado a tomar,
así que lo primero que me pasó por la mente, fue pedirle a la enfermera que
ordenara algo para comer, por tanto, me acerqué en mi poderosa 4x4 todo terreno
al recibidor y de esa forma poder saludar a la enfermera. Para mi sorpresa, la
mujer que apareció enfrente de mi, era mas hermosa de lo que jamás hubiera
imaginado, tenía una figura escultural, una piel pálida como la mas fina
porcelana; unos enormes ojos verdes miel, tan brillantes y dulces que su
belleza solo puede compararse la de uno con la del otro, su abundante cabellera
ondulada con un color que me recordó al fuego se extendía y caía sobre sus
hombros como una cascada; tonos desteñidos que iban desde el amarillo rubio
hasta el naranja y al rojo en pequeños mechones de cabello serpenteante que
corrían por su espalda, lograban una tremenda perfección, una belleza difícil
de explicar y por supuesto, una sensación en mi que jamás habría imaginado.
Ella parecía mirarme fijamente de la misma forma que yo la miré cuando llegué a
donde se encontraba, y no se cuanto tiempo fue que nos quedamos parados sin
movernos; pero calculé que ya se habría sentido incómoda así que me presenté y ella
mostrando una perfecta sonrisa dijo:
-Buenas tardes señor Rodrigo, me llamo Helena.
-Mucho gusto Helena. -no debes de sorprenderte
de que me haya gustado esa hermosa chica, era perfecta, dime si tu,
heterosexual, bisexual o con la preferencia que sea, no creerías que una mujer
así es bella, parecía que me estaría cuidando la enfermera mas bonita en la historia
de las enfermeras.
-Linda tarde ¿no es así? Yo voy a ser su
enfermera personal hasta que se sienta mejor. –únicamente pensé: “Qué lástima
que solo sería hasta que me recuperara”.
-¿Tarde? Pero si apenas hace unas dos horas que
me trajeron del hospital eran las 8:28 am.
Miré el reloj que marcaba ya las 2:13 pm y sin
tener tiempo para pensar en porque era ya tan tarde, Helena me leyó el
pensamiento y dijo:
-¿Le gustaría comer algo antes de tomar su
medicina?
-No tienes porqué hablarme con tanta propiedad,
siéntete en confianza.
Le indiqué a Helena donde estaba el teléfono
para que pidiera algo de algún restaurante.
-¿Qué es lo que pedirás?
-Bueno, pues usted es quien debe decidir.
-¿No te gustaría comer conmigo? Nunca acostumbro
comer solo y, tengo tanta hambre que cualquier cosa que ordenes para mi será un
manjar. Por cierto, insisto en que me llames Rodrigo.
-Con mucho gusto Rodrigo. Y gracias, no parecerá
un trabajo atenderte si eres tan amable conmigo.
Me quedé verdaderamente sorprendido con la
belleza de Helena, pareciera que tenía la beldad concentrada de todas las
mujeres que había visto en mi vida entera, su abrigo tipo gabardina café claro
y sus botas oscuras muy a la moda le daban estilo, pero su belleza natural la
hacía lucir simplemente espléndida, mas en ese momento recordé que tenía que
avisarle a mi madre de todo lo que había pasado, ya que ella vive junto con mi
hermana en Barcelona, y no es fácil contactarla dado que no tiene celular.
Ellas se mudaron después de que mi papá engañó a mi madre; ella no quiso saber
absolutamente nada y tomó el primer vuelo que la llevara lejos, llevándose a mi
pequeña hermana que tenía diez años en ese entonces, yo por mi parte tenía
suficiente edad como para decidir continuar con mis estudios universitarios
aquí, viviendo con mis abuelos y contactándolas con relativa frecuencia. Mi
madre es una persona decidida, inteligente y muy amable, pero como habrás
podido suponer, es extremadamente impulsiva; en algunas ocasiones pagué vuelos
para que me viniesen a visitar, pero la razón por la cual se establecieron tan
lejos sin intenciones de regresar, es que solo un año más tarde, mi madre
conoció a un bien parecido español con el cual se casó.
Helena recién había cortado la llamada a un
pequeño restaurante de comida japonesa que estaba a algunas cuantas calles y
cuyo imán publicitario estaba pegado a mi refrigerador, cuando tomé el teléfono
y marqué los 18 dígitos necesarios para que la llamada llegara hasta el celular
de mi hermana, ella contestó con muchísima alegría; le pedí que me comunicara
con mi madre y le conté todo lo sucedido, ella se alteró demasiado como era de
esperarse y prometió tomar el próximo vuelo disponible, pero le sugerí que
dejara pasar el resto de la semana para que mi hermana no faltara a su trabajo
ni a sus clases, le reiteré que ya todo estaba bien y que me encontraba
recuperándome en mi casa, pero insistió y acordó esperar hasta el viernes. No
tomé en cuenta que apenas era domingo y tendría que esperar 6 días, pero omití
varios detalles sobre mi condición, como que estaba en silla de ruedas, así
ella no se moriría de la angustia.
Yo no era una persona de muchos amigos, pues le
dediqué toda mi atención a mi esposa mientras estuve casado, por lo que no hubo
ninguna persona que me tuviera como primera prioridad y nadie más que mi
excuñada fue a verme al hospital; mi única amiga verdadera estaba de vacaciones
y bajo el mismo principio de no preocuparla estando lejos, menos durante sus
vacaciones, pensé en avisarle ya que estuviera de regreso; ella era como una
hermana, éramos amigos desde la secundaria, su nombre es Fernanda y largos años
de amistad y experiencias nos unían. Ella también es hermosa, pero no te
desesperes, pronto te contaré de ella.
Me dirigí hacia la sala y Helena salió de la
cocina para sentarse junto a mí.
-Bueno Rodrigo, ¿que quieres hacer mientras la
comida llega?
-¿Sabes jugar póker? –pregunté emocionado.
-¡Claro! Le pregunta es: ¿tú sabes jugar lo
suficiente como para ganarme?
Con una ceja levantada y los ojos bien abiertos
me reí y le señalé el cajón donde la baraja y algunas cuantas fichas estaban
guardadas, luego ella revolvió las cartas y repartió como una croupier
profesional.
-El texano es mi favorito –dije yo al ver que
únicamente había dos cartas de cada lado de la mesa.
Helena tenía una sonrisa hermosa y cautivadora,
su expresión reflejaba mucha ternura desde sus ojos, ya que sus párpados los
mostraban enormes y formaban dos perfectos círculos que me dedicaban un enorme
espectáculo de minimalista divinidad; jamás imaginé que una mujer así podría
existir, me sentía inexplicablemente emocionado y esa sensación e impulso por
sonreírle a la vida me brincó a los labios. A pesar de mi condición, la compañía
de Helena resultó ser una gran fuente de felicidad en mí.
Durante las primeras jugadas ella parecía tener
una suerte tremenda, me alegré de que no estábamos apostando nada mas que las
fichas de manera simbólica.
-Parece ser que gané de nuevo. –Dijo ella
riendo.
Su sonrisa era lo mas contagioso que haya
conocido, y me daba toda la comodidad y seguridad del mundo.
-¿Cuántos años tienes Helena?
-Veintinueve, me gradué de la escuela de
enfermería hace 6 años. Apuesto una. –dijo arrojando una pequeña ficha sobre la
mesa
-Pago. ¿Vives sola?
-Si, el hospital paga bastante bien.
-Paso. ¿Tienes novio?
-Apuesto tres. No, llevo un año soltera, ¿y tú?
-Estuve casado una vez. No voy. –diciendo esto
arrojé las cartas de nuevo sobre la mesa mirando su montaña de ficha tres veces
mas grande que la mía.
-¿Qué pasó con ella?
-Nos separamos, hubo muchos problemas.
Resultó ser que me limpió en todas las manos, no
conseguí arrebatarle ni una sola ficha y quedó en claro que ella jugaba mejor,
pero mientras mas hablábamos mas en confianza me sentía, no hubo silencio un
solo segundo pues jamás hacía falta tema de conversación. El timbre sonó y
Helena se levantó para abrir la puerta, pero luego descubrió que esta se había
quedado abierta desde que ella llegó, yo solo observé al repartidor con un
enorme casco bajando de su motocicleta; le grité a Helena que el dinero estaba
sobre la pequeña mesa junto a la puerta y luego me concentré en maniobrar con mi
silla para acercarme a ella, pero la comida cayó suavemente sobre mis piernas y
el repartidor solo dio las gracias antes de salir de la casa, subir de nuevo a
su moto e irse.
La tarde transcurrió en solo segundos, me estaba
divirtiendo mucho con la compañía de Helena.
-Como abogado me he visto en muchísimas
situaciones bizarras, en una ocasión, una mujer quiso presentar una demanda
contra su marido después de haberse comido una caja de sus galletas favoritas
sin pedirle permiso. Cuando ella me informó de los motivos de su inconformidad,
me sentí ofendido y me fui de la casa, pero en el momento en el que cerré la
puerta escuché como su esposo, quien parecía estar escondido en alguna parte,
le gritaba y la comenzaba a golpear, no pude hacer nada ya que no podía volver
a entrar a su casa una vez cerrada la puerta, pero alcancé a grabarlo todo por
una ventana, ese cerdo aún está en la cárcel.
-Vaya, debes de ser valiente para enviar a
tantas personas a los tribunales, ¿no te preocupa que una ves que los excarcelen
quieran venganza?
-No para nada, jamás he tenido complicaciones al
respecto.
Así pues, Helena y yo hablamos durante horas, no
solo de anécdotas legales y médicas, sino de muchísimas cosas, pero ya era muy
tarde y me recordó que debía descasar. Antes de dormir ofreció ayudarme a subir
las escaleras y llevarme a mi cama, ya que ella venía muy profesionalmente
preparada con una cama inflable, pero estas eran demasiado estrechas y la silla
no cabría, así que insistí en quedarme sentado, mas me arrepentí al poco rato:
para mi fortuna, recordé que el cuarto de huéspedes estaba convenientemente
ubicado en la planta baja y la cama no era muy alta, así que Helena me empujó y
en un esfuerzo sobrehumano, di un brinco con mis brazos y caí sobre la cama,
mis piernas comenzaron a dolerme pero me relajé y logré conciliar el sueño.
El teléfono me despertó, era mi madre quien
llamó para preguntar que como estaba, agradecí infinitamente el no haber
olvidado llevar el teléfono conmigo antes de arrojarme a la cama. Helena ya
estaba despierta y me tenía listo un vaso con agua y mi blíster de medicina.
Imagínate que esa noche una mujer que si lo deseara podría modelar Victoria’s Secret
durmió en mi casa, ¡y en un colchón inflable! Pero para mi ella significaba más
que eso, significaba más que una enfermera de tiempo completo, genuinamente me
gustaba y agradecía tenerla a mi lado para cuidarme.
-Buenos días Rodrigo.
-Muy buenos días Helena.
Con menos dificultad me acerqué a la orilla de
la cama y recuperé mi silla de ruedas, en esos momentos agradecía tener esa
fuerza en los brazos, si no, tal ves Helena hubiera tenido que cargarme.
Después me dirigí a la cocina y saqué del refrigerador un refresco de cola.
-Perdón Helena, pero no soporto el agua simple.
Tomé la medicina y Helena me ayudó a cambiarme
la bata del hospital que aún tenía, me dio una playera negra de Black Sabbath
que había en uno de los cajones de mi ropa limpia y un pantalón corto a cuadros
gris, luego me alcanzó mi cepillo de dientes del baño y dijo que tenía que
regresar a su casa para cambiarse, yo por supuesto, no me sentí muy contento
con la idea de que ella se fuera, pero por obvias razones no podía retenerla.
-Regresaré con algo de desayunar para los dos, ¿de
acuerdo? Escribiré mi número de celular en el tuyo por si necesitas algo.
Luego ella se marchó y volví a encender mi
laptop para redactar algunos papeles pendientes en el caso del señor Santana,
al poco rato sonó el timbre y llevé mi silla de ruedas hasta el recibidor,
pensé que tal vez Helena habría olvidado su llave y abrí la puerta, medio
segundo después mi corazón y yo dimos un salto olímpico, mi laptop cayó al piso
junto conmigo, pues me eché de reversa ante lo que estaba viendo y me incliné
demasiado hacia atrás en mi silla; caí de espaldas como una tabla y de milagro
no me dio un paro cardiaco, jamás me había asustado tanto, me imaginé que
estaba teniendo una pesadilla.
-¿¡Quién eres!? ¿¡Qué está pasando!? –pregunté
dando de gritos en el piso y con un tremendo dolor en las piernas y la cabeza.
-¿Rodrigo que te pasa?
Reconocí la voz de Fernanda cuando preguntó eso,
justo entonces corrió y se puso de rodillas junto a mí.
-Fernanda ¿eres tú? ¿Por qué no puedo verte?
-¿De que me estás hablando Rodrigo? Me asustas.
Pero en ese momento el dolor me venció y cerré
los ojos para mantenerlos de esa forma hasta estar sentado nuevamente, así que
le pedí que me ayudara a levantarme. Ella acomodó mi silla y con mucho trabajo
me cargó para ayudarme. Te debes de cuestionar que estaba pasando, así que te
lo explicaré.
-Fernanda ¿que le pasó a tu cara?
-¿Mi cara? Rodrigo por favor, ¡explícame que te
sucede!
-No puedo… no te reconocí.
Así es, me resultaba imposible identificarla; Me
asusté casi de muerte; ahora sabrás que fue lo que vi. En el momento en el que
abrí la puerta vi una imagen muy difícil de explicar, era como si en el marco
de madera se divisara la silueta de una mujer sin cabeza, pero todo su cuerpo
estaba formado por facciones: ojos, labios, narices, era algo extremadamente
bizarro, mas al tiempo en el que la escuché hablar y cerré los ojos todo
desapareció, para cuando los abrí, pude ver la delicada figura en vaqueros
azules y sweater rosa de Fernanda, también pude ver su lindo y largo cabello
castaño, pero su cara no era su cara, podía verla y sabía que estaba ahí, mas
se veía borrosa, como si estuviera ahí pero a la ves no estuviera. Insisto en que
es algo muy difícil de describir y estaba tremendamente asustado, así que
Fernanda me llevó directo al hospital.
-¿Qué acaso no estabas de vacaciones?
-Sí, pero tu hermana me llamó y me contó lo que
había pasado, de todas maneras supuse que estarías peor de lo que le dijiste a
tu madre, así que acorté mi estancia un par de días.
Fernanda me conocía demasiado bien, además por
tantos años de amistad era inevitable que mi hermana la considerara como otro
miembro de la familia y me sentía mal por arruinarle las vacaciones, pero
estaba demasiado concentrado en lo que veía.
De camino, le intenté explicar a Fernanda lo que
mis ojos me decían, pero no podía describirlo con facilidad, sin tomar en
cuenta que mientras mas miraba su rostro, más natural me parecía no
distinguirlo, no obstante no podía ignorar esas brillantes y redondas lágrimas
corriendo por sus mejillas.
-¿Por qué lloras?
-¿No es obvio? Mírate, me diste un susto
tremendo y estas lleno de yesos y vendas.
-Perdóname amiga, no quise hacerte pasar por
esto.
-Tonterías, solo espero no encontrar mucho
tráfico en la ciudad.
Era extraño, al concentrarme en el rostro de
Fernanda, todo estaba ahí, sus enormes ojos, sus infladas y suaves mejillas,
sus finos labios, pero si intentaba concentrarme en todos a la ves, ninguno parecía
encontrarse en su lugar.
Al empezar el camino mas urbanizado, me quedé
atónito al mirar a todas las personas que caminaban en las banquetas de la
misma forma: zapatos, ropa, cabello, todo normal, pero me resultaba imposible
ver con claridad su rostro, era como si todos usaran una máscara exactamente
igual, aun siendo que podía identificar el color de ojos de cada persona, o el
tamaño de su nariz; no podía creer lo que estaba mirando y estaba cada ves mas
asustado. Hazme un pequeño favor: solo piensa en ti mismo con dificultad para
respirar, con el corazón latiendo tan fuerte que sientes que puedes escucharlo,
e imagina el momento de tu vida en el que mas asustado has estado; súmale a eso
tener las piernas rotas, un dolor tremendo de cabeza, y que todas las personas
que miras a tu alrededor, incluyendo a tu mejor amiga, carezcan de cara.
Demonios, ni siquiera pude distinguir la expresión de horror y desesperación
que cubría el usualmente hermoso y tierno rostro de Fernanda, que siempre
parecía irradiar felicidad.
De pronto comencé a pensar en Helena, su rostro
se veía tan lúcido y claro como la luna con el cielo despejado, podía admirar
su sonrisa y distinguir felicidad como si estuviese escrito sobre su rostro. De
pronto me vino a la mente algo que no podía ignorar, pero que me horrorizaba
demasiado como para dejarlo pasar por alto, ¿crees poder adivinar que era?
Llegando al hospital me dio un ataque de pánico
al observar que nadie resultaba pasar inadvertido por mi pequeño problema;
Fernanda muy desesperada empujaba mi silla por el corredor principal,
preguntando por el doctor que me había atendido el día del accidente, ella
estaba muy preocupada y ansiosa por respuestas sobre todo lo que había pasado.
A los pocos minutos, el doctor nos encontró a nosotros cerca de la unidad de
traumatología y nos llevó a su consultorio dentro del hospital, mientras
caminaban empujándome, el doctor con buena memoria le explicó todo a Fernanda,
luego ella me preguntó:
-¿Y tu Rodrigo que harás? Eres abogado y con
tantos años de conocerte, sé que darías muchísimo por encontrar al responsable
de tu accidente.
-Claro que lo daría, y hoy mismo le pediré a uno
de mis colegas que empiece el proceso, pero yo mismo sé que no había testigos,
y será muy complicado encontrar al autobús; más sabiendo que el dañó a las
partes que puede evidenciar el impacto ya debe haber sido reparado; por la hora
además, era alguien que no estaba en servicio, por tanto no seguía un recorrido
determinado, así que eso amplía los parámetros de búsqueda.
-Que complicado.
-Complicado es poco, pero ahora me preocupa más
esto que estoy viendo, o mas bien lo que no estoy viendo por favor ayúdenme.
–incluso yo mismo no podía creer el tono de desesperación en mi voz
El doctor abrió la puerta de su consultorio y
con la misma formalidad de siempre comenzó a hacerme preguntas:
-¿Cuál parece ser el problema?
Le expliqué de la mejor forma que pude mi problema,
intenté decirle como me resultaba imposible ver el rostro de las personas, era
como si mi mente los rechazara, pero me bastó con decirle que no pude
reconocerlo cuando nos encontró hasta que escuché su voz para que dijera que
creía saber de que se trataba el problema. Salimos de su consultorio para tomar
radiografías; mientras esperábamos Fernanda me abrazó y me besó la mejilla, yo
sentí inevitablemente que estaba a punto de llorar y dije:
-¿Qué me está pasando Fernanda?
-No lo se Rodrigo, quisiera decirte que todo
estará bien, créeme que quisiera pero no lo se.
El doctor salió con las radiografías y me mostró
lo mismo que antes, todo se veía normal, él mencionó a un principio que todo
indicaba que no tendría complicaciones, no vio ningún cambio y luego me llevó a
una máquina cuyo nombre no puedo recordar, me hicieron entrar en un tubo
gigante y me pidieron que no me moviera. Después de unos minutos, me
trasladaron a otro consultorio bajo la promesa de que ahí sabrían que hacer;
una mujer con cabello rubio y canoso esperaba para recibirme, ella resultó ser
una psiquiatra a quien se le entregaron algunas fotos en un sobre. No pude
distinguir del todo su edad pero podía ver algunas pocas arrugas en su rostro,
mas no me pude hacer la imagen de su cara en mi mente.
-Mucho gusto señor Rodrigo, soy la psiquiatra
Elizabeth Blanco.
-Buenas tardes.
-El doctor que te atendió me contó algo de lo
que pasó, pero quisiera hacerte unas cuantas preguntas.
Acto seguido a que dijera esto, me pidió que le
dijera mi edad, mi ocupación y mis alimentos favoritos, me pidió que sacara un
aro de metal de una especie de rompecabezas del mismo material, que moviera mis
brazos en ciertas direcciones y algunas otras cosas que me parecieron un tanto
ridículas, pero cabe mencionar que entre tantas preguntas me pidió que le
dijera el nombre de mi actriz favorita la cual de seguro conoces.
Al terminar el interrogatorio, me preguntó por
último si me encontraba en las redes sociales como “Rodrigo Francisco Romero”
yo asentí con la cabeza y ella procedió a dejarme esperando un buen rato
mientras partió a otro lugar.
Su consultorio era igual al de todos en el
hospital, exageradamente blanco y lleno de utensilios médicos, solo que estaba
personalizado con varias esculturas y pinturas abstractas; no podía negar el
buen gusto de la psiquiatra.
Ella apareció con un folder en la mano y me
pidió que cerrara los ojos, luego escuche el movimiento de varias hojas de
papel y al corto tiempo, me pidió que los abriera.
-Dime Rodrigo, ¿puedes identificar a estas
personas?
Ante mi aparecieron 5 fotografías, pero todas
estaban cubiertas a la mitad por una hoja de papel, dejando al descubierto solo
las cabezas de las personas que en ellas aparecían. Las miré con detenimiento e
internamente esa sensación de angustia, como si alguien estuviera intentando
salir de tu pecho, se hizo mas grande cuando contesté “no” a la pregunta que se
me hizo.
La psiquiatra procedió a quitar las hojas de
papel que cubrían las fotografías pero antes de descubrir la última detuve su
mano y dije:
-¿Esa eres tu Fernanda?
Mi amiga quien esperaba en una silla en una
esquina del consultorio se levantó corriendo y miró la foto, con mucho
entusiasmo dijo:
-¡Si! ¿Pudiste reconocerme?
-Así parece –dije sin aparentar alegrarme como
ella lo hizo.
-¿Cómo pudiste identificar a Fernanda Rodrigo?
-Reconocería ese hermoso cabello castaño en
cualquier lugar.
-¿Y que hay de su rostro?
-Lo siento, no me resultó familiar en lo
absoluto.
No necesité mirar a Fernanda para saber que su
alegría se desvaneció, ella de la emoción me sujetó la mano con fuerza, pero al
escuchar mi comentario la dejó de apretar; en ese momento sentí como si se
separara de mí por miles de kilómetros.
-No Rodrigo, yo lo siento –dijo la psiquiatra.
-¿Por qué?
-Mira ahora las fotos ya que están descubiertas.
Pude reconocer solo a una persona mas de entre
ella, al mirar ese largo vestido azul que relucía en el centro de la tercera
foto, pues era el que mi madre usó en la última navidad que pasamos juntos
antes de que partiera a España, se veía hermosa. Estoy seguro de que si la
conocieras te encantaría, para ella todos son sus hijos, trata a todo el mundo
con alegría y el no reconocerla rompió algo en mi interior, me sentía perdido y
muy confundido.
-En la segunda foto se encuentra Helena Bonham
Carter, quien me mencionaste que era tu actriz favorita, en la cuarta foto se
encuentra tu hermana, y ¿no reconoces a la persona en la primera foto?
De pronto vino a mi mente el recuerdo de esa
pequeña blusa azul cielo y esa gorra blanco con rosado que mi hermanita usó la
última vez que me visitó junto con mi mamá, y también ubiqué con facilidad el
alborotado cabello de mi actriz favorita, mas su rostro aún me resultaba
imposible de reconocer. Miré con detenimiento la primera foto una vez más y me
rendí diciendo que no reconocía a esa persona, quien usaba un traje negro con
una camisa blanca.
-Rodrigo lo que te voy a mostrar es algo fuerte,
por favor intenta no alterarte.
Ella se levantó y una vez mas mi corazón parecía
brincar por encima de mi camiseta. Comenzó a empujar mi silla al otro lado del
consultorio donde Fernanda había regresado a sentarse, y colocó mi silla frente
a un espejo de cuerpo completo que tenía colgado de la pared; en ese momento
aquel miedo que te mencioné antes y que te pregunté si podrías adivinar
apareció frente a mí.
-La persona que se encuentra en la primera foto
eres tú Rodrigo.
Miré paralizado el espejo y a esa rígida figura
vestida con la camiseta negra y con el pantalón corto que me ayudaron a ponerme
en la mañana, miré los blancos yesos en mis piernas, las vendas en mi brazo y
también pude distinguir algunas pequeñas cicatrices color rojo brillante en mis
mejillas y en mi frente, pero si no supiera que lo que tenía enfrente era un
espejo, hubiera jurado que la persona frente a mi era algún otro sujeto en
silla de ruedas con un cabello igual al mío, pero despeinado. Mi mente colapsó
en ese momento dejando a mi alrededor un vacío muy obscuro, en menos de un
segundo una especia de crisis comenzó dentro de mi y un fuerte golpe de una
sensación parecida a la preocupación me golpeó muy fuerte en el estómago;
mientras comenzaba a respirar fuertemente casi hiperventilando, mi corazón
latía como si estuviese tratando de atravesar un hoyo en mi piel para salir
disparado y yo solo pensaba en que si no podía curar lo que fuese que estuviera
padeciendo, jamás podría mirarme en el espejo, jamás podría mirar la cara de
alegría de mi madre cuando me ve en la terminal de aeropuerto ni a mi hermana
orgullosa de escucharme tocar el piano, y mas que nada lo que me preocupó fue
el tono de voz con el que la psiquiatra me dijo que ella lo sentía, puesto que
en él iba implícito que no era algo bueno.
-Rodrigo, lo que padeces es una muy rara condición
llamada prosopagnosia, solo se han registrado casos en menos del 2% de la
población y en muchísima menor proporción de manera adquirida y no de
nacimiento; por definición tu problema dice que puedes reconocer las facciones
de las personas, pero te cuesta trabajo ubicarlas dentro del rostro en el lugar
específico que caracteriza a cada persona.
-¿Qué mas nos puede decir doctora? –Preguntó
Fernanda muy curiosa y a la vez sorprendida.
-Se sabe poco, además de que debo admitir que no
estoy completamente actualizada, pero la condición tiene algunas variantes; por
ejemplo es posible reconocer personas cuando tienen rasgos muy distintivos, en
su caso fue su cabello señorita Fernanda, además es poco común que las personas
estén tan conscientes de su condición como lo esta usted señor ya que existen
personas que la padecen y no se dan cuenta de ello, esto a causa de que nacen
con el problema y para ellos es algo normal.-respondió la psiquiatra
-¿Y es permanente? –Pregunté sin poder quitarle
los ojos de encima al espejo.
-Me temo que hasta ahora, todos los casos
conocidos indican que si; la buena noticia es que no necesariamente toda tu
vida tiene que cambiar, te haré un par de pruebas más y te proporcionaré
algunos sitios web que puedes consultar, ya que como te mencioné antes es muy
rara la enfermedad, pero las personas que la padecen han encontrado la forma de
ayudarse unos con otros y podrías encontrar muchos consejos útiles.
Los minutos transcurrieron lentos mientras la
doctora me ayudaba a verificar los detalles de mi condición; no se tu, pero a
mi los hospitales me provocan una sensación extraña, me hacen pensar en que, a
pesar de ser un lugar bien decorado y limpio, se manejan toda clase de
tragedias, hay malas noticias todos los días y sangre a montones, cosa que me
hace sentir que esa elegancia y estética con la que esta adornado en todas partes
era solo una máscara que ocultaba lo oscuro y bizarro de aquel lugar. Al poco
rato a mi menté saltó una duda muy grande ¿Por qué de entre todos las personas
que conocía, Helena era la única cuyo rostro se escapaba del problema? Esta
duda me provocó una sensación que a la fecha no puedo descifrar si fue positiva
o negativa, pero estoy seguro de que fue muy fuerte y de inmediato interrumpí a
la doctora en lo que decía para hacerle mención de este caso en particular.
-¿Cómo es que puedes ver a tu enfermera Rodrigo?
A lo que me refiero es: ¿Sientes poder verla de la misma forma que veías a
todos antes del golpe en la cabeza?
-¡Si! ¡Su bello rostro se ve tan nítido y tan
bello! –Dije al tiempo en que mi expresión reflejaba como mi ánimo mejoraba.
–Sus enormes ojos verdes parecieran brillar y se ven bastante claros para mi,
al igual que el resto de su cara.
-Eso está muy bien Rodrigo, la prosopagnosia en
algunas ocasiones encuentra algunas cuantas excepciones. Al ser, como ya te
dije, un padecimiento en tu caso somático del que poco se conoce, no me
sorprende que esto sea posible, hay incluso personas que ven mas intensidad en
el que otros e incluso quienes solo lo particularizan únicamente con los
hombres o con las mujeres.
Todo lo que la doctora me dijo después de
informarme de los hechos me tranquilizó un poco pues en un principio ella se
mostraba fría y hasta cierto punto con lástima al informarme sobre su diagnóstico,
pero aún me encontraba aterrado pensando además, en la terrible alucinación que
tuve al ver a Fernanda parada en la puerta de mi casa, incidente que procedí a
contarle a la doctora Elizabeth.
-No puedo recordar con exactitud lo que mis ojos
vieron, la sorpresa fue mucha y no me preocupé por todos los detalles; lo que
si puedo decirle es que mi amiga no parecía humana, sus brazos estaban repletos
de enormes ojos muy abiertos y vidriosos mirando con ansiedad en todas
direcciones, su pecho y abdomen eran narices muy deformes y sus piernas eran
enormes bocas con los labios partidos en pedazos y enormes dientes con el mismo
grado de deformidad; todo parecía brotar de la piel de un cuerpo desnudo que no
tenía cabeza, como si se la hubiesen cortado ¡Ah! Y por un instante me pareció
ver en el centro de su pecho, el rostro de alguien a quien le hubiesen depilado
las cejas, sacado los ojos, cortado los labios y la nariz.
-Esto puede deberse a que tu cerebro aún no
había recibido la información que distorsionaría y a primera instancia no supo
como interpretarla, pero es extremadamente importante que me informas si algo
parecido pasa de nuevo ¿De acuerdo Rodrigo? –Preguntó la doctora con un tono
muy imperativo.
En fin ¿qué podría yo hacer? Preocupándome no
ganaría nada y de eso estaba más que seguro, es muy común en mí pensar que
cuando no puedo cambiar una realidad que no me parece, no tengo otro remedio
que aceptarla, y mejor hacerlo con buena cara, o como mínimo con una sonrisa
fingida que si no me sirve para mejorar mi ánimo, me servirá para aparentar
enfrente de mi madre que todo estaba “bien” que no tenía nada de que
preocuparse.
Fernanda me acompañó en todo momento, después de
que salimos del consultorio yo no dejaba de pensar en Helena ni tampoco en el
miedo que me daba no reconocerla en cuanto la volviera a ver, pero mas que una
preocupación, el simple hecho de pensar en su rostro me provocaba alegría, si
tienes una amiga así créeme que tienes mucha suerte. En el elevador de camino
al estacionamiento Fernanda me ofreció pasar el día en su departamento:
-¿Por qué no te quedas conmigo hoy? Sé que tú
has de querer mi compañía tanto como yo quiero acompañarte en estos momentos.
-A decir verdad, sí –Dije alegrándome de su
petición. –Me ayudaría mucho distraerme y pasar el rato contigo, pero no puedo
caminar en lo absoluto y no quiero ser una carga.
-¡No digas tonterías! Si tu eres mi familia,
jamás serías una carga y yo me sentiría muy culpable si no te apoyara cuan lo
menos con eso; además es mucho mas preferible a que te quedes en tu casa solo.